Recuerdo la primera vez que navegué los ríos de Beni, desde Puerto Villarroel hacia el norte, cuando aún era posible explorar esos territorios ahora infestados del narcotráfico. Era agosto de 1979 y desde entonces recorrí el departamento en barco, avioneta, camioneta y caminando. Aprendí desde entonces que la patria no es solo la niñez como apuntó el poeta, sino también la emoción de encontrar una tricolor flameando en plena floresta. En medio de la selva, mientras avanzábamos lentamente río arriba, encontramos a una maestra y a muchachos que recorrían diariamente senderos llenos de animales salvajes y remaban hasta llegar a las comunidades donde enseñaban a leer, a escribir, a sumar un poco y a cantar: “Morir antes que esclavos vivir”.
Eran parte de los equipos móviles de educación integral rural ligados a Radio San Miguel, la emisora fundada en 1968 como uno de los grandes ejemplos de comunicación alternativa que estudió el prestigioso catedrático José Luis Aguirre. Es de los pocos andinos que ha difundido el importante trabajo de estas instituciones alentadas por la Teología de la Liberación desde hace medio siglo, ahora parte del Vicariato de Pando.
La radio concentró iniciativas de educación participativa, formación, información desde las bases. Por ese motivo, Luis Arce Gómez persiguió a sus trabajadores en 1980 y 1981. El padre Jhon Moynighan debió salir al exilio en Perú, desde donde ayudaba a decenas de combatientes a cruzar Puno en los días de la resistencia a la dictadura militar.
Radio San Miguel, con sede en Riberalta y con capacidad de llegar a la Amazonia, incluso más allá de nuestras fronteras, fue siempre un espacio incómodo para el poder. Sobre todo para los gamonales o para cierto tipo de ganaderos y de terratenientes acostumbrados a manejar el cinto y las “arrobas” para castigar a los peones. Ahí todavía existía el enganche, la sumisión de la familia pobre a la de un rico atados por deudas infinitas, el control de los votantes, los traslados clandestinos de ánforas.
Los periodistas de esa emisora hacen patria. Los defendimos en varias ocasiones porque su sola presencia sienta soberanía boliviana en zonas de altísima influencia brasileña. Los admiramos por su valentía, por sus programas útiles y oportunos para la sociedad. Son los últimos reporteros que recorren las zonas con libretita y grabadora para difundir la real situación de Bolivia. Tan lejos de las cifras del Ministerio de Economía, tan olvidados por los programas sociales.
Ahora son atacados nuevamente por una persona que representa al mismo poder de los ricos que se acomodan en el poder. La senadora María Argene Simone Cuellar, del Movimiento al Socialismo, quiere enjuiciar a los radialistas con una figura penal que acaba de inventar: acoso político. Figura similar a las leyes de desacato que alentaron dictadores para evitar ser denunciados por la prensa libre. ¿Dónde estaba esta potentada ganadera durante las luchas sociales? La política quiere acallar a la voz valiente de la prensa y de la Iglesia católica, las únicas dos entidades que gozan de la confianza del ciudadano en todo el país.