¿Cuánto cuesta cada voto del Movimiento al Socialismo? Quizá algún día alguna entidad se anime a cumplir el rol que le tocaría al Tribunal Supremo Electoral o a la Contraloría General para calcular el uso sin límites de bienes y servicios estatales en una gigantesca campaña. Con todo, el binomio ilegal no logra superar el 33 por ciento.
Alguna información que difunden las redes permite conocer como un vehículo oficial traslada a los grafiteros en Tarija. En otros casos, el desparpajo es absoluto como la ocupación del aeropuerto de Chimoré o de la sede de un organismo internacional. El periódico Cambio, la Agencia ABI, el Canal 7, financiados por impuestos de los pocos bolivianos que tributan, difunden actos de la campaña maquillados con entregas de obras. “Patria Nueva” emite un programa por las tardes dedicado a insultar a la oposición y a alabar al dúo de la franja azul o a entrevistar al funcionario Alfredo Rada para que hable no de sus ocupaciones sino contra los otros candidatos.
David Choquehuanca es el secretario general de la Alianza Bolivariana para los pueblos de Nuestra América y su salario lo pagan los ciudadanos. Sin embargo, durante todo el año estuvo amenizando la campaña del MAS en las provincias paceñas. Él presenta a los candidatos y habla en aimara porque los pobladores silban a los citadinos que desconocen su idioma. Son decenas de reuniones donde da sus instrucciones.
El otro poderoso que aparece en el área rural mientras se incendia medio país es César Cocarico, cuyos hermanos están acusados de traficar con tierras (pista para ampliar la investigación de la causa de esa desforestación) y con otro pariente sospechoso de traficar con obras de arte robadas (el MAS se sofistica). Nombro esos antecedentes porque la gente le tiene temor. ¡Cuidado los peguen o los asalten! Se previno a los comunarios que querían reclamar porque cambiaron a sus candidatos y dejaron una provincia sin representante. Cocarico es incombustible a pesar de toda la responsabilidad de él, su ministerio y entidades descentralizadas que fomentaron la ocupación de bosques y áreas protegidas.
En muchos pueblos del altiplano ni conocen a otros partidos. En cambio, los yungueños no quieren recibir a los del MAS.
Adriana Salvatierra debería estar los jueves en su trabajo en La Paz. En cambio, junto con otros candidatos cruceños del MAS inaugura viviendas en Cotoca. Discursea alabando al jefazo. ¿Quién pagó su pasaje? ¿Viajó en avión presidencial? ¿Cobró viáticos? Son decenas de ejemplos de todos los días.
Mientras Isabel M., funcionaria pública de carrera, está obligada a marchar cada fin de semana por alguna ruta azul. Ella, como otras mujeres viaja aterrada, no sólo porque abandona a su familia, gasta dinero, sino porque se enferma.
En Chimoré caminó horas bajo el sol ardiente, sin poder tener acceso a un servicio higiénico decente. Era un asco, aparte de la borrachera, recuerda. Ahora le anuncian que irán a Uyuni, el otro extremo, helado e igualmente sin logística para multitudes.
Nada les importa. Mientras unos mueren por apagar el incendio que consume la floresta, el agua y el aire, el gobierno central continúa alentando a incendiarios y loteadores. Son votos, votos duros… es lo único que cuenta.