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El instante oportuno

Iván Prado Sejas

“Se tejieron muchas historias sobre él,

es posible que esta sea la verdadera”

Se despertó de súbito en la noche. Su cabeza explotaba en ideas, y las mismas parecían perforar cada rincón de su conciencia. Se levantó de la cama y se puso un poncho por encima del camisón para amainar el frio penetrante del altiplano. Caminaba desazonado, de aquí para allá, en su dormitorio de la hacienda Suyaña. En su mente estaba la idea de si debía atacar a Belzu, con un ejército desgastado por el largo viaje hacia La Paz, o simplemente debería ofrecer su cuerpo, como carne en descomposición, para que las aves de rapiña lo hagan trizas. En ese momento, se atravesaron en la mente de Mariano otras ideas. Recordó algunos hechos ingratos de su infancia. Vio cómo su madre, sirvienta, era maltratada por el patrón, quien le daba de chicotazos y patadas. Eran ráfagas de pensamientos y sentimientos que le venían a la memoria.  De pronto, en su mente apareció un túnel luminiscente. Cientos de imágenes pasaban y repasaban, entre las paredes. Veía a miles de niños y mujeres desposeídas que eran abatidos por las fuerzas de Belzu. Entonces, Mariano decidió ir a enfrentarse a Belzu, quien para él, era “el usurpador”, y además el opresor de los pobres.

Mientras se acostaba nuevamente en su cama, Mariano, extrañamente se sentía el ser más solitario. Su madre había muerto cuando él era niño. Y de su padre no sabía nada. Estando echado, empezó a recordar a su abuela, con quien pasó su infancia y su adolescencia. Recordó también su ingresó a la escuela en el Convento de Tarata. ¡Carajo!, ahora no soy más un indio, se decía a sí mismo. Entonces, ¿por qué me siguen tratando como un indio de mierda?, se contestaba. Según él, había dejado de ser indio, cuando entró al cuartel. Pero otra voz en su interior le decía que jamás él dejaría de ser indio. En su mente aparecían imágenes de los indios como pongos, una suerte de esclavos. Pero, él sabía que había llegado muy lejos. Hoy, era un General de Ejército, aun siendo mestizo. Cuando pensó en mestizo, aparecieron en su mente los insultos: “Cholo ”, “cholo de mierda”, “cholo yana alqo (perro negro)”. Recordó en ese instante que hubo situaciones en las que querían que sienta vergüenza de su apariencia, pero él jamás bajo la cabeza. Sin embargo, alguna vez se pescó pensando: “Cuánto no daría por sacarme esta piel que tengo”. En ese maremágnum de recuerdos, él veía que no había forma de eludir su origen; era simplemente un indio, moreno, cobrizo, cholo, y así por delante…

En la mañana, Mariano se despertó sonriente. Parecía que el sueño había renovado su espíritu. Sentía que los fantasmas de la noche se habían alejado. Asimismo, en la madrugada, había tenido algunas luces para la contienda que se aproximaba. Había analizado varios factores y había tomado una decisión. Después de cambiarse su indumentaria militar, hizo llamar a su lugarteniente y le dijo: Vos, Capitán Rojas, en una hora debéis tener a la tropa preparada. Como sabéis, hoy ingresaremos a la ciudad de La Paz a retomar el poder que nos ha arrebatado Belzu. Preparad a los soldados para una larga lucha, cuerpo a cuerpo, con los belcistas. Nadie podrá dar vuelta atrás. Quien piense en desertar será acribillado en el instante. El honor o la muerte, nos espera, dijo Mariano con una voz firme. ¡Es su orden mi General!, respondió el Capitán, y con un saludo militar, se despidió. Entonces, Mariano se dirigió inicialmente al corredor principal de la hacienda para tomar su desayuno con la tropa. A su paso, todos le saludaban y le rendían pleitesías. Estando en el comedor improvisado, hacía bromas, y gritaba hurras con los oficiales y soldados.

Después de motivar a sus soldados, Mariano se dirigió hacia el refectorio de la hacienda. Allá se encontraba su esposa, Juana Sánchez, a quien le decían Juanacha. Conociendo los gustos de Mariano, ella había hecho cocinar unas humintas vallunas. Al rato apareció de la cocina con una bandeja de humintas y un mate de sultana. Al ver a su amada, Mariano se desarmó. Juanacha colocó la bandeja y el recipiente de mate encima de una mesa pequeña. Luego, de darle un abrazo y un largo beso, dijo cariñosamente:

—¡Mi “negro”adorado! ¿Cómo durmió anoche?

