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Del fuego a la cuarentena

La instalación de la pandemia viral en nuestro país, se suma a la del dengue, con sus casi 50.000 casos, dejando fuera de duda que todo lo que se ha dicho sobre los huecos y fracasos del sistema de salud heredado del régimen de Morales Ayma, es insuficiente.

La desesperada y desordenada intervención gubernamental que, en vez de aprovechar los meses previos de enseñanzas que recibíamos, desde la explosión inicial del nuevo virus en China, desplazó su atención al lanzamiento y desempeño de la campaña de la presidenta interina, amplificando las desventajas y debilidades de nuestros mecanismos de respuesta.

Las consecuencias del grave error que supone el haberse apartado de la única misión que se esperaba de la administración nacida en noviembre se verifica, primero, en la primitiva y mezquina respuesta de sectores que (incluyendo personal sanitario), atragantados por el pánico y la pobrísima orientación informativa estatal, nos pusieron en el escaparate internacional como el primer país que bloquea el acceso de pacientes a los hospitales.

La irrupción del coronavirus imprime también su huella en los sondeos electorales, donde la ventaja de la novedad que ostentaba la figura presidencial, resulta estropeada al mostrar los costos de su aventurera incursión electoral. Su agresivo -y retrasado- plan de emergencia muestra, entre otras deficiencias, de una cruzada integral de comunicación que involucre y unifique los mensajes de las voces de orientación.

Tiende a reproducirse lo que ocurrió hace menos de un año, cuando los expertos electorales no comprendieron que la irrupción de la gran quema de nuestros bosques, irrumpiría en las elecciones condenando la indiferencia e insensibilidad del MAS que se rehusó a intervenir por cálculos electorales y compromisos con los grupos empresariales que aparecen hoy como furiosos, pero inverosímiles rivales.

Los ataques del nuevo virus respiratorio que mata implacablemente a los mayores y debilitados y afecta seriamente a los demás, se combina además con el duro y súbito debilitamiento de las bases permanentes de ingresos de divisas (gas, minerales, exportaciones agroganaderas) y golpea implacablemente las explicaciones de los candidatos del Movimiento al Socialismo (MAS) sobre su modelo “blindado” y virtuoso.

Los avances conseguidos en disminución de pobreza, preservación relativa de la capacidad de consumo y vestigios de ahorro familiar, no tienen cimientos firmes. La ofensiva que descarga la pandemia sobre nuestro agobiado sistema sanitario, más sus efectos económicos, tienden a evaporarlos. Esto golpeará de inmediato a los hoy gobernantes y, mientras más se alarguen, harán tambalear las ilusiones de estabilidad a las que aún se aferra un tercio del electorado, con su angustiada fidelidad a las ilusiones que trata de vender el aparato político de Morales Ayma.

La indudable ventaja que lleva en las encuestas, aunque parezcan situarlo cerca a la victoria en primera vuelta, se desdibujará, mientras más se extienda la emergencia y se verifique la inviabilidad o deserción abierta, de la mayor parte de los candidatos.

La significativa cantidad de votos (por encima del 40%) que no se deciden o no se confiesan a los encuestadores, muestra la gran insatisfacción de los electores ante las discusiones mezquinas, vuelteras y huecas del conjunto de los candidatos, que no se atreven a abordar con sinceridad y claridad los enormes problemas que enfrentaremos. Allá están, además de las deudas que en educación, sanidad, integridad en el manejo de la justicia y la administración nos deja el MAS, igual que las mal encaminadas grandes obras “productivas” que nos legó, en gran parte de sus intervenciones.

La oposición partidaria de la época, le regaló al MAS, en el año 2014, los 2/3 de la Cámara. Hoy, con su visión chata y ahistórica, nos pone a un paso de obsequiarle la mayoría de los nuevos representantes.

Gobiernos así construidos, serán frágiles y colapsarán prematuramente. Sin proyecto de país, sin transformación productiva y energética, solo queda la triste hazaña de apartar a los anteriores para seguir haciendo lo mismo. Sin entusiasmo, sin esperanza, sin enfrentarnos verazmente a lo que viene, no hay reales avances.

Un improbable gobierno masista sufriría, inclusive con mayor rigor y rapidez, esa tendencia erosiva. Nuestro país espera y necesita que salgamos de la brasas, no para caer, luego, en la enfermedad y el colapso del modelo que solo ordeña recursos y destruye a la naturaleza y fuentes de vida.

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