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Las cosas que nos unen a los bolivianos

Homero Carvalho Oliva

La bronca, nuestro virus

Bolivia vive una época de encolerizados regionalismos, de trasnochados fundamentalismos y de anacrónicos racismos producto de una evidente crisis nacional que se ha agravado desde año pasado con la renuncia de Evo Morales. ¿Fue golpe o no fue golpe? Cada bando cree tener la razón más allá de cualquier fundamento legal o legítimo.

La crisis sanitaria ha contribuido a ahondar las diferencias. Los que creen y lo que no creen en el virus. Los analistas señalan que esta crisis se refleja en una frenética, y aparentemente imparable, búsqueda de diferencias como si formara parte de una sistemática campaña de desencuentros, cuya estrategia final pretende agudizar los enfrenamientos violentos. Sin embargo, también hay gente que afirma que no hay de qué preocuparse, porqué en Bolivia siempre hemos vivido así y nunca pasa nada porque así no más somos los bolivianos. Siempre llegamos al borde del abismo y …

Bajo este aciago panorama, cargado de odios, se hace necesario mostrar a quienes quieran ver que, también, hay algunas cosas que, a lo largo de más de ciento noventa y cinco años de vida republicana en común, nos unen. Y nos unen como habitantes de una patria que compartimos con nuestros defectos y nuestras virtudes.

Sabemos que antes de la llegada de los españoles había grandes civilizaciones y pequeños pueblos en este continente que se llamaba Abya Yala y que luego de la conquista se llamó América. Sabemos también que esas culturas poseían maneras diferentes de ver y entender el mundo y que había culturas dominantes y culturas dominadas. Sabemos que la conquista estableció un dominio y un orden colonial diferente y monopólico, pero también sabemos que siempre hubo resistencia cultural, tanto en la Colonia como en la República y que esa resistencia fue creando lo que ahora somos: un país en permanente proceso de construcción con un abigarrado conjunto de etnias y culturas populares. Son más de treinta etnias que habitan nuestro territorio, las más numerosas son la quechua y la aymara y les siguen la guaraní y la chiquitana.

En la región amazónica se cuentan decenas de pueblos de origen arawaks o caribeños y algunos cuyos orígenes se pierden en la memoria de los llanos que han hecho soñar a investigadores y poetas con civilizaciones míticas como los atlantes.

Bolivia es un país complejo, pero no incompresible como algunos quieren clasificarnos. En el territorio boliviano existen culturas más dominantes que otras, cuyas prácticas se han expandido y que todos y todas hemos ido heredando y trasmitiendo a nuestros descendientes.

Lo indígena y lo blanco

En la actual sociedad boliviana la presencia de lo indígena u originario está vigente en lo cotidiano, aún en aquellos sectores que somáticamente no son ni siquiera mestizos. Aunque también lo occidental lo está en el mundo indígena, un ejemplo es la vestimenta de la chola en todas sus expresiones regionales cuyos orígenes son españoles al igual que el tipoy o la camijeta en el oriente impuesta por los jesuitas.

Tal vez el ejemplo más claro de este sincretismo sea la religión popular, cuya matriz de origen cristiano ha sido reinterpretada de acuerdo a las raíces de cada cultura. El símbolo más evidente de este proceso es la Virgen María, Madre de Dios y la Pachamama, la Madre Naturaleza. La imagen que gráfica esta simbiosis es la de “La Virgen del Cerro” cuyo original se conserva en la Casa de la Moneda de Potosí.

Otra muestra de este sincretismo lo encontramos en las misiones jesuíticas, las danzas, las artesanías, la música, los tejidos, la cosmovisión de estos pueblos están hilvanados con el espíritu religioso impuesto por los seguidores de Loyola. La religión católica es algo más que un simple credo entre la población indígena u originaria del oriente es parte esencial de su vida en sociedad-.

Aceptar nuestro pasado. El poeta colombiano Jotamario Arbeláez, escribió poema denominado “Antepasados” en el que señala: “Mis antepasados entraron a sangre y fuego en América conquistando y arrasando/ Mis antepasados se defendieron con los dientes de esta invasión de bárbaros// Mis antepasados buscaban el oro para cuadrar las arcas de sus monarcas y saciar sus propias sedes// Mis antepasados ocultaron el oro de sus ritos bajo tierra y bajo las aguas// Mis antepasados nos robaron la tierra/ Mis antepasados no pudieron recuperarla/ Cómo siento en el alma no haber estado en el cuerpo de mis antepasados// ¿De parte de cuáles de mis antepasados me pondré contra cuáles?”

