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El escritor y el misterio de su creación

                                                                                 Escribir es poblar un nuevo mundo. 
Un big bang de letras, comas,  
corchetes que refunda el universo,  
tornándolo en propio, 
jugando un rato entre sueños a ser Creador. 
Sergio Vasconcelos 

Amalia Cordero / Cuba  

Escuché la historia de un niño que llegó muy triste a su casa el primer día de curso. Ante la insistencia de la familia confesó que en su aula preguntaron los oficios de los padres. Entre los padres había ingenieros, aviadores, empresarios y que él había dicho: — Mi papá hace tuercas. Ante el semblante minimizado del niño, el padre le explicó: —Si a un avión le falta una tuerca el aviador no puede moverlo, si al ingeniero le falta una tuerca no puede asegurar los tornillos que sostienen un puente. Si al empresario le faltan tuercas, en las fábricas de su empresa, no pueden echar a andar la producción. Y te digo más, cuando alguien anda distraído, envuelto en sus pensamiento, y a veces, lo ves hablar solo, qué decimos. —Ah, decimos que le falta una tuerca. —Viste, la tuerca es fundamental para que todo gane en equilibrio. Así le fundamentó en varios oficios mientras el rostro del niño iba recuperando la alegría perdida.

Oficios y profesiones mantienen vivo un conglomerado social. Cada elemento ocupa un espacio y desarrolla un proceso que perpetúa el testimonio de un grupo humano. Produciones y servicios mantienen la economía, la salud y la educación. Pero ¿Quién palpa los sueños y pensamientos de los individuos?  ¿Quién descubre la poesía que guarda una flor al abrir sus pétalos o cuando germina una semilla, o la que muestra el temblor de unas manos al roce enamorado? Ese es el escritor, artífice en la condensación de la belleza de las historias que concibe y las escribe para que se trasladen, como el polen, de flor en flor. ¿Alguien puede dudar que uno de esos que se ve distraído no sea un escritor? Porque ellos siempre tienen una idea bullendo en su cerebro o están buscando una palabra que encaje en un párrafo o tratando de encontrar un nombre  para su obra,  son  suficientes necesidades que lo ocupan hasta que entre las páginas de un libro quedan, el conocimiento y la poesía, amasadas por los sentimientos que ese escritor les infunde.

El literato con sus letras expande una aureola  que permite descubrir cómo, ‘’el sentarse tranquilamente bajo la luz de una lámpara con un libro abierto entre las manos, y conversar íntimamente con los hombres de otras generaciones, es un placer que traspasa los límites de imaginable’’.[1]

    Los escritores, aunque estén lejos, son los progenitores universales de esa emoción que se despierta al entrar en un biblioteca o una librería, donde el olor inconfundible de los libros calma y enriquece el espíritu con las tantas historias que se asoman en los estantes de cualquier lugar del mundo.         

    Designar un día al año para reconocer la labor de los escritores deviene en satisfacción para esta comunidad espiritual y con un elevado rango,  si es en ocasión del aniversario del nacimiento de Leopoldo Antonio Lugones Argüello (13 de junio 1874 / 18 de febrero de 1938) en atención a su fructífera obra como poeta, narrador, bibliotecario, ensayista polémico, pedagogo, y una persona muy vinculada con los escritores más prominentes de su época en hispanoamérica, considerado el pionero de la literatura fantástica en Argentina y máximo exponente del modernismo en su país y como homenaje a los escritores de todo el mundo que como un oficio o adicción, o como quiera llamarse, dedica parte de su vida y su tiempo con ‘’un afán persistente, a veces obsesivo que lo lleva a escribir todos los días’’[2] para dejar testimonio del paso humano sobre la tierra y aunque en ocasiones  muchos han sido señalados como locos por estar produciendo ideas y enervarlas en el aire para que no se pierdan, tan absorto en ellas, que se aislan del espacio que lo rodea, el escritor, aunque digan que le falta una tuerca, es como la tuerca que atemorizó al niño de mi cuento, es un integrante imprescindible de la vida en sociedad. Es el encargado de dejar escrita la memoria del mundo. Entonces, ¡Viva la locura!


[1] Elízabeth Barrett Browning. Tomado del muro de Ana G. Hernández, en el grupo Acompáñame con un libro.

[2] Graciela Sánchez Narváez: en su muro de faceebock 13 de junio 2023

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