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Ideología y discurso: Análisis de la situación política de Bolivia

Rodrigo Pacheco Campos

Es pertinente, a manera de breve introducción, realizar al menos de manera escueta unas anotaciones teóricas en relación a la ideología; pues, recuérdese que, son muchas las asociaciones que se hacen en relación al concepto. Por ejemplo, se la concibe  como un sistema de creencias, una utopía o una directriz. La noción que se desarrollará ulteriormente, sin embargo, responde a otra concepción: la marxista.

La ideología, para el marxismo, tiene dos principales componentes: uno asentado en lo vivido por los sujetos dentro de las condiciones materiales de existencia reales y otro en la relación imaginaria que establecen dichos sujetos con las condiciones de existencia vividas. Es entonces que manifiesta necesariamente una adecuación-inadecuación respecto de «lo real»; Marx conceptúa ese proceso como “inversión”. La ideología, entonces, no es solamente un sistema de ideas, representaciones, conocimientos y nociones sino que implica también “prácticas materiales“ que, a su vez, involucran hábitos, modos de vida –gustos, estilos, modas, procesos de simbolización, etc.- (Poulantzas, Gramsci).

Para Poulantzas la ideología tiene la función de ocultar las contradicciones reales y de reconstruir en un plano imaginario un discurso que funcione como horizonte de lo vivido, dando de esa manera forma a sus representaciones cognoscibles.

Siguiendo esa lógica Gramsci entiende a la ideología como «cemento» precisamente por el hecho de que cohesiona a los sujetos en relación a su modo de vida mediante relaciones evidentes – falsas. La ideología elimina a la contradicción negándola.

Es imprescindible señalar que la ideología, si bien no es la realidad misma, la alude, de manera que su interpretación permite acercarse a dicha realidad (Althusser). La ideología representada en los discursos de la clase política boliviana nos puede ayudar bidimensionalmente: mostrándonos aspectos de la realidad vivida y de la complejidad de la realidad negada.

Los discursos de la clase política, durante el conflicto acaecido las últimas semanas, han creado disyuntivas con la lógica ideológica retratada, vale decir, con el objetivo de eliminar las contradicciones nacidas en el seno de las distintas capas y clases de la sociedad volviéndolas – o, al menos, intentando volverlas- reductibles a consignas y discursos que pretenden ser unívocos.

El MAS crea un discurso evocando “la investidura imaginaria de lo vivido”, es decir, utiliza en primera instancia la posición históricamente subyugada de lo campesino y lo indígena (lo vivido) en el marco de las condiciones materiales de existencia reales, dentro de las cuales se encuentran  los siguientes elementos:

-La posición de personas y grupos en la estructura de jerarquías raciales y étnicas estuvo históricamente signada por la racialización de los sujetos.

-Estereotipos, etiquetas y estigmas revistieron al concepto de lo indígena y a la construcción de las identidades.

-La diferencia –étnica- se construyó bajo relaciones de poder que definieron la exclusión y la subordinación (Molina y Calla)

Y, luego de ello, suma las asimilaciones de eso “vivido”, revestidas de percepciones de racialización, etiquetación e inferiorización, por parte de esos colectivos (relación imaginaria) configurando de esa manera un escenario de confrontación con lo urbano y con los grupos de estatus que gozaron de mayor privilegio a lo largo de la historia del país, con el objetivo de eliminar todas las fisuras y la heterogeneidad de dichos sectores –campesinos e indígenas-.

Lo mismo ocurre con la oposición cuando crea disyuntivas mediante la realización de discursos amparados en lo vivido – corrupción, crisis institucional, etc.- con la relación imaginaria que produce esa materialidad – dictadura, tiranía, venezolanización, etc.- con la pretensión, consciente o no, de ocultar las contradicciones existentes dentro de las capas de la sociedad movilizadas en contra del partido de gobierno y cohesionarlas a través de ese discurso.

La ideología tiene imbricada una estructura oculta y es, quizá, la crisis con sus funciones de revelación de las contradicciones dentro de las formaciones sociales el momento adecuado para entrever dicha estructura de ocultación. René Zavaleta señaló que es sensato concebir a las crisis como instantes anómalos en la vida de las sociedades, cuestión por la que los hechos y las cosas no se presentan como aparentan ser en lo cotidiano, sino como son en verdad. Ahora bien, para Zavaleta las crisis, específicamente en Bolivia –pues cada modo de ser implica un diferente modo de conocimiento- actúa “como una aparición patética de las puntas de la sociedad que, de otra manera, se mantendrían sumergidas y gelatinosas” (1984).

La crisis suscitada a raíz de los eventos desencadenados a partir del 20 de Octubre del pasado mes es trágicamente elocuente, aunque la clase política muestre una vez más su miopía creando discursos plegados a la naturaleza misma de la función ideológica, es decir, ofreciendo a los individuos un conocimiento falseado, por tanto no verdadero, para insertarlos arbitrariamente en una posición dentro de la estructura social y, gracias a ello, en una posición específica dentro del conflicto. Todo ello en función de intereses específicos.

Una de las respuestas básicas y, por tanto, algo simplista si se entrevé esa estructura de ocultación a la que se hizo referencia precedentemente, es que la sociedad boliviana cuenta con dos conceptos transversales a toda su formación social: precariedad y poca voluntad de autoconocimiento.

Es necesario, entonces, detenerse y analizar el escenario de manera crítica, teniendo en cuenta la significación y relevancia social de esos dos conceptos. Y, comprendiendo a su vez, que la complejidad es de igual manera, en este momento, un concepto indispensable para entender la situación política del país.

Para concluir: “Lo importante es que, tarde o temprano, cada sociedad aprende que conocerse es casi vencer” (Zavaleta, 1984).

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