Ahora bien, ubicándonos en la época contemporánea cada región, así como cada ciudad, ha ido modelando su propia cultura. Por eso no es lo mismo un tarijeño que un paceño, que un cruceño, o un beniano o de cualquiera del resto de los departamentos pues cada cual posee su subcultura urbana popular, campesina o indígena, forjada desde lo local que los hace diferentes desde su lenguaje cotidiano, sus aspiraciones, las forma de recrearse, vestir o comer. Sin embargo, tenemos algo en común: Bolivia, es decir somos bolivianos.

Lo boliviano nos ha hecho ser parte del desarrollo de las regiones. Por eso en Santa Cruz hay gente que proviene de occidente y, tal vez, no gusta de bailar taquiraris o comer majadito, ni siquiera habla como camba, pero se siente cruceño y lo mismo sucede en el Beni, Tarija o con los hijos de cambas criados en La Paz o Cochabamba.

En El Alto, la única ciudad boliviana con una marcada adscripción étnica aymara, los jóvenes escuchan rock metálico, bailan cumbia villera y quieren hablar inglés a diferencia de sus pares del campo. Sin embargo, ya los alteños son paceños y defienden sus intereses regionales como los cruceños defienden los suyos, pero ambos son bolivianos.

Más allá de las diferencias hay algo que une a los jóvenes de Santa Cruz, El Alto y La Paz. Ese algo común intangible es el sentido de pertenencia a una nación, la nuestra, la boliviana.

Es cierto que Bolivia es un nombre impuesto, proveniente de una figura romántica que la historia rescata como el libertador, pudimos llamarnos otra cosa: Charcas, collasuyo, Paitití, la república de Juana Azurduy ¿por qué no? En fin… nos llamamos Bolivia y eso es algo que en estos 195 años se ha vuelto un sentimiento nacional, inexplicable como todo sentimiento. Todos los nacidos en este territorio se consideran bolivianos y eso nos hace pertenecer a algo y ser parte de algo, como en el amor. Renegamos de quién amamos, pero, a la hora de la verdad, no negamos nuestros sentimientos.

Y estos sentimientos se han ido expresando en la cultura o en las culturas nacionales, creando palabras, apropiándose de ellas, creando música, artesanías, tradiciones, leyendas, mitos rurales y urbanos. Creando vida más allá de las diferencias que las hay, las hay, porque si no las hubiera el mundo sería aburrido ¿imagínense que todos seamos iguales? ¿Imagínense que nuestra pareja piense igual? No tendríamos con quién dialogar, a veces es bueno discutir para llegar a un acuerdo.

Solamente para que nos reconozcamos voy a detallar algunas de estas cosas, ya sean buenas o malas, no importa, porque debemos aprender a querernos con nuestros defectos y con nuestras virtudes, y lo hago para que los profetas de las diferencias se muerdan la lengua recordándolas:

En el lenguaje:

Puede ser que tengamos una lengua indígena materna pero la mayoría hablamos castellano. Por encima de los “dejos” o acentos propios de cada región, fenómeno que se repite en todos los países del mundo con sus propias y simpáticas características, en Bolivia debemos reconocer que muchas de las palabras que creemos propias de un lenguaje regional provienen de otros ámbitos lingüísticos del mismo territorio nacional. Así es como tenemos palabras del habla oriental o “camba” que tiene origen quechua o aymara. Tal es el caso de “pascana”, “patasca” o “liquichiri” y no es raro escuchar a un joven colla (paceño) decir que ya tiene “corteja” refiriéndose a su enamorada. (Complete la lista)

En la música:

Nadie puede negar que la voz más hermosa que se haya escuchado en nuestro país haya sido la de la cruceña Gladis Moreno, a quién la Universidad de San Simón y el Concejo Municipal de Cochabamba le brindaron un merecido homenaje que ni siquiera en su tierra cruceña se lo habían ofrendado. Ahora ese lugar lo ocupa la orureña Zulma Yugar, una leyenda de nuestra música.

