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Decadencia del capitalismo, tercera guerra mundial en ciernes y perspectiva proletaria

Alex A. Chamán Portugal

Introducción

La intensificación de las tensiones interimperialistas, evidenciada en la agresiva estrategia de la OTAN liderada por el imperialismo estadounidense contra Rusia y la creciente influencia de China, configura un escenario de crisis global irreversible. Este contexto plantea un inminente riesgo de una Tercera Guerra Mundial que ya se desarrolla de manera híbrida. Este conflicto no solo refleja las contradicciones inherentes del capitalismo decadente en su fase imperialista, sino también el retroceso estratégico de la revolución proletaria mundial. Este ensayo, fundamentado en el materialismo dialéctico e histórico, analiza cómo el capitalismo perpetúa la explotación de las masas populares hacedoras de la historia y resalta los desafíos históricos que enfrentan las fuerzas revolucionarias en su lucha por contrarrestar las dinámicas globales destructivas.

El capitalismo en decadencia y la rivalidad interimperialista

La rivalidad entre potencias capitalistas es una constante histórica que Lenin definió como una consecuencia inevitable del imperialismo: la fase superior del capitalismo, caracterizada por el monopolio y la disputa por el saqueo global. La autorización del imperialismo estadounidense a Ucrania para utilizar misiles de largo alcance contra Rusia, y las advertencias nucleares por parte de Rusia, no son eventos fortuitos, sino hitos de una lucha por reconfigurar el orden mundial. Mientras algunos analistas argumentan que estamos en una etapa multipolar, otros planteamos una transición hacia una bipolaridad renovada.

Rusia, como una potencia capitalista en ascenso, busca fortalecer su hegemonía frente a las amenazas militares de la OTAN. China, aunque no participa directamente en el conflicto, enfrenta las hostilidades de Estados Unidos, que intenta frenar su crecimiento económico y mayor influencia geopolítica. Desde un análisis materialista dialéctico, ambas potencias están atrapadas en la lógica depredadora del capitalismo, donde la competencia conduce inevitablemente a conflictos destructivos en desmedro de la humanidad entera.

El repliegue de las fuerzas revolucionarias proletarias

Uno de los aspectos más alarmantes del panorama actual es el repliegue estratégico de la revolución proletaria mundial. El colapso de la Unión Soviética, impulsado por el revisionismo, y la transformación de China en un Estado capitalista han debilitado severamente la capacidad de las fuerzas revolucionarias para ofrecer una alternativa real al imperialismo.

Este retroceso ha mermado el impacto del internacionalismo proletario y permitido que las potencias imperialistas actúen con mayor impunidad. Según el materialismo histórico, las guerras interimperialistas no son luchas por la justicia, sino conflictos motivados por el afán de reparto y dominio global, siempre en detrimento de las naciones oprimidas, los pueblos del mundo y el proletariado internacional como última clase de la historia.

La amenaza de una Tercera Guerra Mundial y la resistencia revolucionaria

El peligro de un conflicto nuclear evidencia la brutalidad del capitalismo en su fase imperialista. Sin embargo, esta crisis también ofrece una oportunidad para que las masas y pueblos se organicen y transformen esta guerra injusta en un catalizador revolucionario. Lenin señaló que las guerras imperialistas, pese a su carácter destructivo, pueden convertirse en motores de la revolución si las fuerzas revolucionarias son capaces de dirigir la indignación de las masas hacia el socialismo.

Es imperativo revitalizar las organizaciones proletarias y construir un movimiento internacionalista que enfrente tanto a las potencias imperialistas como a los conflictos que generan. Esto requiere una línea ideológica y política clara, justa, correcta, científica y transformadora como el marxismo-leninismo-maoísmo que movilice y organice a las masas para batallar contra el capitalismo y marchar hacia el socialismo científico.

Impacto en las naciones oprimidas y los pueblos del mundo

Los conflictos interimperialistas intensifican la explotación y el saqueo de las naciones oprimidas, eufemísticamente llamadas “en vías de desarrollo”. La profundización de la explotación económica, el despojo de recursos naturales, la destrucción de la producción nacional, la contención al desarrollo del mercado interno, la precarización laboral, la manipulación mediática, la sofisticada alienación e idiotización, así como, el control social son solo algunas de las consecuencias devastadoras para estos países.

En este contexto, la lucha por la liberación nacional y la emancipación económica, social y política sigue siendo una tarea prioritaria. Los pueblos oprimidos enfrentan una doble carga: la opresión imperialista externa y la subordinación interna de las clases dominantes que pugnan por reproducir y eternizar el sistema hegemónico en descomposición.

La tarea de los comunistas, antiimperialistas y antifascistas

Para los comunistas, el desafío es reconstruir el internacionalismo proletario, identificado por Lenin como clave para transformar las guerras interimperialistas en revoluciones socialistas. Es crucial consolidar frentes globales que coordinen la resistencia contra el imperialismo y movilicen a las masas oprimidas hacia la construcción de un mundo socialista como antesala de la sociedad comunista.

Los antiimperialistas y antifascistas, por su parte, deben articular movimientos amplios que rechacen las guerras y promuevan la autodeterminación de los pueblos. Esto requiere denunciar las narrativas hegemónicas que justifican los conflictos y ofrecer una alternativa basada en justicia social, equidad económica y emancipación política.

Todos estos esfuerzos deben orientarse hacia la erradicación del sistema capitalista-imperialista, que constituye la base material de los conflictos y la explotación. Solo un programa político claro, centrado en el socialismo científico, puede garantizar una paz duradera, la justicia global, el progreso, desarrollo y bienestar para la humanidad.

Conclusión

El ascenso de las tensiones interimperialistas lideradas por Estados Unidos y la OTAN, así como la respuesta de Rusia y el rol indirecto de China, configuran un panorama de caos global que podría desembocar en una plena Tercera Guerra Mundial. Este conflicto, lejos de ser una lucha por ideales nobles, refleja el colapso del capitalismo en su fase terminal que es el imperialismo.

Desde una perspectiva revolucionaria, es fundamental superar el repliegue de las fuerzas proletarias y construir un movimiento internacionalista capaz de confrontar las fuerzas destructivas del capitalismo. Solo transformando esta crisis en una oportunidad revolucionaria será posible evitar que la humanidad sea arrastrada hacia la barbarie y avanzar hacia una sociedad socialista y, finalmente, comunista, que elimine las causas estructurales de la guerra, las injusticias, las desigualdades como la explotación y la opresión.

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