En Algo quema, documental de Mauricio Ovando, dentro del inventario indicativo de “pecados” de su abuelo Alfredo, presidente de Bolivia en aquellos tiempos aciagos, desfilan fugazmente por la pantalla titulares impresos que aluden al asesinato de una pareja de guerrilleros del Ejército de Liberación Nacional (ELN), semanas antes del reinicio de la lucha armada en Teoponte. Corre 1970 y estamos en Cochabamba. Las víctimas de los disparos son los esposos Genny Köller Echalar y José Elmo Catalán Avilés. ¿Quién los mató? El nieto de Ovando deja la pregunta extendida.
En Teoponte, volveremos a las Montañas, de Roberto Alem Rojo, Jesús, cuyo nombre real es Edison Segade Jurado, confirma que él estuvo aquel día en el segundo piso del inmueble de la avenida Barrientos, al frente de la estación de trenes. Segade recuerda tres detonaciones, minutos después de que la pareja llegara a almorzar y que Angelito, Aníbal Crespo Ross, otro guerrillero, se dirigiera a las habitaciones. No se aclara quién jaló el gatillo aquel 8 de junio. En contraste, los titulares fotografiados aluden a que no se encontraron orificios de bala en los cuerpos. La pregunta sigue extendida.
En el voluminoso ELN. Documentos y escritos (1966-1990) de Ríos, Udaeta y Larraín, este doble homicidio pasa a oscuras a lo largo de seis líneas fugaces. Los autores hablan de un “confuso incidente”. Aparece el nombre de Crespo Ross, junto a la mención de que Elmo era el tercer hombre del ELN. Es correcto, por encima del ariqueño asesinado, estaban Inti Peredo y Rodolfo Saldaña. Al final, quien terminó dirigiendo la fatídica incursión en Teoponte fue Chato Peredo debido a una peculiar inclinación dinástica.
A Gustavo Rodríguez Ostria, nuestro cazador favorito de datos, no se le escapa la liebre. En su Teoponte, la otra guerrilla guevarista en Bolivia, Rodríguez no sólo merodea por la casa de la avenida Barrientos, sino que en Santa Cruz logra una cita con el presunto pistolero. Aníbal Crespo Ross le confiesa el crimen sin rodeos. “Sí, fui yo, hubo tres disparos, creí que fueron dos. Uno tiene que pagar sus propios errores”. Hasta ahí, sus palabras.
En principio, el ELN quiso ser fiel a los hechos y reconoció el altercado entre sus militantes. Confesó públicamente que Catalán le estaba imponiendo “medidas disciplinarias” a Crespo Ross y que éste reaccionó matándolo, a él y a su esposa. Días después, el ELN corrige la versión acusando a la CIA norteamericana de haber secuestrado, torturado y asesinado a la pareja. Esa era la “verdad” confortable.
Rodríguez va más lejos. Recoge el testimonio de quienes se encargaron de esconder los cuerpos. “Amarramos bien a Victoria y Ricardo (sus alias de guerra) y los envolvimos en una alfombra y un nylon (…). Tomamos a la fuerza un taxi y los llevamos hacia el cerro”. Cuatro militantes del ELN estuvieron encargados de esa abyecta labor. Rodríguez los identifica como Max, Ramiro, Sebastián y Pecos. Sólo cuatro días más tarde, unos cazadores furtivos encuentran los restos dentro de un túnel peatonal cercano a la represa de La Angostura.
Los datos recolectados nos señalan que la pareja de “elenos” murió a manos del ELN. En el documental de Alem Rojo, Chato Peredo alude a factores emocionales; es decir, ya no recuerda las supuestas medidas disciplinarias. Algunas descripciones de Catalán lo señalan como un coqueto inclinado a tener varias parejas. Un rumor espeso lo retrata asediando a la esposa de Angelito (Crespo Ross), que vivía en la misma casa. Éste habría reaccionado pasionalmente acabando con la vida del rival. Genny sería el daño colateral.
Ese 8 de junio, Catalán y Crespo Ross debían viajar juntos a La Paz para unirse al contingente que ingresaría a Teoponte el mes siguiente. Ambos iban a ser padres en breve. Se dice también que el verdugo de Catalán quería desertar para invertir tiempo en su matrimonio. La medida disciplinar pudo haber tenido que ver con esa actitud.
Quedan extendidos aún algunos interrogantes. Si Crespo Ross mató a la pareja, ¿por qué nunca fue castigado, ni por el ELN ni por las autoridades?, ¿fue porque cumplía órdenes?, ¿a quién benefició la caída de Catalán, el tercero en la jerarquía “elena”?, ¿el inminente nacimiento de los dos niños jugaría algún rol como desmotivador de la lucha armada? Y, por último: ¿en qué momento una guerrilla pasa a parecerse a una banda?, además de la más severa de las dudas: ¿cuántos actos de genuina disidencia se encubren bajo aparentes “motivos pasionales”?
Rafael Archondo es periodista.