En el actual momento que vivimos es imposible no volver a abordar la escalada de bloqueos en el país. Grande es la preocupación de los directamente afectados -productores, exportadores, importadores, comerciantes, transportistas, prestadores de servicios, trabajadores, consumidores- por lo que, queriendo ser objetivo, pedí por Facebook ejemplos de los perjuicios que causan los bloqueos, “cualquiera sea el motivo y cualquiera sea el bloqueador”.
“Retraso en la entrega de productos, multas, altos costos para envíos departamentales de productos, retraso en atención de emergencias” (Sabrina Cuellar). “Riesgos en la salud, en caso de alguna emergencia, falta de provisión de alimentos, frutas, verduras y otros (Juan Carlos Urgel Suarez). “Difícil producir, los bloqueos echan por tierra cualquier programación, desincentivan la inversión en el sector agropecuario, impactan en la economía nacional y la seguridad alimentaria. Los bloqueos muestran una ausencia de Estado y la vulneración de los derechos fundamentales como la libre locomoción y el tránsito; generan la percepción de que cualquier abuso no va a ser penalizado, como el cobrar el paso de cualquier vehículo, convirtiéndose en extorsionadores y violentos” (Fabio Gonzales).
“Perjuicio a los viajeros que pueden perder sus conexiones, pérdida de trabajo por faltas; peligro en la salud de las personas diabéticas, enfermos renales, los que deben hacer quimio y vienen de otros Departamentos” (María Angélica Zapata Velasco). “Desincentivo a la producción, miedo a importar y exportar, a quedarse bloqueado, a abrir un negocio legal; ahuyentar inversiones extranjeras; dar mala imagen del país. Los bloqueos traen atraso, pobreza, hambre, sangre. Es importante que esta cultura del bloqueo acabe, ya que paraliza la economía causando un daño irreversible” (Novack Gutierrez Rojas). “Mala imagen de Bolivia en el exterior, cero turismo, cero inversión extranjera, medios amarillistas que elevan rating con lo perjudicial” (Freddy Ruiz Rivero).
“Quitan la motivación de vivir en Bolivia, no se vislumbra un buen futuro y menos aún para el ejercicio profesional de los hijos y sus familias” (José Sánchez Coronado). “Paraliza la actividad productiva. se encarecen los costos, acrecienta el subdesarrollo, aumenta la pobreza” (Gabriela Berdeja). “Ahuyenta el turismo e inversiones porque nos ven como un país inseguro, incluso para las exportaciones” (Adalberto Castro). “Perjuicio en todas las áreas para cada boliviano. Que Nuestro Padre Yahweh nos ayude, Él tome control” (Elsy Flores de Zeballos).
Hasta ahí la percepción ciudadana, congruente con un sondeo de opinión del 2023 en el que se rechazó los bloqueos por el perjuicio al desarrollo de Bolivia y a su imagen internacional (98%); la afectación al derecho de libre circulación y al trabajo (97%); el bloqueo como presión (95%), señalando que por causar daños (90%) se debía castigar a los bloqueadores (89%).
“Cualquiera sea el motivo y cualquiera sea el bloqueador, todo bloqueo -así resulte tautológico decirlo- bloquea nuestras posibilidades de un mayor desarrollo”. ¿Evidencias de la situación actual? Largas filas para cargar combustibles; 150.000 pollitos muertos; baja la oferta de los alimentos y sube su precio; más de 3.000 camiones varados; viene el Carnaval y el turismo se va a pique; dos personas fallecieron en medio de bloqueos y el dólar vuelve a subir.
Protestar y bloquear, no es lo mismo. La protesta es un derecho que tiene que ver con la libre expresión consagrada en la Constitución Política del Estado (Arts. 21 y 106) siempre que sea respetuosa de otros derechos como la libre circulación (Art. 21) y el trabajo (Art. 46), algo que el bloquear incumple, dado el avieso objetivo de obstruir, cerrar el paso, dificultar, entorpecer e impedir el normal funcionamiento de algo, valiéndose de la violencia, por ejemplo, con el uso de dinamita, piedras, ramas y tierra o arena sobre los caminos, derivando esto en tres afectaciones: Pérdidas económicas; deterioro de la imagen-país y el coartar derechos inalienables como vivir en paz, transitar y trabajar con normalidad.
¿Sabrán los bloqueadores que el Código Penal prevé pena de cárcel de dos a ocho años para quien impidiere, perturbare o pusiere en peligro la seguridad o la regularidad de los transportes públicos?
Circula por las redes un jocoso video titulado “Traigan al gordo”, donde se ve la “pacífica protesta” de unos activistas que, tirados sobre la carretera, pasan a ser bloqueadores al obstruir el libre tránsito de una larga fila de vehículos, frente a lo cual, un airado ciudadano procede a levantar con violencia a los infractores para restaurar el libre tránsito, algo comprensible, dado que donde empieza el derecho de uno, termina el derecho de otro.
“Traigan al gordo”, es la arenga hoy en el país -no debería ser necesario- para ello están la Policía Boliviana y el Ejército, para actuar como en otras ocasiones lo han hecho a fin de evitar dolorosas bajas entre bloqueados y bloqueadores…
Gary Antonio Rodríguez Álvarez es Economista y Magíster en Comercio Internacional