Sinrazón
No habrá cisne que se transforme en mujer,
la rueda enloquece y gira en sentido contrario.
Alas de ángel caído se arrastran por el valle
– no debiste imponer tu voluntad-
yerro de prepotencia y soberbia,
pérdida inútil de savia vertida
a pulso y respiro forzado.
Calle el rojizo atardecer
que corta un molino allá a lo lejos.
Pronto un rastro de imperceptible luz
quebrará su existencia y ya no será.
Hay un engendro que carcome todo lo que muere
lotófagos ciegos que guían a otros ciegos.
No al sendero ni al arroyo que lava y purifica los pies.
No al canto del gallo, tres veces negado.
No a la escarcha que trae alivio a los cuerpos ardientes.
No a las caricias y besos que absorben partículas
y moldean una humanidad de barro.
No a la palabra que pregunta que serpea
que corta cada capa de la piel y grita verdades.
No a las horas y a los días del silencio.
El silencio es peligro, dicen,
hagamos de la turbulencia y del ruido
el altar donde se sacrifique toda existencia.
09/2022
Te libero
En un lata, roída de aire y agua,
se han llorado lágrimas
de espuma de antiguo mar.
un corazón que es fruta que no han de morder
se cierne sobre la boca de quien ya no habla.
¿Qué es la palabra sino la mirada de un niño
antes del amanecer?
Lata roída que retumba llena de arena
ante el hueco que perfora
el armario habitado por una presencia que otrora vibraba
y hoy es nutriente de suelos lejanos.
Allá, a orillas del Ebro,
donde repican las voces del río
cansado de no ser el mismo,
bajo un suelo que grita en el pasado
los errores de un presente no aprendido.
Repican las campanas de San Bartolomé
imitando los mugidos de las bestias
que, bajo su techo,
coronaban la ignorancia de otros tiempos.
Y en la breve calle de los carniceros,
un beso tardío selló la venganza del olvido.
Resuenan a hueco pasos que cortan la monótona vuelta
del candado que se ha abierto
a pulso y por forzar las cadenas.
Te libero, aquí, bajo este cielo que,
en el infinito monótono de la pampa,
tiñe de llamas ardientes
las miradas,
las excusas
y el deseo.
09/2022
Imagen: La Pastora (1889) William Adolphe Bouguereau