La nación boliviana es el resultado de un proceso histórico destinado a consolidar una identidad nacional compartida, un espíritu nacional propio, un sentimiento de pertenencia a la comunidad, la convergencia de valores y un orgullo nacional permanente.
Si el Estado, para ser tal, requiere de territorio, población y soberanía, el Estado nacional tiene su esencia en una identidad nacional compartida que le dé consistencia, subsistencia y vigencia en la comunidad internacional.
Si bien desde los inicios de la República se dieron pasos tendientes a la formación de una nación boliviana, no fue hasta la Guerra del Chaco que nos dimos cuenta de la necesidad de superar la exclusión en la que vivían muchos bolivianos y sentar las bases sustantivas para la consolidación de una nación boliviana en la que participaran todos los bolivianos, independientemente de su origen, condición económica o región.
Así, esa Bolivia abigarrada, multiétnica y pluricultural en sus albores, debía converger y consolidarse en una nación boliviana única, como plataforma esencial del Estado. El pensamiento de Montenegro, Almaraz y Zavaleta nutrió conceptualmente la forja de la nación boliviana, que encuentra, en la Revolución Nacional de 1952, el contenido objetivo a sus planteamientos.
De ahí para adelante, independientemente de los avances y retrocesos, todo esfuerzo estaba encaminado a consolidar esa nación boliviana única, basada en el homus bolivianus, objeto y sujeto de la nacionalidad boliviana, producto del mestizaje cultural y étnico. Es cierto que en Bolivia existieron y existen todavía varias naciones, pero éstas tienen una relación constituyente inconclusa. El concepto de la nación boliviana es una síntesis constituida y con soberanía.
Este concepto de nación boliviana no puede abordarse desde una óptica confrontacional, pues la esencia en la formación de una nación es precisamente la convergencia hacia una nueva identidad, cuya principal característica es un vivir compartido sobre la totalidad societal.
No está demás recordar que la propia sicología social, más específicamente la sicología comportamental moderna, explica que los movimientos racistas o fascistas expresan –al contrario de lo que erróneamente percibimos como la fortaleza de una raza pura– más bien la manifestación de una suerte de anemia sico-emocional que se objetiviza en un complejo de inferioridad que busca elementos diferenciadores para justificar su debilidad intrínseca.
El exacerbar, hasta el extremo de la violencia, los sentimientos regionalistas, las características étnicas y la intolerancia a quien es diferente a uno mismo dará necesariamente como resultado una incierta balcanización del país.
La balcanización boliviana es una posibilidad frente al debilitamiento del Estado y frente a una clase política que, por un lado, no termina de aceptar los dramáticos cambios que ha experimentado el país en los últimos años y, por el otro, quiere borrar la memoria acumulada del país, inventar una nueva historia e imponer una simbología de corte racista
Frente a una posible balcanización del país, debemos recordar que la esencia del boliviano, de la amplia mayoría de los bolivianos, es el mestizaje. No hay, en Bolivia, etnias, ni culturas puras.
Hay un error conceptual al sostener, como lo hace la actual Constitución, que somos un país plurinacional. No se está asimilando correctamente este reconocimiento, lo que, en realidad somos es una sola nación multiétnica y pluricultural, fundada en la unión y la solidaridad de todos los bolivianos
Este precepto constitucional, bien intencionado en su espíritu, ha dado lugar, sin quererlo, a que se dé rienda suelta a una tendencia centrífuga que tiende a fraccionar la nación boliviana cuando, el propósito era precisamente lo contrario: la unidad en la diversidad multiétnica y pluricultural.
¿Como alcanzar esa unidad? A través de un proceso de convergencia social y política que respete la diversidad, pero que no pierda de vista que estamos en una dinámica social y política tendiente a la consolidación –no la balcanización– de la nación boliviana multiétnica y pluricultural en su origen, pero que, con el tiempo, deberá consolidarse como Nación boliviana única, plataforma esencial del Estado.
Fernando Salazar Paredes es abogado internacionalista.