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El maltrato materno en canarios fomenta la agresividad de las crías en la edad adulta

A menudo, durante la reproducción, las hembras de canario agreden a sus propias crías arrancándoles plumas, dándoles picotazos o incluso echándolas del nido. Un trabajo internacional en el que participa el Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN-CSIC) ha investigado las consecuencias de este comportamiento sobre el desarrollo de las crías y su comportamiento. Tras estudiar a casi 200 parejas de cría, han llegado a la conclusión de que la agresión maternal podría formar parte de una estrategia reproductiva que permite a las madres optimizar los recursos disponibles, aunque esto ocurra a costa del desarrollo de las crías, que crecen más lentamente y muestran una mayor agresividad. 

Han estudiado el comportamiento agresivo de las madres hacia los pollos en 197 parejas de canarios criados en cautividad

Para esta investigación, publicada en Scientific Reports, las investigadoras monitorizaron la crianza de 197 parejas en cautividad. “Hemos comprobado que los polluelos comienzan a crecer más despacio a partir de los 14 días, coincidiendo con el inicio de la agresión. Sin embargo, su mortalidad no aumenta respecto al resto de los pollos, lo que implica que estas agresiones no son sinónimo de abandono”, contextualiza la investigadora del MNCN Judith Morales.

Los polluelos que sufren agresiones crecen más lentamente, pero no sufren mayor mortalidad, lo que implica que no hay abandono

Además de afectar el crecimiento, estas experiencias parecen dejar huella en el comportamiento social de las crías. “Nuestro estudio sugiere que estas experiencias moldean la forma en que las aves responden a los conflictos sociales más adelante, ya que los machos criados por madres agresivas desarrollan comportamientos más intimidatorios en sus interacciones, una posible ventaja en entornos competitivos” añade Clara García-Co, investigadora de la Universidad de Amberes (Bélgica). “En otro estudio que saldrá publicado dentro de poco hemos tenido la oportunidad de comprobar que este comportamiento también afecta a las hembras, volviéndolas más agresivas” continúa García-Co.

Estos resultados enlazan con la llamada hipótesis del ciclo de la violencia filoparental, que sugiere que crecer en un entorno violento puede favorecer la aparición de comportamientos agresivos en la vida adulta, un fenómeno observado también en otras especies, incluido el ser humano. 

Por otro lado, las hembras agresivas pusieron más huevos en ambas puestas., lo que apunta a una estrategia reproductiva más rígida y posiblemente menos sensible al entorno que la de las hembras no agresivas. “Lo que aún no sabemos es si estas hembras agresivas fueron también criadas por madres agresivas y por eso repiten el comportamiento. En esta investigación no separamos los efectos genéticos de los ambientales, algo que pretendemos analizar en el futuro”, termina García-Co.

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