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La poesía espejo del alma

Angélica Guzmán Reque

“Hombre, hazte esencial: cuando el mundo pase, lo que es del azar, caerá: la esencia quedará” 
Ángelus Silesius

La poesía es una expresión tan antigua, como antiguo es el sentimiento de la emotividad que nos envuelve a todos. No hay ser humano que no sienta, ame o, finalmente odie con su forma de expresar lo que siente.

Se habla de sus raíces originales, desde la época de los griegos, quienes parecería que fueron los que mejor experimentaron los sentimientos que bullen en todos nosotros y, tenemos, no solo la obligación, sino el derecho de expresarlos para evitar el colapso emotivo y, cuántas veces, la muerte inminente por la falta de oxigenación en el corazón porque una emoción fuerte y sentida hace que el organismo se desequilibre.

Quizá fueron los griegos quienes ordenaron esas ideas, que, en principio eran cantadas acompañadas de la lira, instrumento musical, propio de aquella época. Sabemos que los poemas homéricos, posteriormente traducidos a la prosa, fueron cantados. Poemas que expresaban y expresan las guerras que tuvieron que sortear los grandes héroes, acompañados de sus dioses, fuerza vital y de fe que los acompañaban con cereza de realización, desde donde surgieron grandes héroes que hoy son recordados en mitos y hazañas sobrehumanas. Y, si indagamos en la historia de nuestras culturas, sencillas, pero vividas, sus sentimientos de amor a la naturaleza y sus efectos, también eran cantados en ruedas de amor y comunicación, incluso acompañados del baile y la expresión de todo el cuerpo. 

Como podemos sentir, la poesía siempre estuvo y está del lado de la vida emotiva, de esos sentimientos que nacen del corazón, que nos hacen expresar palabras que se exprimen desde el amor y, también de la nostalgia. Emocionantes expresiones que, de algún modo, evitan el desborde de fuertes emociones, tanto del concepto de la vida, como el de la muerte. Esperanzas que se quiebran en torrentes de luz o de desolación. Senderos interminables de corazones descalzos. Suspiros que agobian el corazón, pero estallan en el amor. Palabras y más palabras, soliloquios consigo mismo frente al amante de la emotividad despierta, en la penumbra de la nostálgica soledad. Tantos y tantos sentimientos que, todos vivimos porque son parte inherente a nuestro ser humano, a nuestro ser sensible.

Se dice que la poesía es la menos buscada, la menos leída, Si nos preguntamos ¿qué pasa con la humanidad de nuestros días? quizá podamos encontrar una respuesta. Hacemos que el valor primigenio de hoy sea el dinero, lo objetivo, la utilidad de las cosas. De esta manera somos culpables de fomentar a un ser frío, a un ser que está desterrando su ser emotivo y no se emociona por nada, solo aquello que le es útil, para luego desecharlo. Un gran porcentaje de padres no sienten el amor por sus hijos, dejan que se críen fuera del calor del hogar. ¿cómo queremos despertar sentimientos de amor por la belleza de la vida y el amor correspondido? En el momento en que sea el AMOR, el primer valor del sentimiento y la vida emotiva, seguro volveremos a ver a niños y jóvenes en busca de los poemas que le ayuden a comprender que la emotividad existe y nos ayuda a sentir.

Volvamos a sentir admiración y respeto por la belleza de un paisaje, por la sonrisa de un niño, sintamos vibrar nuestro espíritu por la armonía del trino de las aves, contemplemos un atardecer en la penumbra del día, vibremos con el abrazo de la madre, o del padre. Entonces, solo entonces volveremos los ojos de ensoñación a la poesía. Nos dice Manuel Altolaguirre: “La poesía es mi principal fuente de conocimiento. Me enseña el mundo, y en ella aprendo a conocerme a mí mismo. Ella nos hace unánimes, comunicativos. ”

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