Márcia Batista Ramos
Siempre que hablamos de la vida después de la vida o después de la muerte, utilizamos la palabra “creemos”, al referirnos que existe una vida espiritual fuera del cuerpo, porque no estamos acostumbrados a estar al tanto de ciertos avances científicos, porque así nos enseñaron, así aprendimos: a creer o no creer en aquello que no vemos, mismo cuando la ciencia ya comprobó lo contrario.
La ilustre científica Elizabeth Kübler-Ross, confirmó que sí existe el Más Allá como continuación de la existencia.
En el Más Allá, la vida sigue para todos aquellos que dejaron el cuerpo, esa vestimenta que debemos abandonar en algún momento, para seguir más lúcidos y sutiles, transitando por sitios donde el tiempo y el espacio, dejan de ser una medida, entre otras tantas cosas que dicen respecto a la existencia física.
Elizabeth Kübler-Ross decía que “la experiencia de morir es casi idéntica a la experiencia del nacimiento. Es el nacer a una forma diferente de existencia, la cual puede ser probada de una forma muy simple. Por miles de años te hicieron “creer” en las cosas del Más Allá. Pero para mí, no se trata de “creer”, sino de saber”, escribió la experta.
Esta médico y psiquiatra suiza, obtuvo centenares de testimonios de experiencias extra corporales, lo que la llevó a concluir que “la muerte no era un fin, sino un radiante comienzo”, después de está existencia atribulada, por la carga y el peso de la materia como: cuerpo y medios de existencia y subsistencia del mismo.
Ya que el cuerpo es una especie de “armadura” mediante la cual nos relacionamos con el mundo que nos rodea, pero haciendo nuestros movimientos y pensamientos más lentos, en la medida que tenemos ciertas limitantes que desaparecen con la muerte.
En el siglo XX, Elizabeth Kübler-Ross implementó modernos cuidados paliativos con personas moribundas, para que éstas afrontaran el fin de su vida con serenidad y hasta con alegría (en su libro “On death and dying”, de 1969, que versa sobre la muerte y el acto de morir, describe las diferentes fases del enfermo según se aproxima su muerte, esto es, la negación, ira, negociación, depresión y aceptación).
Además, fue una de las pioneras en el campo de la investigación de las experiencias cercanas a la muerte, lo que le permitió concluir que: “sí existe vida después de la muerte.”
La doctora Elizabeth Kübler-Ross, para concluir que existe vida después de la muerte, estudió miles de casos, a través del mundo entero, de personas de distinta edad (la más joven tenía dos años, y la mayor, 97 años), raza y religión, que habían sido declaradas clínicamente muertas y que fueron llamadas de nuevo a la vida. Éstas personas le contaron, que una vez muertas, seguían registrando todos los hechos con una conciencia distinta a la conciencia corpórea.
Como no le quedaron dudas, concluyó que morir es tan natural como nacer y crecer, pero, el materialismo de nuestra cultura convirtió este último acto en algo aterrador. Alejando a la humanidad de la conciencia original de que morir es pasar a otro estado, que permite vivenciar otras experiencias, diferentes a las prácticas que estamos acostumbrados a experimentar con nuestros cuerpos físicos.
“La muerte en realidad no existe” aseguró, la doctora Elizabeth Kübler-Ross después de investigar tantos casos; pues la muerte sería apenas el abandono del cuerpo físico, de la misma manera que la mariposa deja su capullo de seda, decía ella.
En realidad, comprendemos eso, porque acostumbramos a despedir nuestros seres queridos con un: “hasta luego” ya que tenemos la seguridad de un “reencuentro” en la forma no corpórea, pero, por la fuerza de la costumbre, normalmente, no profundizamos nuestros conocimientos en este campo y de alguna manera, no creemos que eso pueda suceder; entonces, seguimos aferrados a una existencia material, como si se tratara de la única existencia posible para nuestro ser.
La luz al final del túnel, según explicó Elizabeth-Kubler-Ross, se vislumbra después de abandonar el cuerpo físico y de reencontrarse con los seres queridos que partieron antes y que uno amó, se pasa por una fase de transición bastante marcada por factores culturales terrestres, donde aparece un pasaje, un túnel, un pórtico o la travesía de un puente. Allí, una luz brilla al final, describe la psiquiatra suiza.
Asimismo, asevera: “Y esa luz era más blanca, de una claridad absoluta, a medida que los pacientes se aproximaban a ella. Y ellos se sentían llenos del amor más grande, indescriptible e incondicional que uno se pudiera imaginar. No hay palabras para describirlo. Cuando alguien tiene una experiencia del umbral de la muerte, puede mirar esta luz sólo muy brevemente. De cualquier manera, cuando se ha visto la luz, ya no se quiere volver. Frente a esta luz, ellos se daban cuenta por primera vez de lo que hubieran podido ser. Vivían la comprensión sin juicio, un amor incondicional, indescriptible.”
“Morir es mudarse de casa, a una más bella”, asegura Elizabeth-Kubler-Ross y manifiesta que: “El primer caso que me asombró fue el de una paciente de apellido Schwartz, que estuvo clínicamente muerta mientras se encontraba internada en un hospital. Ella se vio deslizarse lenta y tranquilamente fuera de su cuerpo físico y pronto flotó a una cierta distancia por encima de su cama. Nos contaba, con humor, cómo desde allí miraba su cuerpo extendido, que le parecía pálido y feo. Se encontraba extrañada y sorprendida, pero no asustada ni espantada. Nos contó cómo vio llegar al equipo de reanimación y nos explicó con detalle quién llegó primero y quién último. No sólo escuchó claramente cada palabra de la conversación, sino que pudo leer igualmente los pensamientos de cada uno. Tenía ganas de interpelarlos para decirles que no se dieran prisa puesto que se encontraba bien, pero pronto comprendió que los demás no la oían. La señora Schwartz decidió entonces detener sus esfuerzos y perdió su conciencia. Fue declarada muerta cuarenta y cinco minutos después de empezar la reanimación, y dio signos de vida después, viviendo todavía un año y medio más. Su relato no fue el único. Mucha gente abandona su cuerpo en el transcurso de una reanimación o una intervención quirúrgica y observa, efectivamente, dicha intervención” y se encuentran sanos y perfectos, fuera del cuerpo, en lugares más placenteros que en nuestro planeta.
La doctora Elizabeth-Kübler-Ross nos dejó algo más que una veintena de libros, donde nos da muchas pautas para vivir mejor y también para morir mejor, en un intento de que nuestra cultura occidental, abandone el mito del terror ante la muerte, también comprenda que morir es cambiar de estado y seguir existiendo de una manera diferente, pero mejor. Por eso, ella insiste en la alegoría de que “Morir es mudarse de casa, a una más bella”.