 —Después de la reunión del alto mando, que duró hasta muy tarde, me retiré al cuarto azul. Ya no fui a nuestro aposento, puesto que no quería despertaros, debías descansar. El viaje desde Cochabamba, fue muy cansador.

—Pero, vuestra señoría también necesitaba descansar, —dijo Juanacha, con una voz de preocupación. 

—Este manjar delicioso que vos preparasteis, renueva totalmente mis energías, —comentó Mariano, deseando tranquilizar a Juanacha.

—Bueno, hoy iréis a ingresar a La Paz para la retoma. Sólo espero que podáis desalojar al usurpador… Y espero estar mañana bajo sus fornidos brazos, saliendo de la agonía e ingresando en el éxtasis de vuestra presencia sensual.

En ese momento, Mariano fue envuelto por una brisa de recuerdos. Juanacha, desde que enamoraron, había sido su ángel guardián, para calmarle en ocasiones en las que perdía los estribos. O para darle ánimo en situaciones en las que su motivación estaba por los suelos. Asimismo, ella había sido su amante ideal, en noches llenas de lujuria y seducción. Por otro lado, había sido su compañera en las duras batallas contra cientos de enemigos, ocultos o desvelados. Ella, en todo momento, había aceptado su procedencia provinciana. Por eso, aún en días de desasosiego y desesperanza, confiaba en Juanacha. A pesar de tener muchas decepciones en el mundo de la política, se apoyaba en aquella mujer, porque la sentía parte de su ser.

—¡Mi reina! ¡Mi qoya! Vuestra presencia me proporciona toda la energía para conquistar mil soles. Seguro estoy, que nuestras fuerzas triunfaran ante el enemigo usurpador, —dijo Mariano con una voz, a momentos, dulce, y a instantes, firme, muy convincente. En sus palabras estaba toda la voluntad para recuperar el poder perdido.

—¡Amado mío! Que vuestro deseo se haga realidad…

Luego que Mariano y Juanacha terminaron de tomar el desayuno, se acercó a la pareja, Santiago Huanca, un miliciano aimara, aliado, que había bajado a la ciudad, de manera furtiva, y había visto las fortalezas y las debilidades de las fuerzas belcistas. Mariano, se levantó y dijo a Santiago para que fueran al corredor grande, donde se encontraban los oficiales. Ordenó a uno de sus guardias personales para que avisara  a los oficiales de alto rango, para una reunión inmediata. Estando todos reunidos, instruyó para que Santiago Huanca les relate  los detalles de lo que había visto. Mariano, militar de experiencia, tenía que saber a qué “cueva” se iba a meter con sus batallones. Conforme Santiago iba describiendo lo que vio, Mariano maquinaba las posibles acciones militares. Sus lugartenientes y capitanes, escuchaban atentamente a Huanca y hacían preguntas. Luego que Santiago terminó de informar, Mariano dijo: Vosotros habéis escuchado a Huanca y él corrobora nuestras conjeturas respecto al poderío de la fuerzas belcistas. Ellos nos llevan ventaja en número de soldados, en caballería, en lanceros…, sin embargo, nosotros tenemos a las milicias indígenas a nuestro favor. Por esto, Belzu no se atreve a enviar sus tropas a este lugar. Él no tiene apoyo de los verdaderos aimaras, y mucho menos de los quechuas. Así, el enemigo se ha atrincherado en Chuquiago Marka (nombre de la ciudad de La Paz, en idioma nativo).

Si bien Mariano exponía sus ideas, una parte de los oficiales presentes sudaban de nervios, puesto que sabían que sus vidas serían ofrendadas. Por lo que Huanca informo, parecía que el ejército de Belzu tenía todas las de ganar. Mariano, viendo la cara de sus subordinados, advirtió:

— ¡Carajos!, estáis temblando como conejos. Si así de temerosos pensáis entrar a ese “hueco”, los belcistas nos descuartizaran en mil pedazos.

