La cobardía de Evo Morales es bien conocida. En 2019 pidió auxilio al gobierno mexicano para escapar de Bolivia inmediatamente después de destituir de manera expedita al Tribunal Supremo Electoral, declarar nulas las elecciones generales y presentar su renuncia como presidente de Bolivia. Luego declaró que fue “golpe”…
Una cronología acuciosa, sugiere que el avión que le envió López Obrador ya había despegado de México cuando Morales renunció. No pudo aguantar siquiera un par de días en la tierra de nadie del Chapare, donde funge como cacique máximo y donde vive refugiado porque ni siquiera puede tomar un vuelo comercial sin que lo insulte la gente.
Su cobardía proverbial volvió a hacerse notoria el miércoles 10 de julio cuando hizo un berrinche en la reunión de dirigentes políticos invitados por el Tribunal Supremo Electoral para encontrar soluciones al entorpecido cronograma de las elecciones primarias, judiciales y generales. Con lógica aplastante la mayoría estuvo de acuerdo en que las elecciones primarias eran un malgasto de dinero y corrían el riesgo de postergar las elecciones judiciales y por lo tanto las generales de 2025.
Cuando Evo Morales se dio cuenta de que estaba en franca minoría, pateó el tablero (siempre fue mal perdedor, recuerden el rodillazo en un partido de fútbol) y salió de la sala con la cola entre las patas, para luego declarar en conferencia de prensa: “nos ganaron, reconozco, respeto”, como si se hubiera tratado de un partido de fútbol de los que jugaba todos los días cuando era presidente. Así volvió a poner en evidencia su incapacidad y cobardía para el diálogo, la misma que mostró durante 15 años en la presidencia, sin aceptar jamás un debate con otros candidatos. No sabe hablar civilizadamente, sólo sabe dar órdenes y consignas.
Su único objetivo en la reunión con el TSE era añadir el punto 13 (número de mala suerte) al acuerdo del Encuentro Multipartidario: su permanencia indefinida como presidente del Movimiento al Socialismo (MAS), es decir, su propia sobrevivencia como dirigente. Obviamente nadie aceptó que hubiera reglas excepcionales para el autócrata chapareño. El pánico que siente ante la idea de perder el poder y los privilegios que le otorga el puesto de dirigente político fue notorio en la declaración que hizo después a los medios, donde se lo notaba incómodo, temblaba y se enredaba al hablar. No lo acompañaban los habituales adláteres (su abogado y sus exministros) seguramente para no pasar vergüenza ajena.
Morales teme ser remplazado a la cabeza del MAS, con el mismo temor que a lo largo de sus 15 años en el poder, no cedió la presidencia de las seis federaciones de cocaleros del trópico de Cochabamba, a pesar de constituir un caso flagrante de conflicto de intereses (que no fue objetado por ninguno de los sumisos tribunales electorales que lo sirvieron, ni por el poder Judicial servil, ni por el poder Legislativo donde tenía mayoría). Lo cierto es que el prócer de Orinoca teme a los mal llamados “movimientos sociales” (cría cuervos y te sacarán los ojos…), que él mismo creó para desarticular y aniquilar al histórico movimiento sindical (COB, FSTMB, etc.), y además desconfía de los jóvenes dirigentes masistas que se perfilan para sacarlo de la jugada.
Y ya que hablamos de esos jóvenes del MAS, algo que llamó mi atención cuando se levantó y salió abruptamente del Encuentro Multipartidario en el TSE, es que detrás de él salió como perrito faldero el senador Andrónico Gutiérrez, a quien muchos masistas ven como el reemplazo generacional de Evo Morales.
Este Andrónico (que dista mucho de ser el “hombre victorioso” de los griegos), no parece darse cuenta de que no fue invitado a esa reunión como segundón de Evo, sino como presidente del Senado. Su responsabilidad en el Encuentro Multipartidario era representar a todos los senadores y senadoras, y no desempeñarse como caniche de Evo Morales. Con ese paso en falso, Andrónico demostró que su futuro político es tan precario como el de su jefe. Ninguno de los dos sabe distinguir entre una función de Estado y su pertenencia partidista.
Se me ocurre que habría que darle una oportunidad a Evo para que muestre su valentía y aprenda a amarrarse solito los zapatos. Ya que no está conforme con el acuerdo logrado en el Tribunal Supremo Electoral sugiero que se declare en huelga de hambre en las puertas del TSE, pero que sea una huelga de hambre seca y hasta las últimas consecuencias, sin retroceder. Yo apoyaría esa valiente decisión al igual que la mayoría del pueblo boliviano, incluyendo sus acólitos más cercanos, para quienes el cacique del Chapare se ha vuelto una carga difícil de sobrellevar.
@AlfonsoGumucio es escritor y cineasta