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Molle de enfrente….

(César Soto Santiesteban,  verano 2016)

Molle de enfrente:

Se hace al que no ve ni siente

Discreto y apenas inclinado

Pretende no oír tampoco

El murmullo escolar del final de la tarde

Justo en la esquina

El molle dice algo

Parecido al destino de los hombres

Cómplice silencioso del tiempo

Sus cicatrices recuerdan al madero nazareno

En el hogar de los pájaros

Tierno molle

Casi hombre

Casi canto

Casi luz….

Nota bene: el último verso, retoma   -transformándolo-  el haikú de Juan José Tablada: “Tierno saúz, casi oro, casi ámbar, casi luz…”. Los poemas y los poetas se hablan entre ellos. Este recurso, más que una pretendida “intertextualidad”,  es una celebración de la palabra infinita del poema universal que todos escribimos y en el que nos escriben. Por lo demás, es recurso ampliamente utilizado, entre otros por el célebre Thomas Stearns Eliot al influjo de su maestro Ezra Pound.

Imagen: Árbol de molle (Schinus molle) en una pintura de Edward Edmondson, 1870

Muerte de la Higuera

(César Soto Santiesteban,  verano 2016)

Con pulso implacable

y tal vez atribulado por una oculta congoja

El jardinero acometió el atávico oficio de leñador de los hombres

Hecho el estropicio,

Sintió el desahogo antiguo de Caín al matar a su hermano

No hubo remordimiento

El recuento de los hechos le trajo más tarde

-el tiempo que todo lo sabe-

La herida interna del recuerdo

La higuera volvió plena

desde un descuidado gajo que dejó su verdugo

y un día se presentó silenciosa al final de  la tarde

a su  –ahora-   fracasado asesino

Nada se dijeron entre ellos, según cuentan.

No hubo rencor alguno

Desde aquel aciago día

La higuera y el hombre habían envejecido

El tiempo que todo lo sabe

Se confundió con el olvido.

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