Maurizio Bagatin
Seguimos excavando con herramientas siempre más frágiles, siempre más incompatibles por semejante tarea. Seguimos como nos sugiere el poeta, en dirección obstinada y contraria. No hubo otra generación así tan llena de memoria y sin recordar, a los dioses dejamos el olvido. Para nosotros humanos, la memoria sin el olvido es como el poder sin el amor, es como el amor sin el poder.
En la COP 2009 en Copenhague el campo del amor no se encontró con el campo del poder. La responsabilidad histórica para toda la humanidad del campo del amor se fue desmoronando frente al campo del poder. Al campo del amor le dejaron unas cuantas migajas amargas, el seguir deseando la interconexión de todo el planeta. La imagen de una “naranja azul” sola en el universo. Algunos años después Svetlana Alexiévich, Premio Nobel de Literatura 2015, dijo que “el conflicto con el poder es un eterno conflicto, es también un conflicto aún más terrible, el conflicto con la conciencia de las masas. El censor terribles no es el editor, no es el gobierno, ni nadie más, la más terrible censura son nuestras conciencias que se acumulan en lo que sabe y lo que el hombre no debe saber”.
Hoy plantamos un árbol. Greta Thunberg y el hoy de millones de niños, millones de palabras que el campo del poder va quitándole el significado, las oculta, tergiversa, confunde, obnubila y mata. Seguimos respirando en el campo del amor, desafiando al hombre lobo del hombre.
La ironía nos ofrece un antídoto eficaz contra la sensación de impotencia. Volvemos a la ciudad, y nos encontramos con un grafiti que recita así: “Basta de realidades, queremos promesas”.