Muy pronto en Bolivia. Último libro de cuentos de María Cristina Botelho.
Claudio Ferrufino-Coqueugniot
¿Algo más solitario que un árbol de hielo? Árboles en medio del frío. Parecen de Navidad pero su gelidez quema. No todo lo que se ve es tal. La vida resulta un conjuro de engaños y desazón. La boca mina y la mujer que llora; un pábilo aún humeante en recintos rendidos a la miseria y al cansancio. María Cristina Botelho trashuma por entre ruinas humanas, carentes de la solidez del ladrillo, muchas veces sin argamasa que junte a los semejantes, o que sostenga la vida de un hilo quizá salvador. Mirada triste a una realidad insoslayable, peor en un mundo azotado por la peste, como si, tras Vallejo, el odio de Dios se hubiese empozado no solo en el alma. Trilce pasea por este libro de cuentos como aquella tarde que ya pasó “diez y seis veces por el suelo empatrullado”. Repetición persistente de la desgracia, de la soledad que se hermana con esta como siamesa; soldadas a un destino. Líneas sin sosiego. Retrato de no piedad. La autora sufre, pero pinta sin recortar, acompaña al gentío camino de la crucifixión, a un Gólgota demasiado presente.
Los árboles de hielo es obra profunda. Resultado de la reflexión de la escritora que en su periplo por el mundo y lo humano va precisando con detalle lo lóbrego de la esperanza, que siendo oloroso hinojo en su nacimiento se convierte luego en dolorosa ortiga.
Un libro breve precisa una corta introducción. No quiero alargarme por ello. Los relatos hablan por sí solos. Hay un trasfondo, vale decirlo, en que escondida de la luz, latente, todavía vive la belleza. Hay que escarbar para hallarla, pero allí está en un detalle, alguna voz…
Libro de madurez, de experiencia. Las pupilas vieron ya mucho y anotan porque no hay que olvidar. María Cristina Botelho se muestra suave en sus versos; aquí ha descarnado toda sutileza.
«Los árboles de hielo» Editorial Kipus- 2022
