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Las metamorfosis: Una pasión infinita

Santos Domínguez Ramos

“Solo hay un libro antiguo capaz de rivalizar con la Odisea en poder de fascinación y fuerza narrativa: las Metamorfosis de Ovidio. Un libro concebido para retar al tiempo y vencerlo, porque se abre con el principio del mundo y se cierra con la metamorfosis final del autor –la glorificación– más allá de su vida y su época,” escribe Piero Boitani en el prólogo de Las Metamorfosis: Una pasión infinita, que publica El libro de bolsillo de Alianza Editorial con traducción de Pepa Linares.

Con las Metamorfosis, Ovidio escribió uno de los libros fundamentales de la historia, un clásico que alimentó a los clásicos posteriores y avivó la imaginación de los lectores a lo largo de los siglos. Es la savia inconsciente que nutre el árbol de la literatura, una Biblia pagana, un Génesis latino con diluvio universal incluido, una explicación del mundo y de lo humano que forma parte del sistema circulatorio de la tradición occidental.

Cinco años de trabajo dedicó Ovidio a escribir los doce mil versos que organizó en quince libros articulados de manera coherente con episodios conectados entre sí. Estaba revisando y corrigiendo estos textos cuando Augusto lo desterró al Ponto, en las orillas del Mar Negro, en lo que hoy es Constanza en la actual Rumanía.

Un poema y un error, según el poeta, fueron la causa de aquel destierro de origen tan opaco como esas palabras. Ovidio creó una fecunda tradición cuando abordó doscientos ochenta mitos en las Metamorfosis, pero no partía de la nada, sino de un heterogéneo fondo tradicional sobre el que hizo un ejercicio de virtuosismo literario con esos materiales que acumulaban ya un recorrido de siglos.

“En este libro me gustaría expresar mi pasión por las Metamorfosis, subrayar en primer lugar la dimensión narrativa del poema, sus secuencias, sus desarrollos y su estructura; y al mismo tiempo, ante la imposibilidad de analizar la colección entera, rozar al menos los numerosos temas que la recorren: de la naturaleza al arte, del alma femenina a la violencia, de los raptos al amor conyugal, de los acontecimientos de Tebas a los de Troya y los de Roma.”

Organizados en torno a la transformación, la mayor parte de los textos se refieren a mitos en los que la muerte o la frustración ocupan un papel central aunque para refutarla, para defender que nada se destruye y todo se transforma en esos procesos metamórficos que conectan lo humano con lo animal o lo vegetal.

“Ovidio fascina, hechiza, embruja -escribe Boitani-. No podría ser de otro modo tratándose de un poeta que compone un carmen continuum, un canto sin interrupciones de las fábulas antiguas en el que las historias nacen una de otra, se entrelazan y afloran de nuevo en una secuencia velocísima. Una tras otra, en número de casi doscientas cincuenta, van juntando la historia del devenir, «una historia mitológica universal narrada desde el punto de vista del cambio», y forman una especie de enciclopedia en movimiento de los relatos más famosos de la Antigüedad.”

Porque “las Metamorfosis -añade- son además un gran espectáculo. Aun así, su éxito no habría sido posible sin la contribución de al menos cuatro factores fundamentales: el hecho de que en las historias se concentren toda la infelicidad y todas las pasiones que reinan en el mundo de los hombres y las mujeres; el estilo enormemente económico de la narración; la inagotable energía que emana del conjunto, y la capacidad de adaptarse a los criterios interpretativos de épocas distintas o de formar parte de ellos.”

Sin creerla, como pura ficción, los relatos de las Metamorfosis proponen una historia mágica del mundo; trazan un mapa de los sentimientos; hablan -sin moraleja y con comprensión- de las virtudes y los defectos de los hombres, de amores problemáticos y separaciones traumáticas, de la desolación de las guerras, de las relaciones conflictivas entre los dioses y unos hombres que les habían ganado definitivamente el territorio.

Por esa comprensión de la complejidad de lo humano, un Ovidio alejado de la intención didáctica y de la convicción religiosa prefiere practicar la literatura en estado puro y afrontar la realidad desde distintas perspectivas que abordan el mundo interior y el mundo exterior y explican los cambios de tono del libro: de lo épico a lo lírico, de lo serio a lo humorístico, de lo elegíaco a lo celebratorio en relatos que van desde la creación del mundo hasta César, desde las edades del hombre hasta Pitágoras. Y en medio, Acteón y sus perros sin dueño, Dafne y Apolo, Píramo y Tisbe, Adonis y Meleagro, Sálmacis y Hermafrodito, Céix y Alcíone, la doble vida de Tiresias, Eco y Narciso, Ganimedes y Proserpina, Orfeo en los infiernos, otra versión de la guerra de Troya y de Eneas o la tela de Aracne.

Dante, Garcilaso o Shakespeare les deben a estos relatos de transformaciones una parte sustancial de sus argumentos, como la pintura de Tiziano o de Velázquez, como la música de Vivaldi, la ópera o la escultura.

Escrito con sostenido apasionamiento lector, este ensayo de Boitani es un intenso homenaje a las Metamorfosis y a Ovidio, que “ahora exiliado en el mar Negro como Pitágoras en Crotona, concluye las Metamorfosis refiriéndose a sí mismo. El poeta sabe que ha escrito un libro que vivirá para siempre.”

Una refutación del tiempo que -como escribía el poeta en el Epílogo- “no podrán destruir ni la ira de Júpiter ni el fuego ni el hierro ni el tiempo que todo lo devora.”

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