—Mi General, vuestra señoría sabe que nosotros estamos dispuestos a todo por defender su nombre y su liderazgo, —dijo el Capitán Rojas. Sus compañeros oficiales también manifestaron su aquiescencia.

        —Arí, Tata Melgarejo, noqayku risayku qanwan. Os acompañaremos hasta el último rincón, hasta morir con vos, —añadió uno de los caciques quechuas. El resto de caciques también manifestó su voluntad de apoyar a Melgarejo.

Después de escuchar a varios de sus oficiales y a los caciques, Mariano se dio cuenta que debía de  alentar más a su ejército, compuesto, en ese momento, por militares y milicianos quechuas y aimaras, para lograr la victoria ansiada. Después de ciertas arengas a los oficiales y caciques, no dijo más nada, y terminó la reunión. Al dejar el corredor dijo al Capitán Rojas: ¡Capitán, mañana, a las cinco de la mañana, deseo ver a nuestras tropas y a los milicianos preparados para marchar  y aniquilar al enemigo en Chukiago Marka!

El día pasó como una ráfaga. El ejército de Melgarejo había hecho sus últimos preparativos para bajar a la ciudad de La Paz al día siguiente. En la tarde, Melgarejo tuvo reuniones esporádicas con sus oficiales y con los caciques para afinar los planes de ataque. Al anochecer, después de una cena liviana, Mariano y Juanacha se fueron a sus aposentos.  

A las cinco de la mañana Mariano Melgarejo salió de su aposento. Una mirada profunda y una sonrisa plena, acompañaban su rostro. Había pasado una noche de eterno de amor con Juana. No sabía si iba a volver con vida de Chukiago Marka, pero sí estaba seguro de que había amado como ningún ser humano en el universo conocido.

Mariano Melgarejo estaba con su mejor vestimenta. Según él, debía entrar al palacio vivo o muerto, pero muy bien vestido, a la usanza militar. Al rato, subió a una tarima improvisada, y desde ahí se dirigió a su tropa compuesta por blancos, mestizos e indios, antes de partir hacia La Paz. Él empezó diciendo: Vos, soldados de la vida y por la Vida. En este momento el enemigo tiembla puesto que sabe que nos estamos prestos a retomar el poder usando toda nuestra fuerza mestiza e indígena. Ellos saben que no somos unos cuantos militares, pues también están conozco milicianos armados, no sólo con sus rifles, espadas, lanzas y macanas, sino también con el arma más mortal: El deseo de liberación de un pueblo oprimido…

Mientras Mariano dirigía sus palabras a la soldadesca y a los milicianos, Juanacha, resplandeciente con su belleza, vislumbraba una luz más allá del horizonte. Se imaginaba a Mariano y a su ejército entrando al palacio de gobierno con paso de parada. “¡La victoria es un hecho!”; aparecía la frase a su mente. Ella no quería dar lugar a las dudas, a los temores, y a la inquietud de pensar en una derrota. A pesar de que su pareja fue vilipendiada de mil maneras, Juanacha sabía que la realidad era otra. Por cierto, Juanacha, era hija de Don Aurelio Sánchez, un hacendado de los valles de Tarata, y su figura femenina, de porte español, le daba una prestancia y una belleza incomparable. Ella, racionalmente, no lograba explicar cómo se había enamorado de Mariano, que por una parte, era como un toro indomable, por otro lado, era apenas un adolescente colocado en una instancia histórica que ni él mismo sabía explicar.   Juana había conocido a Mariano cuando era Capitán de Ejército, y se encontraba de vacaciones en Tarata. Por ser él, un militar de alto grado y defensor de Ballivian, su padre lo había recibido un día de esos en su hacienda; si bien, cuentan que no le agradaba la procedencia mestiza del susodicho. Con el tiempo, Don Aurelio aceptó que su hija se casara en segundas nupcias con Melgarejo, sospechando un exitoso porvenir para este militar tarateño.

Mariano Melgarejo terminó su discurso, y luego infundió ánimo a sus fuerzas con proclamas para tomar el Palacio de Gobierno e instó a derrotar a las fuerzas belcistas. Bajó de la tarima, acompañado de sus lugartenientes. Uno de los oficiales jóvenes era su hijo político, José Aurelio, quien oficiaba de edecán, y hacía parte de esta lucha contra las fuerzas de Manuel Isidoro Belzu, nominado como Presidente de la República de Bolivia, por un golpe de estado que sucedió mientras Melgarejo se encontraba en Cochabamba. Su mano derecha era el Capitán Rojas, oriundo de Tarata, la misma ciudad donde nació el propio Melgarejo.

