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¿Ciudadanía fosilizada?¡Por favor!

Carlos Mesa instaló en el centro de los desafíos del país  la construcción y el ejercicio de una ciudadanía plena. A las pocas horas,  Evo Morales descalificó esta apuesta en torno a un “gobierno de ciudadanos” por ignorar a los  sectores sociales y al pueblo organizado, y alinearse a una  concepción “individualista”, propia del  “pensamiento del imperio norteamericano”, contraria a su “gobierno de los movimientos sociales”.

En la otra vereda de la plaza Murillo, con solemnidad académica,  el Vicepresidente definió la propuesta como “patética y bochornosa”, y anunció el retorno de “aristócratas que perdieron privilegios”. Para García Linera, Mesa y el FRI enarbolan  un “ciudadanismo fosilizado”.  Extraña que desde su mirada jacobina lo haya archivado, pese a haber sido el  eje de una revolución que desplazó al régimen monárquico y aristocrático, cuyos resabios repudia.

 ¿Son  las ideas de ciudadanía y del liberalismo político, hoy denostadas, contrarias a los desafíos democráticos y a la realidad de las sociedades del nuevo siglo? Para nada. Curiosamente, pensadores con los que el evismo simpatiza, sostienen que una izquierda debiera acabar con sus dogmatismos, aislacionismos y no tener vergüenza de defender a un Estado democrático, la corrupción en sus filas, y a la “democracia liberal”, frente a la arremetida del conservadurismo regresivo antisistema, como el de Trump o Bolsonaro (B. de Sousa Santos, El País, 5/Nov/2018). Chantall Mouffe (1999) sostiene que llegó la hora de una ciudadanía radical y  plural, advirtiendo sobre los riesgos de entronizar a poderes fácticos que terminan negando la diversidad de la sociedad.

 Es comprensible, aunque criticable, que  por sus limitaciones y experiencia de vida,  Morales idealice el corporativismo sindical en desmedro de la idea de una comunidad de ciudadanos. Confunde organización con movimiento social. Proclama, como modelo virtuoso, al sindicalismo cocalero del trópico de Cochabamba que preside. Se lava las manos frente a la intolerancia cocalera, que  construye muros a la libertad de asociación, de pensamiento y de expresión en un territorio sin ley.

Señala  que a la hora de defender el proceso de cambio  no hay cabida para el pluralismo sindical. Se extravía a tiempo de afirmar que la corrupción del Fondioc se debió a normas de control y transparencia publica “neoliberales”, cuando condiciona “obras por votos” e insta a la defensa de un binomio insconstitucional que niega el voto mayoritario de la gente. En otras palabras ¡¡¡Incentivos para perpetuar una sociedad de clientes y súbditos agradecidos al caudillo “monarca” de turno!!!

 Es debatible y no asombra que  García Linera insista en que la idea de  ciudadanía habría sido superada por el socialismo comunitario, ciertamente inviable en la Bolivia contemporánea. Su utopía comunitarista se desvaneció el mismísimo día que reinstaló las bases del capitalismo de Estado y el desarrollismo extractivista imperantes, legados del siglo XX probadamente arcaicos.

Lo que sí asombra es  la negación del  amplio catálogo de derechos y deberes individuales como colectivos constitucionalizados, y consustanciales al ejercicio ciudadano de los derechos humanos como horizonte civilizatorio de la humanidad.

 La noción de ciudadanía se reinventa y está más vigente que nunca. De hecho, la debacle de los totalitarismos (estalinista, nacionalsocialista y fascista corporativo) del siglo XX y del Socialismo de Siglo XXI  abre espacio para interpelar al Estado ineficiente, a la inversión improvisada, al clientelismo político y a la ausencia de independencia de poderes, y de   mecanismos eficientes y no extorsivos para regular la mano invisible, y a veces cruel del mercado y de un capitalismo subsumido en el salvaje mundo de la informalidad.

 Esta agenda de transformaciones es indisoluble de una  propuesta remozada de ciudadanía que, como nunca antes, encuentra en el país un terreno fértil para la  maduración de nuestra democracia. Es importante revertir déficit ciudadanos, neutralizar, sin negarlo, el corporativismo imbricado en un régimen regido por la “ley del más fuerte”. Es imperativo que desde la ciudadanía, emergente el 21F, se detenga, por todos los medios posibles, el intento desembozado de sepultar el pluralismo democrático, hace 36 años heroicamente conquistado.


Erika Brockmann Quiroga es politóloga y fue parlamentaria.

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