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Farándula leguleya

La legitimidad y la legalidad de la Presidencia de Jeanine Áñez es incuestionable, y tiene sustento en una interpretación correcta de la Constitución boliviana vigente. No obstante, a las acciones de odio, tortura, sedición, terrorismo, vínculos con el narcotráfico, acusaciones y persecución política en contra de sus opositores, se suma que Evo Morales sacó a relucir ante la opinión pública mundial, abogados defensores conocidos en el mundo académico y del litigio, como Baltasar Garzón y Raúl Zaffaroni.

A decir de muchos, la reputación de tales, amén de cualquier circunstancia adversa podría ser incuestionable. Sin embargo, pocas palabras ante medios de prensa argentinos ponen sobre el tapete un show de la más baja estirpe. En efecto, el abogado Zaffaroni arguyó con temeridad y no menor desparpajo que «algunos podrán decir que tiene estatuto de refugiado. Yo diría que tiene la inmunidad que corresponde a un jefe de estado extranjero. Por lo menos, hasta el 22 de este mes tiene inmunidad. Y hasta el momento no se conoció ningún pedido de extradición».

A este comentario írrito e irrisorio cuando menos, se suma el del abogado argentino Gustavo Ferreyra, quién afirmó: «en primer lugar Bolivia no es un estado constitucional. Bolivia es un estado fuera del mundo, no existe la fuerza regulada racionalmente. Es un estado de pura fuerza bruta. En segundo lugar, y en ese mismo sentido, ignoramos si legalmente el gobierno de facto domina totalmente el aparato de la administración y el aparato del territorio».

Para colmo, el jurisconsulto Zaffaroni, complementó de forma burlesca y notoriamente farandulera y leguleya que «hay un dicho que dice que si tiene orejas de perro, hocico de perro, rabo de perro y ladra, es perro. No se puede dudar del golpe a esta altura». ¡Gran descubrimiento y notable pericia argumental, señor Zaffaroni!.

Así, los ladridos de Zaffaroni, que poco tiene ya de abogado y mucho de barrabrava agresivo e inescrupuloso, me recuerda a un anciano a sí mismo llamado abogado, que no argüía nunca en derecho por falta de pericia en el mundo legal, y solo exponía una sarta de sandeces, insultos, y golpes de timón según conveniencia propia.

En los hechos la Constitución boliviana, su jurisprudencia, y la doctrina que al respecto ya se tiene, son suficientes argumentos para avalar que lo dicho por estos incautos abogados argentinos, raya en la miseria verbal, antes que en la afirmación de verdad alguna.

El autor es abogado.

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