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Los sueños con cuarentena

Roberto Navia Gabriel

Raquel Mojica se ha jubilado este año y el deseo que anidó en ella durante décadas se ha pulverizado. Su sueño era andar de café en café, asistir a toda invitación que le llegaba cuando era profesora activa pero que no podía acudir a muchas porque sus labores se lo impedían. “A partir de este año sí”, pensó con firmeza, hace algunas semanas, cuando recibió el visto bueno para dejar de trabajar y meterse en su anhelada vida de sin oficio, de vagabunda con sueldo.

“Los cafés me los tomaré en casa”, me dijo ayer desde su puerta, enterada de que la vida social ha sido taponeada con un muro levantado por miedo a la bestia esa que se llama Coronavirus. Y después nos pusimos a conversar en voz alta para escucharnos, para pasar un rato recordando la vida que fue y que ya no está. Ella desde su trinchera y yo desde la mía. Si fue hace unos días que compartimos dos latas de cerveza en la acera mientras Karina regaba las plantas, y hace un puñado de semanas que fuimos a recoger las guayabas de la planta generosa que su hermana Rosario tiene al otro lado de la ciudad. Esa vez conversamos y reímos a centímetros de distancia unos de otros. Entonces, el virus estaba en otra parte, andaba enfermando y matando en fronteras ajenas y, aquí, estornudar muy cerca no daba miedo.

También le conté que mi agenda ha sufrido el golpe de la peste, que el viaje que tenía que hacer esta semana a San Javier se había suspendido. Era una actividad a la que me había invitado el gran Leoni para asistir al simposio de arte Entre Amigos, organizado por el maestro Juan Bustillo. Raquel recordó que en San Javier hizo su año de provincia como profesora novata, hace mucho tiempo ya. Durante aquella estancia había trabajado con esmero, afilando sus armas con las que se defendería durante el resto de su vida. Raquel suspiró. “Ahí se quedó a vivir Edith Flores”. La recuerda viva, joven y radiante, con esa luz que queda inmortalizada en las fotos viejas. Era su amiga con la que se había ido de Santa Cruz a hacer el año de provincia y que en San Javier encontró el amor de su vida, y la buena excusa para volver a San Javier y revivir la breve vida feliz de aquellos años. “Un accidente de carretera no las quitó de este mundo”, dice y vuelve a suspirar. Los accidentes, esos virus a los que el mundo supo acostumbrarse, le digo, antes de que se entre a su casa a cumplir su cuarentena.

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