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¿Es la izquierda la misma de los años 60? ¿Y la derecha?

Carlos Decker-Molina

No. Ni la izquierda ni la derecha actuales son las mismas que en los años sesenta, aunque algunas banderas y discursos parezcan similares. El cambio no ha sido solo generacional, sino estructural: han variado las condiciones históricas, los sujetos sociales y las prioridades políticas.

En América Latina, este año se celebrarán elecciones el 17 de agosto en Bolivia, el 16 de noviembre en Chile y el 30 de noviembre en Honduras. Algunos análisis sugieren que en ciertos países la derecha podría volver al poder, y no faltan quienes creen que, de lograrlo, la izquierda desaparecería para siempre.

En las democracias consolidadas, el poder alterna entre izquierdas y derechas, ya sea de forma independiente o en coaliciones. Sin embargo, ni una ni otra son las mismas de hace seis décadas. Un dato significativo: la izquierda de los años 60, en su forma original, nunca ha regresado al poder.

1. La izquierda de los años 60

En gran parte del mundo —especialmente en América Latina, África y Asia— estaba profundamente marcada por la Guerra Fría. Su referencia ideológica, su inspiración y su financiamiento provenían en gran medida de la URSS. Los partidos comunistas eran prosoviéticos o prochinos, y el antiimperialismo era su eje central. La estrategia pasaba por una alianza entre obreros, campesinos y sectores de la pequeña burguesía.

Existía también una izquierda trotskista de fuerte base obrera, que situaba a la clase trabajadora industrial y a los movimientos campesinos como sujeto privilegiado de la revolución.

La Revolución cubana sacudió este panorama, inspirando y promoviendo la “lucha armada” y el “foquismo” como método central. Este modelo tuvo intentos fallidos en Venezuela, República Dominicana, Perú, Argentina y Bolivia.

Los golpes militares en Sudamérica —Bolivia (1971), Chile y Uruguay (1973), Argentina (1976)— significaron la derrota más clara de esa estrategia, arrastrando consigo al comunismo prosoviético y prochino. Incluso en el contexto de la victoria sandinista en Nicaragua, los cubanos recomendaron a sus aliados convocar a elecciones para consolidar el poder.

Economía

El proyecto comunista y socialista de los 60 apostaba por una transformación estructural de la economía, con fuerte intervención estatal. Se creía que modificando la estructura económica cambiarían también la cultura, los valores y las creencias, así como las instituciones sociales (educación, religión, medios, familia).

Los sindicatos —entrelazados con los partidos comunistas y socialistas— tenían gran influencia. Los grupos foquistas compartían el objetivo de transformación estructural, pero apostaban por alcanzarlo más rápido mediante la lucha armada. Ninguno logró sus metas.

México 1990: fin de una era

Entre el 26 de noviembre y el 2 de diciembre de 1990 se celebró en México el último Encuentro Internacional de Partidos Comunistas y Obreros de América Latina y el Caribe. Asistí como periodista, y en mi libro La historia se escribe ayer relato la desesperada búsqueda de una nueva identidad comunista y socialista para enfrentar al liberalismo triunfante tras la desaparición de la URSS y la reconversión del maoísmo.

El indigenismo y las identidades

En países como Perú, Bolivia, Ecuador, Guatemala e incluso México, la izquierda incorporó el indigenismo a su agenda. Bolivia se convirtió en un laboratorio de ensayos. Muchos partidos comunistas desaparecieron o se transformaron, y no pocos ideólogos se reciclaron en corrientes indianistas, presentadas como una “tabla de salvación” para las ideas socialistas “de nuevo tipo”.

Una publicación indianista boliviana lo expresaba así:

“El Socialismo Comunitario habrá de ser entonces, por necesidad, descolonizador, anticapitalista, antipatriarcal e intercultural para avanzar en la invención de nuevas relaciones sociales y tejer una socialidad inédita”.

En gran parte de la izquierda actual, las luchas culturales e identitarias han sustituido a la transformación económica estructural como prioridad. Han incorporado reivindicaciones feministas, ecologistas, de diversidad sexual y decoloniales que en los 60 eran marginales o inexistentes.

Las nuevas izquierdas

Hoy, casi toda la izquierda latinoamericana busca llegar al poder mediante elecciones presidenciales y parlamentarias. Hay dos grandes corrientes:

  1. Liberal socialdemócrata: como Jaime Paz Zamora en Bolivia, Lula da Silva en Brasil, Michelle Bachelet y Gabriel Boric en Chile o Claudia Sheinbaum en México.
  2. Iliberal: como Daniel Ortega (Nicaragua), Nicolás Maduro (Venezuela) o Evo Morales (Bolivia), que procuran perpetuarse en el poder forzando marcos legales.

A diferencia del comunismo real, estas izquierdas carecen de un modelo alternativo claramente definido y, en muchos casos, administran economías capitalistas con políticas redistributivas moderadas. Su base es más urbana pero fragmentada, y los vínculos con los sindicatos son cada vez más débiles.

2. La derecha de los años 60

En aquella época, la derecha estaba definida por un núcleo ideológico anticomunista y por un nacionalismo conservador estrechamente vinculado a dictaduras militares. No toda era proteccionista, pero coincidía en la defensa de jerarquías tradicionales: familia patriarcal, religión y autoridad centralizada.

La derecha actual

Hoy, la derecha está más globalizada y financierizada. El neoliberalismo es dominante en la mayoría de sus expresiones, pero se fragmenta en:

  • Derechas liberales clásicas.
  • Nacional-populistas.
  • Iliberales.
  • Anarcocapitalistas/libertarias.

Existen, además, derechas “culturalmente progresistas” en lo individual y otras profundamente reaccionarias, identitarias y religiosas. En ambos casos, emplean causas como la seguridad, el control migratorio o la defensa de la “identidad nacional” como banderas.

En síntesis

En los años 60, izquierda y derecha tenían fronteras ideológicas nítidas y proyectos de sociedad claramente opuestos, en un contexto global bipolar. Hoy esas fronteras se han difuminado, los programas se han hibridado y el conflicto ya no se define siempre como “capitalismo vs. socialismo”, sino como disputas por identidades, gestión de la globalización y control del poder cultural.

Paradójicamente, tanto la derecha iliberal como la izquierda iliberal comparten un componente identitario y excluyente. En el caso del indigenismo extremo, se habla de la preservación “biológica” del indígena, rechazando el mestizaje como “muerte” de la identidad. La derecha identitaria y racista mantiene un discurso equivalente desde el otro extremo, lo que, en última instancia, remite a lógicas cercanas al nazismo.

Ya no sirven los viejos parámetros. Tenemos que aprender a hacer distinciones más certeras y no hay otra alternativa que defender la democracia representativa, se terminó el mal sueño de la lucha armada y el asalto al palacio de Invierno.  

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