Resulta que el cerco de hierro que durante años Israel ha vendido al mundo como impenetrable, imbatible porque estaba sostenido por el dedo de yahvé, no había sito tal. Por tanto, el dios de los sionistas no es el Dios creador ni el de infinita misericordia que se relaciona con el mundo por medio de lo imposible, a través de una lógica absolutamente distinta al poder militar de quienes someten a lo más débiles y excluidos. El dios sinonista es cualquier cosa menos un Dios del amor y la fraternidad. Han asesinado a miles y miles de seres inocentes amparados en el poder de su dios. El clamor de la sangre inocente se eleva desde los escombros para mostrar que la dignidad de los despojados por el poder irracional sionista, no quedará impune. Y la república islámica de Irán, independientemente, de su orientación religiosa está haciendo justicia golpeando al agresor. Es por justicia. No es ninguna agresión ni siquiera una transgresión del derecho internacional. Se hace así honor y se devuelve la dignidad a los masacrados inmisericordemente por un régimen que abandera a yhavé en su genocidio contra el pueblo palestino y otros del cercano Oriente.
El sionismo por alguna razón, quizá sea más por cuestiones religiosas que sociales estigmatizó desde siempre a los árabes. Y ese tipo de categorías y atributos, si están legitimados por una cuestión metafísica se tornan peligrosas a punto de llegar a deshumanizar al otro. Erving Goffman, en Estigma. La identidad deteriorada, el pasado siglo decía que la estigmatización: “convierte [al otro] en alguien menos apetecible –en casos extremos, en una persona casi enteramente malvada, peligrosa o débil. De ese modo, dejamos de verlo como una persona total y corriente para reducirlo a un ser inficionado y menospreciado”. Esa ha sido la mirada del sionista con el otro, el distinto, el diferente, porque no fueron escogidos por ese dios de truenos y trompetas siempre presto a aniquilar a los enemigos de Israel, porque se creyeron el cuento, la narrativa del pueblo escogido. El pueblo de Dios para el verdadero Ser, fundamento del cosmos y que se hace presente en la debilidad y el fracaso, la ausencia y el abandono, es la creación entera y los marginados del mundo. Dios no puede ni debe tener ningún pueblo escogido ni privilegiado de su infinita bondad, sino todas y todos los seres humanos, y sobre todo los más débiles e indefensos que son aplastados por el poder del mundo. El yhavé de los sionistas es una caricatura del Dios encarnado en la historia humana.
Walter Benjamín se esforzó por pensar la Historia como historiografía materialista actual y construida, y no como el historicismo anclado en un continuum donde el tiempo es vacío. Estaba convencido de que es necesario recuperar la historia de los vencidos para redimir su sufrimiento y transformar el presente. En su ensayo Tesis de filosofía de la historia, escribió que “en la idea de felicidad late inalienablemente la idea de salvación”. Para los vencidos y asesinados por el sionismo, por tanto, no habrá más nunca felicidad ni salvación. Y afirmaba: “El Mesías viene no solo como Redentor, sino también como vencedor del Anticristo […] que ni siquiera los muertos estarán a salvo del enemigo, si este vence. Y este enemigo no ha dejado de vencer”. Para más de 55.000 palestinos aplastados por las bombas sionistas en complicidad con el occidente europeo, el Anticristo es la entidad sionista, porque ni siquiera sus muertos están ya a salvo. Pues, “el cúmulo de ruinas sube al cielo” clamando justicia. Para Benjamín la revolución francesa era la reedición de la Roma y sus fechorías, hoy el sionismo es la repetición del fascismo hitleriano así como vuelve la moda o el eterno retorno de las cosas. “Se sabe que a los judíos les estaba prohibido investigar el futuro. En cambio, la Thora y la plegaria los instruían en cuanto a la memoria. Esto los liberaba de la fascinación del futuro, a la que sucumben aquellos que buscan información en los adivinos”. Y no hay duda de que los sionistas han sucumbido a la estela del futuro igual que los adivinos y los charlatanes, por esa razón atacan preventivamente y arteramente como las hienas.
En el reino de Dios, no caben Donal Trump (EE.UU), Benjamín Netanyahu (Israel), Emanuel Macron (Francia), Keir Starmer (Inglaterra), Ursula von der Leyen (Alemania), Friedrich Merz (Alemania), Wladimir Putin (Rusia), Nicolás Maduro (Venezuela), Daniel Ortega (Nicaragua), ni el Ayatola Alí Jamenei (Iran). Así como en el tiempo Jesús de Nazaret no entraban en el reino Herodes Antipas, Tiberio, Poncio Pilato, ni Caifás y su círculo de sanedrines ¿Quién hará justicia a los vencidos, asesinados y condenados de la tierra, de ayer y de ahora?
Iván Jesús Castro Aruzamen es Teólogo y filósofo