Márcia Batista Ramos
En el año del señor de 1862 Édouard Manet, el pintor francés, reconocido por la influencia que ejerció sobre los iniciadores del impresionismo, pintó «Lola de Valencia»; los Principados de Moldavia y Valaquia se unieron en un nuevo país llamándose «Rumanía» con capital en Bucarest; Otto von Bismarck fue nombrado primer ministro de Prusia; en Valparaíso, se fundó la Gran Logia de Chile; en el mundo se hicieron algunos tratados de paz, también se libraron muchas batallas en diferentes lugares; Víctor Hugo publicó «Los miserables» ( con título original en francés: «Les misérables»); ocurrió el tercer y penúltimo año del «genocidio de la isla de Pascua»: un grupo de cazadores de esclavos peruanos y de otras nacionalidades llevaron al Perú a todos los varones, incluidos los líderes y sacerdotes, se perdió para siempre el patrimonio cultural de esa etnia.
En ese mismo año nacieron varios hombres que inscribieron su nombre en la historia como, por ejemplo: Heinrich August Meissner, ingeniero alemán, principal responsable de la red ferroviaria del Imperio otomano, obtuvo el título honorífico de «pachá otomano»; Frederick Delius, compositor británico; Abel Hermant, novelista, ensayista y dramaturgo francés, miembro de la Academia Francesa; Aristide Briand, político francés, premio nobel de la paz en 1926; Nicholas Murray Butler, pedagogo y filósofo estadounidense, premio nobel de la paz en 1931; Allvar Gullstrand, oftalmólogo sueco, premio nobel de medicina y fisiología; Philipp Eduard Anton von Lenard, físico alemán, premio nobel de física en 1905; Luigi Trinchero, escultor italiano; entre otros músicos, sacerdotes, escritores, activistas, generales, arquitectos, pintores, médicos, físicos, dramaturgos, empresarios y el tristemente célebre Joseph Merrick, «el hombre elefante».
Empero, también nacieron en el año 1862 algunas pocas mujeres que quedaron en la historia como, por ejemplo: algunas princesas y mujeres de la nobleza mundial; Edith Wharton, novelista y escritora estadounidense; Elvira García y García, escritora peruana que fue parte de la generación de mujeres ilustradas de la segunda mitad del siglo xix y defendió el derecho de la mujer a la educación y al trabajo; Manuela Solís, ginecóloga española, la primera mujer que obtuvo la licenciatura en Medicina en ese país; Ida B. Wells, periodista y activista afro estadounidense; Edith Wharton, novelista y escritora estadounidense; Florence Louisa Barclay, novelista británica reconocida por su novela «El rosario» y Júlia Lopes de Almeida, escritora y feminista brasileña.
No se trataba de que nacieran menos mujeres, ni se trataba de que las mujeres no tuviesen capacidades intelectuales a par de las capacidades intelectuales masculinas. Apenas, en un mundo, claramente, dominado por hombres, la figura de la mujer ha sido sistemáticamente relegada a segundo plano o a telón de fondo, ya que el rol patriarcal dado a las mujeres no les permitía desarrollarse, solamente los hombres tenían oportunidades.
En pleno apogeo del Imperio de Brasil, nace en la ciudad de Rio de Janeiro en 1862 Júlia Lopes de Almeida. Murió el 30 de mayo de 1934, en la ciudad de Río de Janeiro. Fue una niña de salud delicada, que recibió las primeras enseñanzas de su hermana Adelina y luego de su madre, doña Antonia Adelina Pereira. Completó sus estudios con su padre, el Dr. Valentim José da Silveira Lopes, vizconde de Sao Valentim, dueño del Colegio de Humanidades y, posteriormente, con algunos profesores particulares de inglés y de francés, dedicándose a la escritura a partir de su juventud.
En Rio de Janeiro, Julia compartió con los intelectuales locales que frecuentaban la casa de sus padres, donde las reuniones eran amenizadas por música y declamación de poesía.
Júlia Lopes de Almeida en su carrera profesional, que abarcó cinco décadas fue escritora, cuentista, dramaturga, periodista, conferencista, abolicionista, feminista, naturalista y ambientalista brasileña. Fue una de las primeras mujeres brasileñas que obtuvo fama y aceptación social como escritora en su época en el Brasil imperial, donde una mujer dedicada a la literatura era vista con cierto prejuicio. Ya que las estructuras de poder, de la época, mantenían a las mujeres en niveles de subordinación a los varones.
Fue a través de la literatura, que Júlia Lopes Almeida cuestionó al machismo de la sociedad, debatió sus ideales abolicionistas y la defensa de la república.
En el año de 1881 comenzó a escribir en un periódico de la ciudad de Campinas, la Gazeta de Campinas, siendo su primer artículo sobre teatro, después, tuvo una columna en ese periódico donde escribía asuntos diversos.
Júlia Lopes de Almeida, en la literatura, siguió las tendencias de moda, sin embargo, como la visibilidad de las mujeres escritoras ha sido mucho menor que la de los hombres, fue una escritora muy reconocida y popular en su época, tanto en Brasil como en el exterior, empero, su fama fue efímera. No logró el mismo éxito que tenían escritoras como George Sand y Jane Austen, obviamente, porque estaba debajo de la línea del Ecuador, donde el calor incuba con más ahínco al sexismo entre otras mediocridades.
Júlia Lopes de Almeida escribió más de 40 libros entre novelas, cuentos, literatura infantil, teatro, periodismo, ensayos y libros de texto. En la columna que escribió durante más de 30 años en el diario O País, discutió temas sobre feminismo e igualdad social, además, realizó varias campañas en defensa de las mujeres. Sus obras más famosas fueron Família Medeiros y A herança (La herencia), ambas novelas psicológicas. Sus novelas y cuentos fueron influenciados por Emile Zolá y Guy de Maupassant.
En una época en que la mayoría de los libros para niños eran meras traducciones de libros europeos, ella y su hermana, Adelina Lopes Vieira, fueron las primeras en escribir textos de literatura infantil originales en portugués.
En 1887 se casó con el joven escritor y poeta portugués Filinto de Almeida, que por entonces era director de la revista A Semana, que se publicaba en Río de Janeiro, donde Julia colaboró de manera sistemática durante varios años. Asimismo, fue colaboradora en Ilustração Brasileira, O País, Tribunal Liberal. El matrimonio tuvo tres hijos que fueron escritores también.
Fue presidente honoraria de la Legião da Mulher Brasileira (Legión de la Mujer Brasileña), establecida en 1919. En 1922 fue una de las organizadoras del I Congreso para el Progreso de la Mujer.
Promovió la formulación del proyecto y las articulaciones que llevaron a la fundación de la Academia Brasileña de Letras el 20 de junio del año 1897. Pero, al ser mujer, su nombre fue excluido de la lista de fundadores y su lugar fue ocupado por su marido, un poeta del que hoy se sabe muy poco. Júlia Lopes de Almeida nació y murió bajo la sombra del más obstinado machismo, que se sirvió de sus ideas y brillantez para la creación de la Academia Brasileña de Letras, de la que deliberadamente fue excluida por ser mujer.