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Los motivos de la injerencia argentina en la Guerra del Chaco

Arturo Arias Delgado

Durante el conflicto chaqueño (1932-1935) ningún país se alió de manera formal con Bolivia o Paraguay, sin embargo, la Argentina se veía como protectora de los intereses económicos de sus connacionales y también su geopolítica mandaba posicionarse como actor protagónico en la región.

Potencia regional y mundial en la época, el país del tango no debía aceptar que la guerra se desarrollara sin su intervención activa. El mantenimiento del equilibrio de poder sobre el río Paraguay era de su incumbencia, y para Paraguay era fundamental por su condición de país mediterráneo.

De esta manera, Argentina intervino por primera vez en el conflicto chaqueño en 1907 como parte de una política que derivaba del antagonismo entre el panamericanismo propiciado por los Estados Unidos bajo la doctrina Monroe y el latinoamericanismo argentino. Claro ejemplo es la participación de Argentina como árbitro en el diferendo entre Perú y Bolivia por los territorios al norte del lago Titicaca, dictando su fallo en 1909, que estuvo a punto de ocasionar un conflicto armado entre nuestro país y el Perú, además de haber ocasionado la ruptura de relaciones diplomáticas entre Bolivia y Argentina, hasta 1911.

De forma paralela, la Casa Rosada entró en negociaciones con Bolivia en aspectos limítrofes, cuyo resultado fue que los argentinos renunciaban a la provincia de Tarija y gran parte del Chaco mientras que Bolivia lo hacía con la Puna de Atacama.

Respecto de los intereses económicos rioplatenses en el Chaco, el Paraguay dictó en 1885 la ley de venta de tierras fiscales en la parte occidental del río Paraguay, en la que se asentaron capitales argentinos, norteamericanos e ingleses, con explotación agrícola y ganadera, como el caso de Carlos Casado con su producción taninera. En 1932, en el inicio de la contienda, en el Chaco había medio millón de cabezas de ganado de mayoritariamente propiedad argentina.

De igual manera, el gobierno paraguayo radicó a menonitas desde 1921 cuyas tierras en parte fueron adquiridas a Carlos Casado. Se destaca que los argentinos tenían invertidos capitales en el transporte fluvial en los ríos Paraguay, Paraná y de La Plata, especialmente de la firma Mihanovich.

Asimismo, en ambas riberas del río Pilcomayo se asentaron ganaderos argentinos que solo recurrían al amparo del gobierno de Buenos Aires hasta que en la década de los años 20 llegaron los bolivianos para instalar fortines con el objetivo de sentar soberanía.

Para finalizar, se debe recordar que las exportaciones paraguayas se dirigían básicamente al mercado argentino.

Todo ello determinó que un eventual resultado negativo para las armas paraguayas afectaba los intereses argentinos en la zona, influía en la visión geopolítica de los rioplatenses y se preveía una posible alianza boliviano-brasileña en un hipotético conflicto contra la Argentina, tomando en cuenta que Bolivia quedaba como dueña de la zona chaqueña.

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