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Los machitos de la tercera ola del covid19

La tercera ola del covid19 está en su máxima potencia en Bolivia y está arrastrando gente de todos los estratos. Esta situación se da en medio de una pugna político masculinizada de quién manda y quién aplica o entorpece al otro las medidas para paliar la situación sanitaria, en lugar de hacer políticas feminizadas colaborativas enfocadas al cuidado de la población.

Han muerto personas muy conocidas que son mencionada en twitts y Facebook con el habitual añadido de “fue mi amigo” y personas que pasan desapercibidas en las redes sociales y los periódicos, y sólo forman parte de las estadísticas, si es que han sido tomadas en cuenta ya que muchos hombres y mujeres mueren en sus casas y sus entierros son discretos, o más bien invisibles porque son de ese mundo que en Bolivia aún permanece ajeno a las ciudades y sus barrios más residenciales.

También han reaparecido, como hongos, los pedidos y campañas de ayuda para quienes han enfermado y requieren pagar costosos ingresos hospitalarios y medicamentos. Rifas, kermeses, aportes a cuentas bancarias, desesperación, apoyos o indiferencia ante lo que ya se ha vuelto algo habitual cómo última defensa ante tanta pena.

Este fin de semana se ha batido el récord de contagio en un día, al registrarse más de 3.000 casos, mientras el número acumulado de contagios en la pandemia es de 350 mil y el de las muertes llega a las 14 mil personas.

Ante este panorama, voy a hacer una analogía entre lo que hace la población y lo que hacen los gobiernos frente a los roles que socialmente están reconocidos, y se aplican, entre hombres y mujeres. Es así que lo femenino tiene relación con los cuidados, los acuerdos tras bambalinas y la cooperación (además de que las mujeres son también proveedoras invisibles), mientras que lo masculino está relacionado al ejercicio del poder, la visibilidad y la competencia entre ellos.

Si trasladamos esto al país, se puede decir que la población que se hace cargo de esta situación de crisis pandémica tiene una posición feminizada, en sentido de que se le carga los cuidados de los enfermos y tienen además que hacer de proveedores (como mujeres cabezas de hogar), también porque la población en general hace lo que sea necesario para sobrevivir, así eso implique salir cada día a vender o ir a la oficina a trabajar sabiendo que está contagiada y que contagia, lo hace porque no tiene otra opción. La mayoría no puede confinarse 14 días porque si lo hace su familia no come y, también, porque si es empleado puede perder el trabajo.

Por otro lado, en las posiciones de poder del país, los distintos gobiernos nacional, departamentales o municipales tienen una postura masculinizada (en la que, además, efectivamente hay una mayoría de hombres y algunos reconocidos machistas) de gran visibilidad y gestión política dirigida al enfrentamiento competitivo. Además, parecería que las medidas que estos gobiernos toman no siempre encajan con lo que la población necesita, ya sea por imposibilidad de recursos para llevar a cabo otras o por falta de criterio femenino de cuidado.

Explico lo que digo con un ejemplo: cuando desde gobiernos departamentales o municipales determinan aplicar medidas restrictivas de circulación para frenar los contagios y a la vez el gobierno nacional les quita autoridad señalando que no se multará ni detendrá a nadie que no cumpla con las restricciones. Al margen de quién tenga razón o no con estas medidas, lo que hacen es entrar en una especie de competición de poder, que es de tipo masculina, de establecer quién manda y de imponerse sobre el otro.

No hace bien a Bolivia y a su gente que en materia del covid19 los gobiernos no traten el tema desde una postura feminizada de cuidado, de concertación, de establecer políticas comunes de país y aplicarlas de manera unitaria. Son necesarios controles, campañas de vacunación, apoyos a quienes deberían guardar cuarentena, medidas para garantizar el movimiento económico, etc. todo desde una mirada de cuidar a la gente y no sus cargos ni a sus partidos políticos.

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