Al rato; Mariano Melgarejo ordenó a sus tropas avanzar hacia la hoyada de La Paz.  

Montado en su caballo Holofernes, Mariano era la cabeza de su ejército. Mientras avanzaba a su mente venían pensamientos distintos. Él sabía que el ejército de Belzu se encontraba parapetado en todo el tramo de ingreso a la ciudad de La Paz. Este ejército le había sido leal semanas antes; ahora apoyaba a Belzu en la asonada golpista. Él estaba seguro que los jefes militares acantonados en La Paz se habían aliado a Belzu por intereses económicos y de poder. Asimismo, estaba consciente  en su fuero interno, que iba a ser muy difícil ingresar a La Paz con una tropa que estaba cansada después de recorrer parte del altiplano paceño y de los valles cochabambinos. Si bien habían descansado dos días, esto no era suficiente para retomar energías. Él sabía de esto puesto que ya había recorrido estos páramos con tropas, en tiempos de conflicto, apoyando a José Ballivian, en 1841; a José María Linares, en 1857, y a José María Achá, en este último periodo.  

Mariano sabía que se estaba metiendo en la boca del lobo. Su ejército era inferior en número y en armas. A medida que fueron avanzando, su voluntad empezó a flaquear. Su mente se nubló por un momento, cuando empezó a ver a lo lejos, en el camino, miles de sombras que se movían. No sabía si era sólo su imaginación, o realmente eran sus enemigos que lo esperaban. Entonces, se le iluminó su mente por un momento… Ya sabía lo que tenía que hacer.

Eran las siete y media de la mañana y las fuerzas melgarejistas estaban cerca de las laderas donde el enemigo aguardaba, Melgarejo ordenó para que tocasen, los pututos y las trompetas, sonidos de ataque. Debían de impactar psicológicamente al enemigo. Por su experiencia, Melgarejo sabía que los primeros en ser colocados contra su ejército iban a ser indígenas aimaras, los aliados de Belzu. Iban a ser usados como carne de cañón. Y así, tal como se había previsto, cientos de indígenas salieron de sus escondites para oponerse al paso de las fuerzas de Melgarejo. Empezaron los disparos y cañonazos; la lucha se había iniciado.

Después de un tiempo, calculado con una astucia milimétrica, Melgarejo y un grupo de oficiales de caballería, se encaminaron, a todo galope, hacia la hoyada, donde se divisaba la ciudad de La Paz. Rompiendo las defensas del enemigo; marchando por senderos poco conocidos, Melgarejo y su grupo de subordinados se encauzaron en una misión. 

Luego de recorrer por caminos y atajos, Melgarejo y su comando llegaron hasta un claro donde se encontraba un puesto militar. Allá estaba en formación un batallón del ejército que apoyaba a Belzu. Mariano instruyó para que el grupo se divida, y dejó sus armas con uno de los escoltas. Lo mismo hicieron aquellos que lo iban a acompañar para finalizar la misión. Sacando coraje, y mucha osadía, Melgarejo tomó una bandera blanca, y a caballo, junto a cuatro de sus oficiales de confianza, entre ellos el Capitán Rojas, irrumpió sorpresivamente frente a los lanceros pro belcistas. Estos no daban crédito a lo que estaban viendo. Antes de cualquier reacción:

Oficiales, frente al poderío mostrado por vosotros en esta pelea, para evitar pérdidas humanas y conociendo mis debilidades, vengo a entregarme, conjuntamente con mis oficiales. Me pongo a vuestra disposición para que me lleven ante la presencia del Presidente Belzu. ¡Viva Bolivia!, —se escuchó la voz de Melgarejo.

Frente a esta situación, el capitán Camargo, a cargo del batallón pro belcista, no pensó dos veces. Él, otrora estaba subyugado por el General Melgarejo, y ahora lo tenía rendido a sus pies. “¡Esta es mi oportunidad!”, pensó Camargo. Entonces, inmediatamente instruyó a sus oficiales y suboficiales para escoltar a Melgarejo y a sus acompañantes, para ingresar a La Paz, hacia la plaza principal donde estaba el palacio consistorial.

