Blog Post

News > Etcétera > La niña del avión

La niña del avión

Christina Ramalho[1]

Volé de París a Lisboa, dejando que mis pensamientos se volvieran locos, como las nubes que se ofrecían a la contemplación serena de mi cuerpo relajado, pero un poco cansado de las últimas tareas académicas. Siempre que estoy fuera de casa, hay un compromiso explícito con las divagaciones sobre el sentido de la vida, las pertenencias, las diferencias, las relaciones humanas. Y el avión amplía este compromiso, porque nuestra fragilidad en la situación de volar con las alas ajenas deja muy claro que solo tenemos el pensar como un remanente de nuestra humanidad. Así me fui, rehén absoluta de la voluntad del pájaro metálico gigante e incluso en estos tiempos tan tecnológicos, impresionante.

A mi lado, sentada y algo inquieta, una niña de unos doce años, dueña de ojos redondos y vivaces, estiró el cuello en busca de alcanzar la vista de la pequeña ventana de la que yo, al parecer, era la dueña. Estaba claro que su deseo era el paisaje, y yo tenía muchas ganas de darle mi lugar, pero en la tercera silla, su padre, serio y concentrado, me puso tímida. Además, yo no sabía el idioma que hablaban, lo que aumentó mi timidez. Sin embargo, le di todo el espacio que pude, para que la hermosa niña complaciera su curiosidad por el cielo, las nubes y poco más.

Obviamente, la niña no tenía nombre para mí. Me pregunté cuál sería. La miré de reojo y noté detalles como sus juguetes azules, sus uñas con estrellas brillantes, sus pantuflas, su bolso lleno de florecitas. Pero ella, concentrada en la búsqueda del cielo, no notó mi indiscreta curiosidad.

De repente, la comida a bordo. Rechacé. Estaba cansada de las comidas en avión. Ella aceptó fácilmente, pero pronto me di cuenta de que nada parecía complacerla mucho. Invirtiendo el orden de las cosas, comenzó con el postre. Pequeños trozos de pera, que ya había conocido en el vuelo de ida. Unos trocitos duros e insípidos… No había otro postre. Se quedó en la primera pieza y pronto tapó el recipiente pequeño. Fue por algo entre un panqueque y una lasaña. Un bocado fue suficiente. No había nada que pudiera ser de interés para una jovencita ciertamente acostumbrada a otros sabores. Decepcionada, cerró los paquetes y dejó que sus ojos se perdieran, sin comida, sin ventana, sin nada. Yo, como tenía un Toblerone en mi bolso, traté de ofrecerle un trozo, pero ella se negó. ¿No le gustaría el chocolate? ¿Rechazado por educación excesiva? ¿O fue la figura del padre quien la puso bajo control? Comí un pedacito y guardé lo que quedaba en la bolsa. Ella perdió interés en mi regalo.

Una hora más de vuelo y estaríamos en París, pero seguramente el tiempo debía haber parecido eterno, dadas las limitaciones que le imponía la situación. Decidió dormir. Y me concentré de nuevo en mis divagaciones.

De repente, un peso ligero en mi hombro. Dormida, la niña había dejado su cuerpo suelto, como las nubes, y el balanceo del avión hizo que su cabeza cayera hacia mí. Primero, solo un peso ligero, luego el peso absoluto de alguien que se rindió a la comodidad de una almohada imprevista: mi hombro. Y allí se quedaría hasta los minutos finales del vuelo, durmiendo profundamente, acurrucada en mi hombro y, sin saberlo, ofreciéndome una dulce ola de ternura, que me hizo bien.

Me acomodé lo mejor que pude para que mi hombro estuviera cómodo. El padre también dormía y no había visto a su hija acurrucada en mi hombro. Todo estaba en completa paz y equilibrio. La cabeza de la niña me recordó a las niñas (ya mujeres) que tengo y vi a mi Gaby e Isa también durmiéndose en mi hombro. Quería hacerle un cariño en su cabello, como lo haría con mis hijas. Esa criatura joven y desconocida fue, momentáneamente, una hija dormida en la comodidad de su madre. Y la amé en ese fragmento de tiempo y espacio, porque fue refugio de mi anhelo y también fue materialidad de la ligereza que solo tiene la infancia, en su maravillosa entrega a lo desconocido. Incluso esperaba que el tiempo restante fuera más lento que las manos, solo para seguir disfrutando un poco más de esa maternidad artificial y real al mismo tiempo. Volví a mirar por la ventana y me sentí feliz por la recién asumida responsabilidad de dejar que la niña disfrutara de su sueño en paz.

Unos cuarenta minutos después, se despertó poco a poco, y ni siquiera se dio cuenta de que dormía en mi hombro. O, si se dio cuenta, no pareció importarle. En cambio, levantó la cabeza perezosamente, se estiró, compuso su ropa, se puso la remera rosa que llevaba, miró a su padre y vio que aún dormía. Entonces nuestros ojos se encontraron. Y yo, no queriendo ser madre de una hija desconocida, me arriesgué: «Comment t’appelle-tu?». La respuesta fue muy breve: “Leah” (por la forma en que lo pronunció, imagino que está escrito así). Me sonrió. Yo correspondí. ¡Y c’est fini! Llegamos a Lisboa.

Leah, la chica del avión, ahora nombrada, dejó en mi hombro, en mi corazón y en mi mente la certeza de que la vida podría ser mucho, mucho más sencilla, si en cada cuerpo cansado hubiera una cabeza que aún no estuviera manchada por todas las reglas, ceremonias, protocolos y limitaciones que nos alejan de la belleza de la infancia y de la capacidad de ver en los demás, quienquiera que sea, un poquito de nosotros. Y si también hubiera hombros disponibles para encuentros inesperados. Sé que, si mi vecino fuera un adulto, probablemente yo no sería tierna ni acogedora. Al revés, malos pensamientos por supuesto me iban a pasar por la cabeza. Y esa certeza me lanza, de nuevo, a la realidad. ¿Por qué somos así? ¿Por qué, Leah, te pregunto, la infancia cuando se va, nos deja tan lejos de nosotros mismos?


[1] Christina Ramalho (1964) es natural de Rio de Janeiro, Brasil. Doctora en Letras por (UFRJ, 2004), con tesis sobre la poesía épica escrita por mujeres. Profesora-asociada de la Universidade Federal de Sergipe (UFS). Autora y organizadora de más de 35 libros de historia de la literatura, teoría y crítica literarias, además de poesía, cuentos y crónicas. Participa del grupo musical Acrópole Sergipana – https://www.youtube.com/channel/UCrb6-arzs1EgP4wSetZ0E1w. Sus libros, ebooks y creaciones están disponibles en su página web: www.ramalhochris.com. E-mail: ramalhochris@hotmail.com.

error

Te gusta lo que ves?, suscribete a nuestras redes para mantenerte siempre informado

YouTube
Instagram
WhatsApp
Verificado por MonsterInsights