Los Kjarkas se mandaron una morenadita que rápidamente se convirtió en una ‘metida de pata’ marca diablo. La canción dice, más o menos, que si no tienes harta pero harta plata, nunca en tu cochina vida vas a poder comprar una mujer hermosa, porque las ‘caras bonitas’ son bien difíciles de mantener y solamente se venden al mejor postor, en este caso un cachamozo moreno.
El video, más ordinario que traje de baño de lana, alterna planos de caras bonitas, culos y gestos libidinosos del líder del grupo, al que reducen a caricatura del clásico viejo verde con plata persiguiendo a quinceañeras.
La reacción desde los ámbitos feministas, intelectuales y culturales fue por supuesto durísima y plenamente justificada, pero lo novedoso fue la inmensa ola de reacciones de la ciudadanía de a pie, que también los lapidó sin compasión. Las redes sociales se inundaron de reproches a la canción, cosa que me llamó poderosamente la atención, haciéndome preguntarme si los bolivianos finalmente habíamos llegado a tal grado de intolerancia a la incorrección, que no estábamos dispuestos a tolerar ni una más de estas huevadas.
Lindo sería. Pero la verdad no creo que estemos ni cerca de aquello; lamentablemente la realidad nos constata a diario que todavía estamos dispuestos a consumir toneladas de sexismo, machismo, violencia y ordinariez en todas las formas imaginables y que, por el contrario, nada ya parece perturbarnos.
¿Qué fue entonces lo que pasó con la canción de los Kjarkas? ¿Por qué en este caso una multitud de indignados les recriminó amargamente transgresiones que les toleran a muchos otros?
Lo que creo que pasó es que la gente le está cobrando a los Kjarkas su cercanía con Evo Morales y el MAS, por decirlo de manera elegante. Una cercanía que no solamente se ha constatado en las célebres fotos en las que se los ve de juerga con el presidente al calor de impagables botellas de etiqueta azul, sino en los diversos lazos económicos y contractuales que los han unido.
Los Kjarkas son, digámoslo claro, el grupacho oficial del Gobierno, la gente lo sabe y, después de mucho tiempo, les ha pasado la factura con multas e intereses.
Ojo, no estoy diciendo que como artista esté bien o mal arrimarse al poder; esa es otra discusión, compleja y con muchos bemoles. La relación del arte con la plata y con el poder siempre ha estado presente y eso no es un pecado en sí mismo, como tampoco lo es el contenido de la canción. Los Kjarkas pueden expresar su visión de la mujer y de las relaciones de pareja como ellos quieran, pues desde la perspectiva artística tienen todo el derecho a hacerlo, nos parezca aquello lindo o feo.
Lo único que estoy estableciendo es que, ahora que las cosas han comenzado a cambiar en el escenario político, todo indica que están pagando el precio de su encamamiento con el poder.
Es una señal muy dura para un grupo en su momento tan querido, pero al mismo tiempo una señal importantísima para muchos individuos, instituciones y empresas que han hecho lo mismo que los Kjarkas.
Los amiguetes del Gobierno deben saber que la ciudadanía pudo haber pasado por alto el hecho de que se enriquecieran hasta el hartazgo con el régimen, pero ahora que el Gobierno se pasó por el forro el 21-F, los márgenes de tolerancia son nulos.
Preveo que este no será el último caso de censura ciudadana a los que canjearon su lealtad con la gente, por plata y protección oficial.