El segundo himno cruceño fue escrito por el orureño Gilberto Rojas y que “Niña Camba”, uno de los taquiraris más divinos que se han podido crear también sea de otro compositor de la ciudad de la espectacular Diablada: César Espada. O que la “En las playas desiertas del Beni”, fue escrito por el cochabambino José Aguirre Achá. El segundo himno paceño, Collita, fue compuesto por el cochabambino Fernando Román Saavedra en ritmo de taquirari que es un ritmo oriental. ¡Oh Cochabamba querida!, el segundo himno de la llajta es un taquirari.

Cuando salimos al exterior ya seamos cambas, collas, chapacos, chaqueños, nos emocionamos al escuchar las canciones de los cochabambinos Kjarkas o las interpretaciones de la tarijeña Enriqueta Ulloa que fue concejal en La Paz o de Gisela Santa Cruz.

Una pregunta de referéndum: ¿Sabe usted cuántas veces ha cantado “Viva mi patria Bolivia? ¿Sabe usted que en el gran corso cruceño ya se baila la paceñísima danza caporal y que una fraternidad cruceña ganó el concurso nacional de caporales?

En la ciudad de La Paz la mayoría de las fraternidades que integran la popular entrada folclórica del Gran Poder están constituidas por mestizos. Es obvio que los indígenas u originarios no bailan las danzas que en las ciudades se esmeran en perfeccionar. ¿Acaso ha visto usted a un indígena del oriente saltar como lo hacen los bailarines de los Tobas en las ciudades andinas? Y se supone que el baile es de tierras bajas. 

En la literatura:

Jorge Suárez, poeta y narrador yungueño, escribió “El otro gallo”, uno de los más simpáticos y representativos cuentos de la idiosincrasia cruceña y el beniano Ruber Carvalho “La mitad de la Sangre”, una novela que bien puede ser la historia de Santa Cruz y El Beni los últimos cien años. Dos paceños Raúl Botelho Gosalvez y Augusto Céspedes escribieron las novelas “Borrachera verde” y “Trópico enamorado” respectivamente, ambas situadas geográficamente en El Beni.

El escritor cruceño Enrique Finot escribió “El cholo Portales” donde el protagonista es un personaje mestizo del occidente boliviano. No creo que exista algún boliviano que no se sienta orgulloso del paceño Franz Tamayo, del potosino Ricardo Jaimes Freyre, o que no se conmueva leyendo los versos de los paceños Jaime Sáenz y Oscar Cerruto, del cruceño Raúl Otero Reiche, de la orureña Alcira Cardona, del tarijeño Octavio Campero o del sucrense Edmundo Camargo o llore con las poéticas canciones de la chuquisaqueña Matilde Casazola. En la actualidad tenemos extraordinarios escritores, tanto poetas como narradores que ganan premios y son publicados en el extranjero con mucha frecuencia. ¡Todo un orgullo nacional!

¿Qué hace posible estas paradojas?: Que hemos nacido en un mismo territorio: Bolivia, somos bolivianos.

En la religión:

Sabemos que Bolivia es un país de mayoría católica que venera a Vírgenes, la mayor cantidad de fieles y devotos a la Virgen quechua de Urkupiña son cruceños y no es extraño ver al Ekeko, el idolillo enano barrigón de la abundancia, en hogares de tierras bajas. Los que se compran camiones primero los hacen bendecir en la iglesia y luego los ch’allan.

En lo político: Así como no todos lo que se dicen de izquierda lo son, no siempre los alcaldes nacidos en sus municipios han sido los mejores: Hernán Castro, nacido en Vallegrande, es recordado como uno de los mejores alcaldes de la ciudad de los anillos; Manfred Reyes Villa, paceño, lo fue de Cochabamba. Juan del Granado, cochabambino, tiene la preferencia de la ciudad de La Paz. El cochabambino Ernesto Suárez fue Prefecto del Beni.

¿Se han preguntado cuántos de los diputados realmente han nacido en los Departamentos que representan? ¿Saben cuántos dirigentes del Comité Pro Santa Cruz nacieron en otros departamentos? Quien fuera Presidenta de la Asamblea Constituyente, Silvia Lazarte, representó a Santa Cruz, pero nació en Cochabamba.