Camargo, tomó otro caballo para encabezar la escolta militar, y antes de nada, Mariano llamó a Camargo y le dijo al oído para que no enviara emisarios hacia el palacio de gobierno para comunicar la gran noticia. Además le dijo: Es mucho mejor para vuestra persona que  nos lleve a palacio de manera “silenciosa”.  Así, obtendréis réditos… Un ascenso os espera. Camargo, al escuchar a Melgarejo, se imaginaba yendo hacia la gloria.

En el camino, la gente que salía a las calles, no daba crédito a lo que estaba viendo. Mariano Melgarejo, el llamado “sanguinario”, “dictador”, “indio”, por sus enemigos, había sido vencido. Tal era la sorpresa que la gente se aglutinaba detrás de la comitiva y acompañaba con gritos: ¡Muerte a Melgarejo! ¡Viva Belzu! Mariano, escuchaba las voces del vulgo engañado,  y al mismo tiempo recordaba las voces adulonas de aquellos que decían que eran sus incondicionales, cuando él era Presidente. Volvía a repetir en su mente: “¡Confianza ni en la camisa!” 

En el palacio, Belzu se encontraba reunido con oficiales de alto rango, cuando de pronto se escuchó en la plaza un griterío. Se escuchaban “vivas” para él y gritos de muerte para su enemigo. Hasta que ingresó en la sala un oficial: Mi General Belzu, han tomado preso a Melgarejo y a varios de sus secuaces. Están aquí, los trae el Capitán Camargo, junto a soldados leales.En ese instante, una sonrisa de plena satisfacción se dibujó en el rostro de Belzu, pero, al mismo tiempo, no podía creer en aquel sorpresivo acontecimiento. Estaba aturdido.

Al rato, se escucharon ruidos y voces en las gradas del interior del palacio. “El indio fue derrotado”, surgió en la mente de Belzu. Se abrieron de par en par las puertas del salón Rojo, en el segundo piso y Melgarejo hizo su aparición. Antes de que Belzu diese alguna orden, Melgarejo desempuñó un pequeño revolver que había escondido en su pechera y disparó contra la humanidad de Belzu.

La acción fue tan sorpresiva que todos quedaron paralizados. Mientras tanto los oficiales Melgarejistas habían tomado las armas de sus escoltas, y apuntaban hacia el enemigo. Inmediatamente, los oficiales de menor rango, que se encontraban en la sala, empezaron a gritar: ¡Viva Melgarejo! ¡Viva Melgarejo! ¡Viva Melgarejo! Todo había cambiado en un instante. Los oficiales de alto rango, traidores a Melgarejo, fueron tomados presos.         

En ese corto periodo, en la mente del Capitán Rojas se volvió a dibujar la frase de Melgarejo: “O me seguís coraceros o me destapo los sesos”. Esto les dijo cuándo iniciaban la misión imposible. Mientras tanto, ni el mismo Mariano podía dar crédito a lo que había ocurrido. Sus enemigos estaban derrotados.

Mariano Melgarejo salió al balcón donde la turba esperaba, y antes de cualquier reacción, gritó: ¡Carajo, Belzu ha muerto! ¿Quién vive ahora? Y el populacho respondió eufórico: ¡¡Viva Melgarejo!!

En ese momento, Mariano, vio a su lado las figuras de su madre y de Juana reivindicando las necesidades de los desposeídos. 

DATOS BIOGRAFICOS DEL AUTOR

Iván Prado Sejas, escritor boliviano, con producción de novelas, cuentos y poesía. Ha recibido el Premio Literario del Ministerio de Educación, Cultura y Deportes en 1998 por su novela en quechua Inka Kutimunña (El Inca ha vuelto).

Entre su producción literaria se tiene:

Novelas:

  1. Inka Kutimunña (Runayay, 1998);
  2. Las Amazonas, Poder y Gloria (Lulu, 2006);
  3. El Crepúsculo en la Noche de los Tiempos (Cyan, 2008);
  4. Samay Pata (Kipus, 2012);
  5. Hananpacha (Kipus, 2014).

