Los Kjarkas siempre fueron para mí la antimúsica, la destrucción del patrimonio folklórico boliviano. No porque este deba permanecer intacto y no se puedan hacerle cambios, aditamentos, “mejoras” o “peoras” (palabra que debiera existir en oposición), sino que luego de un principio que auguraba talento se fueron convirtiendo en la mercantilización de la música popular en el peor sentido. No estaría mal si no se los hubiera asociado con el folklore. Si fuera un grupo pop más, no tendría críticas. La fama bien merecida la tienen; supieron hacer lo suyo y deben ser la cumbre del éxito de la música nacional. Bien por ellos. Allí… Pero que no me digan que representan lo “nuestro”, si algo nuestro hay. Fenómeno musical sin parangón; allá con ellos y sus composiciones que uno canta lo que quiere y como quiere.
No me lleva la ortodoxia a demonizarlos. Demonios no son porque los comerciantes no suelen serlo, pero basta también con sacralizarlos e incluirlos en el largo listado y corto en merecimiento de lo heroico boliviano. Asociados, además, y con razón, con el panteón plurinacional, el de la juerga eterna, el gasto, dispendio, sexismo y vainas del autocratismo empedernido y cegato.
Vuelven a primera plana con un triste espectáculo que nombraron “Cara bonita”. A pesar de que a momentos brilla la magia de la morenada hermosa, estos, los Hermosa (Hermosa Bros. Inc.), utilizan la fama y aprovechan un magnífico legado del arte popular como es este ritmo para agitar culos y hacer parodia de machos dispuestos a copular con la primera nalga que gire alrededor. Triste teatro de viejos arrechos que suponen que los billetes han de comprarlo todo. Quizá sí, que todo se puede comprar, hasta gobiernos, pero ostentarlo de forma burda como lo han hecho es vergonzante. Caras bonitas hay en el video, cómo no, la juventud es siempre bonita y cachonda, pero la idea va porque los culos que se airean por ahí son más bonitos que las caras. Punto.