Es evidente que somos un país muy politizado, es bueno que lo seamos, pero eso nos está llevando a que las discusiones no sean productivas porque ninguno acepta los argumentos del otro; en Bolivia no hay adversarios hay enemigos y esos vale para todo: incluso para los oficios y profesiones. Es necesario disminuir las tensiones revanchistas y resentidas para garantizar la limpieza de las elecciones presidenciales porque así parece que los verdaderos monstruos de la historia boliviana son nuestros políticos.

En las artesanías:

Que me parta un rayo si miento: cuando viajamos al exterior o despedimos a un amigo extranjero lo primero que hacemos los cambas es comprar artesanía colla para que nos recuerden y los collas adquieren recuerdos de Arte campo en Santa Cruz. ¿Hay algo más suave que una manta de vicuña? ¿Algo más cómodo que una hamaca guaraya?

Fíjense que cuando hablamos de artesanías no lo hacemos de un artista, hablamos de una comunidad. Decimos este es un tejido tarabuqueño, un tallado chiquitano y afuera la gente dice: Lo hicieron en Bolivia y nosotros somos bolivianos.

Soberanía:

En las fronteras los restaurantes con nombres guaraníes, aymaras o quechuas y los platos que ofrecen sientan la verdadera soberanía nacional. Así en San Matías, Cobija o Guayaramerin, por ejemplo, hay muchos restaurantes locales que sirven feijoada, pero cuando se lee Restaurante Tiwanaku y en la oxidada pizarrita colgada en la puerta vemos que se sirve “Fricasé”, no cabe la menor duda que estamos en territorio boliviano.

De la comida su lluajwa:

Si de comidas se trata los bolivianos nos sacamos el premio gordo cuando hablamos de la gran diversidad de sabores, colores y olores que enriquecen nuestra cocina criolla o popular. Desde la pobre lawa de jankaquipa, el locrito de gallina, del saice, el karapecho, la sajra hora, los cangrejitos, los ispis, hasta llegar a los sofisticados picantes chuquisaqueños, ningún país del mundo se precia de tanta variedad. La papa rellena está de moda gracias a Netflix, aunque no faltan los envidiosos (característica de algunos bolivianos) que reclaman por otros productos, deberíamos estar felices porque un programa extranjero destaque algo nuestro y no reclamar porque no eligieron lo que nos gusta a cada uno de nosotros. Dejemos de ser mezquinos, si alguien no le gusta la papa rellena que coma lo que gusta y listo.

Para contentar a algunos extremistas regionalistas habría que ir a la frontera con Perú y poner “Hoy: masaco de yuca”. Y hablando de comidas, ¿habrá alguien que no haya comido una salteña? El locoto ya es patrimonio nacional tanto como la kantuta o el patujú.

En La Paz, Cochabamba y Sucre son tradicionales los lugares para tomar té donde sirven “horneao camba”.

En las artes plásticas:

¿Acaso cuando miramos los arcángeles arcabuceros no nos sentimos orgullosos de que hayan sido imaginados y pintados en territorio de lo que ahora es Bolivia? Los murales del sucrense Walter Solón, del paceño Miguel Alandia, y del cruceño Lorgio Vaca, son admirables; tanto como los hermosos cuadros de los paceños Arturo Borda y de Armando Jordán, los orureños hermanos Lara, las acuarelas del paceño Ricardo Pérez Alcalá, del cruceño Tito Kuramoto; así como de la paceña María Luisa Pacheco y de tantos otros. También tenemos y tuvimos artistas extranjeros que se vinieron a vivir a Bolivia como Jorge Rózsa de Hungría. En general mucho de nuestros maravillosos artistas plásticos exponen en galerías de todo el mundo.

Festivales internacionales:

Los Festivales culturales que tanto prestigio le han dado al país fueron producto de gente nacida y no nacida en esas tierras amazónicas y andinas. A gente cruceña como Marcelo Araúz, Alcides Parejas, Bolívar Carvalho y Cecilia Kenning se le debe los más importantes festivales de Música Barroca y de Teatro de Santa Cruz; a Maritza Wilde, que vino a Santa Cruz, únicamente, a organizar el Primer Festival Internacional de Teatro y luego lo hizo en La Paz.

