Homero Carvalho Oliva

“Si los peruanos debiéramos leer una sola novela 
publicada en estas dos últimas décadas sería esta”

Alberto Vergara

Hace unas semanas fui invitado a la Feria Internacional del Libro del Bicentenario del Perú, que se realizó en el parque Kennedy, de la ciudad de Lima; como siempre lo hago en estas ocasiones aproveché para reencontrarme con amigos, conocer otros escritores, intercambiar y comprar libros. Entre las novedades literarias que adquirí está El espía del Inca, de Rafael Dumett, considerada la novela del año en el Perú y un fenómeno de ventas en Iberoamérica.

El espía del inca es un libro de 941 páginas, incluidos el glosario, los agradecimientos y la bibliografía. Se trata de una novela histórica que, según su autor, tardó más de diez años en escribirla, pues tuvo que investigar acerca del imperio incaico y las primeras décadas de la conquista; el escritor peruano leyó y estudió crónicas coloniales como ensayos contemporáneos para escribir una obra, ya emblemática, que destruye varios mitos acerca de la conquista, tanto de la leyenda negra como de la blanca de este proceso que aún despierta enconados debates. En la novela se cuenta la historia de Yunpacha, Oscollo, Canchis o Salango, el espía que tuvo un nombre diferente para cada época de su vida y de sus planes para rescatar al Inca Atahualpa prisionero de los españoles, estamos hablando de noviembre de 1532.

Dumett arma una novela cuyos capítulos semejan un gigantesco quipu, porque los quipus no solamente servían para comunicar cifras, también contaban historias y Dumett, como si fuera un quipucamayoc lo sabe, los escribe/anuda, los lee/desata y trasmite sus significados descifrando sus códigos secretos. Novela policial, de espías, de aventuras, de misterios de “piedras transparentes que descubren las mentiras”, de desmitificaciones, una novela compleja y difícil de leer que, a veces, dan ganas de dejarla en el librero, especialmente cuando Dumett se extiende sin justificación alguna, enmaraña ciertas escenas y encripta otras; además de usar el lenguaje popular y escribir como hablaban los quechuas o como se escribía el castellano de la conquista.  

Novela de intrigas

Así, además de las intrigas entre los hermanos incas, sus seguidores, los sacerdotes, los generales y los enemigos del imperio inca, Dumett asume la fórmula de Honórate de Balzac de que las novelas son la historia íntima de las naciones, el espacio donde se puede contar las vergüenzas, las miserias, las traiciones y perversiones: los españoles hedían tanto que provocaban malestar entre los habitantes del reino de las cuatro direcciones; su mal olor los precedía como un mal agüero; así como los gustos sexuales de la realeza inca y de los súbditos, otro tema es de la discriminación y el racismo en los cuatro suyos. Dumett se convierte en el “gran hombre que cuenta”, de las vidas de un imperio que no duró ni cien años, pero que logró expandirse por toda la cordillera andina y parte de la Amazonía. “Sus conquistas fueron vertiginosas, y antiguos cronistas describen que no hubo piedad sobre algunas de las culturas vencidas”. Sostiene Dumett: «El Espía del Inca» funciona como un mural amplio y detallado que describe los sometimientos de las etnias conquistadas, las ambiciones de los invasores europeos, los juegos de lealtad alrededor del Inca cautivo y fabula los universos íntimos de sus personajes, la mayoría reales”.

Los quipus/capítulos anudan y desanudan el argumento y dan cuenta de los dioses de arriba, de los señores del mundo subterráneo, del que “todo lo ilumina”; así como de los sacerdotes, las ñustas, las huacas o lugares sagrados y las divinidades que los habitaban y de todas las deidades que entran en conflicto con el Dios de todos los cielos que hablaba en un libro, llamado Biblia. La obra es también un tratado de cosmovisión andina. Dumett cuenta la vida de los ayllus, de sus curacas y de los aucas, los valientes guerreros del inca cuya valentía se puso en duda por la historia oficial que los estigmatizó como cobardes que huyeron ante el rayo en la mano, las corazas, los caballos y la barba de aventureros cuya ambición era insaciable, tanto como la traición de Atahualpa de querer entregar el oro de su pueblo, motivo por el que los sacerdotes lo declaran impostor.

