En 2003, la periodista Amalia Pando escribió un documento, que por alguna razón incomprensible, quedó confinado en la biblioteca de la Universidad Católica. El título de su “memoria profesional” es PAT y el periodismo independiente: el fin de una utopía. Con mirar el encabezado, el lector sabe que está abriendo un cofre de novedades.
Ella afirma de inicio que aquella es una especie de caja negra. Amalia cuenta los pormenores de un desastre aéreo, con el que podría compararse la liquidación de uno de los equipos periodísticos más potentes de la república. Nuestra autora revisa 12 años de tareas informativas, que arrancan con la creación de Periodistas Asociados en Televisión (PAT) en 1990 y que concluyen con la elección de Carlos Mesa como vicepresidente, en 2002. En ese periodo, la aventura fue impulsada por un cuarteto imbatible formado por Carlos Mesa, Amalia Pando, Mario Espinoza y Ximena Valdivia. Los tres primeros hacían noticia, mientras la cuarta abría puertas bancarias para materializar lo diseñado.
Con el respaldo empresarial de René Meyer dentro de la naciente televisión privada, el 15 de septiembre de 1990, el cuarteto comienza produciendo noticieros diarios para canal 11. Pando subraya dos cualidades únicas en su momento: la capacidad de improvisación de Carlos Mesa y la autonomía plena del equipo.
En efecto, el director general de PAT no usaba guiones ni teleprónter, tras fijar su mirada en la cámara, es capaz de despachar un flujo de comentarios que, a primeras oídas, parece previamente redactado. Con ello, Mesa profanó, sin rubores, el primer mandamiento de todo periodista: separar la información de la opinión.
La segunda ventaja competitiva de PAT fue su libertad. La productora transmitía de manera directa al éter. Meyer y los demás espectadores encendían juntos el noticiero. Era el sueño realizado de cualquier colega de nuestra profesión: un periodismo sin censores. Despuntaba no sólo una revolución en términos profesionales, sino también un esquema de trabajo, cuyos resultados superaban cómodamente los parámetros de la competencia.
Dos años más tarde, en 1992, el gobierno de Paz Zamora decide, de manera audaz, licitar el servicio nacional de noticias del canal estatal. PAT acude como único aspirante. Así, la fase final de aquella administración deposita el manejo central de la información en manos ajenas, un acto único y sorprendente de desprendimiento democrático. El contrato quedó ratificado durante la siguiente administración gubernamental.
Amalia Pando es transparente al reconocer en su Memoria que PAT respaldó la aprobación y puesta en vigencia de las leyes que configuraron el gobierno de Goni. Hubo afinidad ideológica, aunque ella aclara que no fue una “atadura” al MNR. Con la llegada de Banzer al Palacio en 1997, el contrato expira. Hubo que dejar el seguro resguardo del poder. Los nuevos gobernantes se cobraban así el impetuoso documental de PAT sobre los supuestos vínculos entre el MIR y el narcotráfico. El espacio de maniobra de Mesa y sus pares se recortaba a la mitad del espectro político.
Vino entonces el salto al vacío. La caja negra de Pando registra la suma de turbulencias que llevarían al desplome de la nave. Entre agosto y octubre de 1998, se ultiman los preparativos para abrir un canal de televisión. El anhelo de informar libremente se dotaba de un edificio de cinco plantas y con ello el equipo entraba de lleno en el mundo de los negocios. Y así, justo cuando más ingresos necesitaba, mayor fue la renuencia de las autoridades a contratar publicidad en una empresa que consideraban criatura del gonismo opositor. La asfixia financiera fue relajando “los escrúpulos” y multiplicando “las ambiciones políticas”.
En 2002, PAT se entregaba a la chequera del jefe del MNR. Nuestra cronista ratifica lo que ya suponíamos; mientras más severo era el cerco gubernamental, más generoso debía ser el aporte movimientista. Ella habla de “factura triplicada” y al final de “subvención” rosada. Aún faltaba el tiro de gracia: la rendición de Mesa y su cooptación, así sea sólo pasajera, al aparato de campaña. PAT no sobrevivirá el trance. Con la partida del líder, Pando queda a cargo de la cabina, pero sólo por cuatro meses.
Tras ser despedida por el Vicepresidente electo, toma su rumbo propio, indeclinable hasta ahora. En 2007, con Mesa buscándose a sí mismo en el llano, el canal pasa a manos de Abdalla Daher y el 2012, bajo asedio gubernamental, a sus actuales dueños. De PAT quedan sólo esas tres letras y esta historia urgente.
Rafael Archondo es periodista