Las Ferias internacionales del libro son toda una hazaña que han contribuido a ampliar el mercado del libro, lamentablemente este año serán virtuales y hay que apoyarlas, en la de Santa Cruz muchos de sus organizadores no solamente han nacido esta ciudad.

En Sucre algunos de los antiguos Festivales Internacionales de Cultura fueron dirigidos por orureños. Y si vamos más allá veremos que la mayoría de los integrantes de Teatro de Los Andes, la gloria teatral nacional, que eligió el hermoso valle de Yotala para vivir y crear vienen de otras latitudes como Argentina e Italia. Estos son algunos ejemplos.

Deportes

No crean que olvidé el fútbol, deporte de multitudes, si cada vez que juega nuestra pobre selección renovamos nuestros votos esperando un milagro. Y aunque el milagro no suceda, nunca hemos dejado de apoyar a nuestra selección, sencillamente porque a quien amamos le perdonamos sus defectos y los bolivianos tenemos muchos.

Sin embargo, tenemos deportistas que se destacan en el raquet, el tenis, la natación, fútbol femenino, fútbol callejero, artes marciales y muchas otras disciplinas y eso debe llenarnos de orgullo.

El sacrificio

¿Recuerdan cuantos paceños, benianos, orureños, cruceños, cochabambinos, potosinos, tarijeños, pandinos y chuquisaqueños murieron en la Guerra del Chaco?: En el “Infierno Verde” murieron más de 50.000 compatriotas y esas muertes también nos unen.

Si bien el centralismo andino tuvo y tiene sus males, no toda la culpa la tuvieron los gobernantes paceños, porque es cierto que de 63 presidentes de la república desde 1826 a la fecha, la mayoría nacieron en el departamento de La Paz, 24 para ser exactos, 16 nacieron en Cochabamba, 9 en Chuquisaca, 4 en Potosí, 3 cruceños, 3 tarijeños, 1 de Pando, 2 de Beni y 1 de Oruro.

Así que podríamos afirmar que la responsabilidad de lo que estamos viviendo ahora es compartida en mayor o menor escala por los bolivianos. Muchos me dirán que no gobernaron y que no les echemos la culpa a ellos. Quizá las nuevas generaciones se libren, pero los que hemos participado de estos 38 años de democracia somos corresponsales de lo que estamos viviendo. Bueno ahora tenemos la oportunidad de enmendar nuestros errores.

Los defectos

Como este es un intento de reflexión sincera debemos reconocer que el mar es la verdadera religión de los bolivianos y los sumos sacerdotes son los gobernantes de turno, la reivindicación marítima es un dogma de fe y los dogmas no se discuten, el que no cree en el mar es un hereje; un tema sensible. Sin embargo, cuando los dioses les fallan a los creyentes, la culpa la tienen otros: El imperialismo norteamericano, el protocolo de los sabios de Sión, los reptilianos, la maldad del mundo capitalista, el odio a nuestro presidente indígena, en fin…todos, todos, menos nosotros. ¿Cómo no íbamos a creer en nuestros dioses del mar si hasta hicimos la bandera más larga del mundo? Todos nos engañamos y por tanto somos culpables de pensamiento, palabra y omisión. Pero, no nos preocupemos mucho, de aquí a un tiempo aparecerá otro sumo sacerdote y, como buenos creyentes, volveremos a encender velas a las deidades del mar y a costurar otra bandera infinita. 

Cuando amamos debemos hacerlo asumiendo los defectos y virtudes del otro, es la única forma de hacerlo porque la ilusión se desvanece rápido. No todo es bueno ni tiene porque serlo, ya dije que los bolivianos tenemos muchos defectos y entre ellos hay algunos que nos identifican como la impuntualidad, los bolivianos somos puntualmente retrasados siempre llegamos media retrasados a nuestras citas y todavía pedimos que “por respeto” a los retrasados sigamos a esperando cuando la consideración debería ser a los que llegaron puntuales.