Cuentos:

1.- Prado, S., Ivan (2009). «Los Sueños del Padre». USA: Editora, Lulu.

2.- Prado, S. Iván (2009). Fisgoneando el futuro. Revista ELECRUM. Sindicato de Luz y Fuerza de Cordova, nro. 1068, 27/11/2009, pag. 10.

3.- Prado, I., Bianchi, R., Pessoa, C. & otros (2010) Cuentos en 2 minutos (Contos em 2 minutos). Montevideo-Brasilia: aBrace Editora.

4.- Prado, S. Iván. «Galaxia mía, tuya o nuestra» (Cuento). Revista Malhablados Bien Escritos, Santa Cruz, Año 1, Nro 2, febrero-abril, 2011.

5.- Prado, S. Iván (2013). Incertidumbre (cuento). En Vértigos, Antología del cuento fantástico boliviano. La Paz: Editorial El Cuervo.

6.- Prado, S. Ivan (2014). Los sueños del Padre (cuento). En Las Remotas Edades. Cochabamba: Grupo Editorial Kipus.

7.- Prado, Iván. Ojo de Águila. En wwwhttp://cffbolivia.blogspot.com/2010/03/

ojo-de-aguila-de-ivan-prado-sejas.html

8.- Prado, Iván. Aparición de Mankho Kapaj. En www http://cffbolivia.blogspot.com/

2011/ 03/aparicion-de-manki-khapaj-de-ivan-prado.html

9.- Prado, Iván. Vencer y vencer. En wwwhttp://antologiamundialdeminificcion.

blogspot.com/2014_03_01_archive.html

10.- Prado, Iván (2014). Más allá de la gran muralla. Revista Multiverso, Nros 2-3

http://supernovacifi.blogspot.com/2014/01/revista-multiverso-n2.html

11. Prado, Ivan (2020) Mc Tromppo y la voz. Revista Inmediaciones.org. https://inmediaciones.org/cuento-de-ivan-prado-sejas/

12. Otros, en revistas, webs y blogs.

Poesía:

  1. Arawi Valluno (Yerba Mala Cartonera, 2010) 
  2. Mujer Eterna (Kipus, 2011).

Antologías:

  1. Prado, I.; Ruiz, G. & Averanga, D. (2013). Vertigos, I Antología del Cuento Fantástico Boliviano. La Paz: Editorial El Cuervo.
  2. Prado, S. Ivan & Gonzalo Montero Lara (2013). De Imposibilidades Posibles: I Antologia del Cuento Maravilloso de Bolivia. Cochabamba: Grupo Editorial Kipus.
  3. Prado, S. Ivan & Miguel Esquirol (2014). Las Remotas Edades. I Antología de Ciencia Ficción Bboliviana. Cochabamba: Grupo Editorial Kipus.
  4. Prado, S. Ivan & Gonzalo Montero Lara (2014). Sueños y Encanto: Cuentos y Relatos de Tarata. Cochabamba: Grupo Editorial Kipus.
  5. Prado, S. Iván &  Muñoz W. Oscar (2018). Antología de Literatura
    Fantástica Neoindigenista. Cochabamba: Grupo Editorial Kipus
  6. Prado, S. Ivan & Gonzalo Montero Lara (2019). Realidades y Ficciones: Cuentos y Relatos de Tarata. Vol. 2. Cochabamba: Grupo Editorial Kipus.

Ha publicado artículos, comentarios y reseñas en periódicos, revistas, blogs y webs literarios nacionales e internacionales como Los Tiempos, Opinión, Cambio, Supernova, Amazing Stories, El Duende, Fondo Negro, Ciencia Ficción y Fantasía en Bolivia, Revista AXXON, Las Amazonas, Poder y Gloria y otros.

Es creador, conjuntamente con Miguel Esquirol, del blog Ciencia Ficción y Fantasía en Bolivia. Asimismo, ha sido fundador de SUPERNOVA – Sociedad de Escritores de Narrativa Fantástica y Ciencia Ficción y es Presidente del PENBOLIVIA, filial Cochabamba. Es administrador y moderador de varios blogs de literatura.

Datos bio – bibliográficos in extenso en: https://docs.google.com/document/d/19KszEr_NhXR4RKCk6CfMDf4PymkyhU1yYXhOPSaIxG4/pub

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