Yo sabía de la existencia de la novela por reseñas, críticas y por entrevistas a su autor. En una de esas entrevistas Sostiene Dumett: “¿Cómo 169 extranjeros pudieron conquistar un imperio? Y yo respondo: por superioridad numérica”, esta respuesta yo la venía afirmando desde hace años y pocos indigenistas la aceptan. Sostiene Dumett: “Los conquistadores habían llegado hacía pocos meses, y luego de apresar al Inca en Cajamarca, les tomó otros pocos meses invadir Cusco, que en 1533 era la capital del reino más poderoso del hemisferio sur. ¿Fueron los arcabuces que retumbaban como truenos los que les dieron ventaja? ¿Las corazas que los protegían? ¿Los caballos que atropellaban al galopar? «En realidad, fueron los mismos indígenas prehispánicos el factor más importante en la caída del imperio», sentencia el novelista peruano Rafael Dumett”.[1] Según Vergara Paniagua: “Esta novela es también una reflexión sobre cómo se cuenta la historia, quién la escribe y quién la borra. Junto al espía el otro gran personaje es el quipu y el poder de sus nudos”[2]. Bruno Ysla Heredia en su nota: «El espía del inca», una historia camuflada de sí misma, señala: “La novela sabe mostrar que los vencedores suelen fabricar mitos maravillosos acerca de sus logros, el del ejército de pocos hombres o el de piedras de Pachacutec que derrotó a los chancas, y que no son más que eso, mitos. Dumett también da cuenta de que el desprecio del hombre contra el hombre, y también de la mujer contra la mujer, no llegó a esta tierra con los conquistadores, sino que ya existía”[3]

“Cuando se jodió el Perú”

El literato Carlos García-Bedoya en su artículo “Respuesta arguediana a una pregunta vargasllosiana”[4], afirma: “La novela de Rafael Dumett El espía del Inca (Lluvia Editores, 2018) es, entre muchas cosas, la mejor novela peruana del siglo XXI, pero es también una respuesta a la celebérrima pregunta de Vargas Llosa: ¿cuándo se jodió el Perú? La respuesta a esa interrogante la busca Dumett en el único sitio en el que se la puede hallar:  en la historia. El Perú “jodido”, ese país marcado por el atraso, la dependencia, el racismo, la injusticia, la pobreza, los abismos sociales y un largo etcétera, tiene su origen en el trauma fundacional de la conquista española, que ha quedado fijado en el imaginario nacional en el drama de Cajamarca. Dumett se acerca a esa “escena primaria” desde una perspectiva andina, y por eso cabe hablar de una respuesta arguediana a la pregunta vargasllosiana”.

Dumett destruye las contradicciones maniqueas de los buenos y los malos, contando, sin crear juicios de valor, sin justificar nada, por eso no explica, muestra lo que fue o pudo haber sido la vida en el imperio inca. El autor nos narra de quipus gigantes como los que narraban las hazañas de los tres últimos incas: Pachacutec, Tupac Yupanqui y Huayna Capac, padre de Huáscar y Atahualpa, esos nudos relataban proezas, derrotas, sometimientos y todo lo que hace a un proceso de conquista, en esta novela Dumett narra desde la visión del narrador omnisciente y en esta novela puede estar clave, como lo afirma García-Bedoya, para entender el Perú de hoy, el ascenso de Castillo y su futuro que está siendo leído en hojas de coca por los yatiris de la política. 


[1] https://www.bbc.com/mundo/noticias-54719637

[2] https://vergarapaniagua.com/author/vergarapaniagua/

[3] http://www.leeporgusto.com/el-espia-del-inca-una-historia-camuflada-de-si-misma/

[4] http://www.scielo.org.pe/scielo.php?pid=S2071-50722021000100016&script=sci_arttext