Carlos A. Scolari
Después de un período prolongado de discusión y ante la insistencia de las familias, la Generalitat ha decidido implementar una política para regular el uso de teléfonos móviles en las escuelas e institutos de Cataluña. La nueva normativa, anunciada por la Conselleria de Educació establece una prohibición general del uso de móviles en la educación primaria y una regulación más permisiva en la secundaria.
La normativa, que será efectiva a partir del próximo curso escolar (setiembre 2024) especifica que el uso de móviles quedará totalmente restringido en las aulas de primaria y educación infantil. En los institutos de educación secundaria, las restricciones serán menos estrictas, permitiendo su uso de bajo circunstancias excepcionales y solo cuando lo autorice el profesorado para actividades educativas específicas, dando preferencia al uso de ordenadores portátiles. De esta manera, los estudiantes podrán llevar sus móviles a los institutos, pero deberán mantenerlos apagados durante su estancia en el centro educativo.
La nueva normativa regula de manera extensiva la prohibición del uso de móviles en las escuelas, aplicándose a todas las horas del día escolar, incluyendo las no lectivas. Esto afecta desde el tiempo en clase hasta los recreos, la hora del comedor, las horas de acogida y las actividades extraescolares. En la educación postobligatoria -bachillerato y los grados de formación profesional (FP)- la restricción se limita a las horas de clase, permitiendo el uso de móviles fuera de este horario, como en los recreos o pasillos.
Cada centro educativo tendrá la autonomía para establecer sus propias sanciones o medidas correctivas en caso de incumplimiento de estas normas. La Generalitat evaluará la gravedad de las infracciones, que pueden clasificarse como leves, graves o muy graves, y determinará las correspondientes sanciones o medidas correctivas.
Michel Foucault se hubiera hecho un picnic con esta normativa: vigilar y castigar 2.0.
En España
Lo que pasa en Cataluña es un eco de las inquietudes que se expresan en toda España. Hace unos pocos días el Consejo Escolar del Estado, en una reunión liderada por el presidente Pedro Sánchez, aprobó una propuesta que implica la prohibición del uso de teléfonos móviles en centros educativos de Infantil y Primaria, y establece restricciones adicionales en los institutos para estudiantes de la ESO. Este plan constituye una recomendación que será presentada a las comunidades autónomas para su discusión y posible implementación.
La recomendación pone de relieve los problemas asociados al uso indebido de dispositivos móviles, que van desde la distracción hasta comportamientos perjudiciales para la convivencia en el ámbito escolar. Además, destaca las ventajas educativas que puede aportar la restricción de estos dispositivos para mejorar el rendimiento escolar. El documento estipula que los estudiantes no deberán llevar móviles al centro educativo, excepto en casos donde se otorgue autorización por motivos individuales o específicos, tales como razones de salud o circunstancias personales o familiares.
En Europa
Lo que pasa en España es un eco de las inquietudes que se expresan en toda Europa. Varios países ya han adoptado prohibiciones en el uso de móviles en las escuelas. A partir del 1 de enero se implementó en los Países Bajos una prohibición en el uso de móviles, tabletas y smartwatches en las aulas. Italia, por su parte, fue uno de los primeros países en establecer una ley al respecto en 2007, aunque su aplicación ha sido irregular. En Francia se generó un amplio debate público cuando en 2018 se incluyeron estas restricciones al uso de móviles en el Código de Educación. Portugal también cuenta con prohibiciones similares. En el Reino Unido, aunque no existe una prohibición formal a nivel nacional, la gran mayoría de las escuelas ha optado por restringir el uso de móviles.
El medio indomable
Las instituciones educativas siempre fueron reacias a incorporar nuevas tecnologías. Todavía recuerdo que durante la primaria me prohibieron llevar mi querida calculadora CASIO a la escuela. Unos años más tarde, era obligatorio llevarla a las clases de matemática de la secundaria.
Lo mismo pasa con los medios. Durante años las instituciones educativas vieron con desconfianza a la televisión: la caja boba era la negación de lo educativo. Basta repasar las tiras de Mafalda para recuperar los temores que el new media generaba en las familias en la década de 1960. Sin embargo, con el correr de los años la televisión dejó de ser vista como un enemigo: el desarrollo progresivo de la teleducación y la incorporación de las pantallas en las aulas (por ejemplo a través del uso de reproductores de VHS) terminó por «legalizar» a la televisión dentro de los procesos de enseñanza-aprendizaje.
En general, las producciones televisivas de carácter educativo siempre han sido aburridas. Lejos de las dinámicas narrativas y estéticas de la comunicación audiovisual mainstream, salvo contadas excepciones a los programas educativos les ha costado abandonar el tono didáctico de la clase magistral. Podría decirse que la educación aceptó a la televisión solo cuando logró pasteurizarla, o sea, cuando logró convertirla en un instrumento dócil y totalmente sometido a la lógica reproductiva del aula tradicional.
La escuela no pudo domar al teléfono móvil. Y eso que lo intentó. Hace casi dos décadas Manuel Castells reivindicaba la incorporación de las tecnologías digitales dentro del aula y criticaba las prohibiciones. El artículo «Estudiar, ¿para qué?» es un buen ejemplo de esa línea de reflexión:
Jóvenes que acceden a toda la información por internet, que construyen sus redes autónomas en torno a los móviles, que chatean y navegan, que se forman jugando y se informan comunicando, simplemente no soportan la disciplina arbitraria de unas clases anticuadas con enseñantes desbordados a quienes nadie les prepara para la nueva pedagogía.
Castells proponía reducir la distancia entre lo que pasaba dentro de la escuela y la vida exterior de los jóvenes. Nuestro proyecto TRANSLITERACY (2015-18) iba en esa dirección. Diseñamos un centenar de actividades didácticas -muchas incluían el uso de móviles- para desarrollar dentro del aula. Esperemos que, a pesar de las prohibiciones, los docentes se animen a seguir usando estos potentes dispositivos de comunicación para mejorar los procesos de enseñanza-aprendizaje.
Hoy la interfaz educativa se declara vencida: no ha podido integrar al actor tecnológico. La institución ha preferido izar la bandera blanca, replegarse y volver a comienzos de siglo, a esa época en que Castells comparaba al smartphone con un pasaporte: al salir de la escuela las familias esperaban a sus retoños para devolverles el dichoso aparatito y reconciliarlos con su mundo real. Pero no solo la escuela ha perdido la partida: también las familias y las empresas tecnológicas son parte de esta derrota, aunque miren para otro lado.
Ironías digitales
La presión de las familias ha sido un factor clave en la decisión tomada por la Generalitat de Catalunya. La cuestión cobró importancia en noviembre, cuando padres y madres de Poblenou (Barcelona) iniciaron una campaña para retrasar la entrega de smartphones a los jóvenes hasta los 16 años. El grupo Adolescencia Libre de Móvil contó con la participación de varias asociaciones de familias de alumnos (AFA) y otros grupos. Como no podía ser de otra manera, este movimiento comenzó en un chat de WhatsApp de padres y madres para terminar transformándose en un imparable grupo de Telegram con miles de seguidores.
Para cerrar este texto de manera creativa, le pedí al vituperado ChatGPT una reflexión final:
En el aula donde el futuro es tejido,
donde el saber y la tecnología van unidos,
celebremos que el móvil sea bienvenido,
pues con él, el aprendizaje, enriquecido, jamás será vencido.
Imágenes realizadas con DALL-E.