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La democracia como dilema

Unos meses atrás compré el libro La casa de la contradicción, de Jesús Silva-Herzog Márquez (Penguin Random House, 2021). No lo voy a reseñar, prefiero compartir con los lectores citas para que cada quien saque sus propias conclusiones, aprovechando que esta columna es exactamente eso: un cuaderno de notas.

Leo a Silva-Herzog siempre que hay ocasión, y aunque no siempre comparta su posición, introduce una nota disonante ante el coro de intelectuales que repiten el libreto impuesto desde la política (a la derecha o a la izquierda). Por eso acudir a él es refrescante. Además su escritura es tan ágil como inteligente; al terminar un texto suyo, siempre quedo satisfecho.

Hay que señalar que el autor es mexicano y habla sobre su país, lo que no impide que mucho de lo que dice no esté prisionero ni de tiempo ni de espacio. Su preocupación es la democracia, que para él “es el estanque donde desembocan todos los ideales políticos de la modernidad”. Van párrafos desconectados que en su conjunto dibujan un solo paisaje. Disfrútenlos.

“La democracia no es un paraíso. Es algo más modesto: el único inconveniente político compatible con la dignidad”.

“La promesa democrática, dice bien el académico francés Pierre Rosanvallon, es asegurar que cada cual tenga lugar en la sociedad. Que no haya nadie invisible, que nadie enmudezca, que nadie sea tratado como prescindible. Que todos reciban el cuidado del poder público, que la voz de cada uno sea escuchada, que todo interés legítimo sea tomado en cuenta”.

“La trampa es el hábito: las reglas, hechas para ser torcidas y el Estado, una tabla apolillada”.

“No tengo la menor duda de que estamos ante el peligro de una terrible regresión autoritaria basada en la soberbia de quien se imagina como una estatua por encima de la Constitución, libre de las restricciones de la aritmética y ajeno a los fastidios de la realidad…”.

“El único gobierno justo es el que se disuelve en toda la comunidad. El poder no puede estar arriba, ni afuera. Debe ser de todos y de todos por igual”.

“La credencial democrática puede terminar siendo brutalmente opresiva”.

“El poder absoluto, así sea el del más virtuoso, del más sabio o de la mayoría, no puede conjugarse jamás con la libertad”.

“La sociedad es incapaz de un enunciado. Quien dice que el pueblo quiere algo, miente. Quien dice que el pueblo habla, pretende convertirlo en su títere. Miente porque los deseos colectivos son contradictorios, porque cambian de un instante al siguiente, porque el desacuerdo, tan natural como el agua, rompe cualquier ilusión de unidad”.

“Lo había anticipado Arendt en su estudio sobre los orígenes del totalitarismo: el súbdito ideal de un régimen totalitario no es el nazi convencido o el comunista fanático, sino esa persona para la cual no existe diferencia entre lo verdadero y lo falso”.

“Hemos desarrollado así una admirable ingeniería del aislamiento y de la radicalización. El punto de encuentro va disolviéndose (…). El centro no suscita la emoción de los extremos. Una persona de izquierda terminará ignorando el argumento de la derecha porque ni siquiera entrará en contacto con él”.

“Los radicalismos de un rumbo y del opuesto callan a los moderados, arrinconan a los conciliadores tachándolos de cobardes. El ardor, dice el poeta, sofoca a la virtud (…). Se nos exige simplificar fogosamente. Aplastar con hermética convicción al enemigo”.

“El protagonista del nuevo populismo no es el hombre-masa del que hablaba Ortega, sino el hombre-cápsula. No necesita ir a la plaza atiborrada para sumarse a la idolatría. Basta con que se deje envolver por la pantalla de su teléfono. Sus ojos ven sólo lo que quiere ver; sus oídos escuchan solamente lo que ha seleccionado para oír. No tiene curiosidad por descubrir sino ansia por ratificar. No sabe más de lo que ya sabía, pero lo quiere más intensamente. Su ignorancia es orgullosa y beligerante”.

“El populismo no es una ideología ni un régimen. Es una esponja que absorbe las demandas más diversas por vía de una enemistad común. Frente a un enemigo al que se describe como origen y causa de todas las desgracias, se constituye el cuerpo de un pueblo homogéneo y en marcha. Sea la mafia oligárquica o la invasión de los extraños, sea de izquierda o de derecha, el populismo parte el mundo en dos”.

Hugo José Suárez es investigador de la UNAM

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