Ya mencioné la envidia que se repite en todos los oficios y profesiones, el éxito de los otros suele imperdonable para algunos o la felicidad, no hay cosa que odien más los infelices que verla en otros hogares. Por suerte no son muchos, aunque en esta cuarentena la maledicencia se posesionó de las redes porque como los chismosos no pueden salir a diseminar sus falacias en bares y cafés, entonces lo hacen a través de sus teléfonos en chats privados o públicos. En mi oficio sé de algunas personas que han tomado las redes por asalto para difundir infamias y calumnias contra sus colegas escritores por el simple hecho de que han ganado un premio, los han publicado en el exterior o los invitan a compartir sus textos en videoconferencias. Tanto así que ya circulan demandas contra ciertas personas por libelos infamatorios. La manera más eficaz de cortar la lengua de los chismosos es con la tijera de la indiferencia.

Nuestra diversidad cultural. –

Esta diversidad cultural no debería ser un problema, sino la solución misma aprovechando la experiencia histórica y los conocimientos y quehaceres ancestrales acumulada por nuestros pueblos. Nuestra diversidad cultural debería ser nuestro mayor capital como nación, en la que se apoye todo el entramado conceptual y principista del nuevo pacto social que esperemos resulte de todo este caos. De toda esta ch’ampa guerra” dijo un colla; de este “chirivital” apoyó un camba.

Esta cuarentena debe hacernos reflexionar sobre nuestro futuro como sociedad y como nación. Debemos construir una nueva patria sin exclusiones, mirando hacia el porvenir. Y no se trata en este proceso de olvidar las identidades diferenciadas, sino de fortalecerlas en la relación intercultural.

Según el informe del PNUD “El Estado del Estado” los bolivianos nos sentimos interculturales y estamos orgullosos de nuestra diversidad, y compartimos valores y principios comunes que hace que el “sentimiento promedio de bolivianidad sea más alto que hace dos años y lo mismo sucede con el orgullo nacional y con el nivel de acuerdo con la idea de que los bolivianos tenemos valores en común”.

Hay que pensar lo nacional desde lo plural, aceptando que las bolivianas y los bolivianos no poseemos una cultura uniforme pero que estamos orgullosos de ser diversos. El nuevo proyecto nacional que surja de esta crisis sanitaria, económica y social, debe basarse en este presupuesto tomando el proceso histórico vivido hasta hoy. El desafío de hacerlo mejor que nuestros antepasados es de todos nosotros, indígenas, originarios, campesinos, afrodescendientes y “población culturalmente diversa” como nos encasillaron a los mestizos en la CPE, a los ninguno, a los que no tenemos adscripción étnica nativa, todos nosotros tenemos la desdicha de vivir este momento histórico que debe ser tomado como una oportunidad para reencontrarnos. El pasado no debe ser una cadena que nos impida volar, el pasado simplemente debe recordarnos lo que nunca queremos volver a ser. Debemos compartir los logros de bolivianos que se destacan en la ciencia, la cultura y el deporte

Cada uno de los bolivianos hemos aportado lo nuestro en la construcción cotidiana de la interculturalidad y por eso creo son más las cosas que nos unen que las que nos separan. Y si estas cosas que he señalado no pueden unirnos no sé qué podrá hacerlo, queridos compañeritos, hermanitos, amigos, camaradas, parientes y primos.

¿Alguien se acuerda lo que significa “vale un Potosí”? Yo creo que hay bolivianas y bolivianos que valen eso y mucho más y este es el momento de valorarnos tal cual somos: indígenas, originarios, mestizos o blancos.

Para hacer real esta abstracción transcribo un pequeño, pero sazonado, testimonio que, hace un tiempo, me envió por correo electrónico John Calvi Maldonado respondiendo a la anterior provocación: “Provengo de un padre cochabambino, madre paceña, tengo una hermana paceña y otra cruceña además de un cuñado beniano. Por otra parte, estoy casado con una chuquisaqueña y mis hijos son cochabambinos. Yo he nacido en La Paz, vivo en Santa Cruz, pero me siento más cochabambino, aun así, no lo puedo ver al Wilsterman. Me gusta la yuca, especialmente frita y no me gusta el chuño, entre un fricasé y un majadito prefiero el fricasé, pero entre un chairo y un majadito prefiero el majadito”.

¿Seguimos con la lista? O ¿Usted boliviana o boliviano nacido en cualquier lugar de nuestra patria quiere agregarle algo de su propia cosecha? Vamos, los invito jugar para que nos interrelacionemos.

Homero Carvalho Oliva es escritor beniano, criado en La Paz y residente en Santa Cruz

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