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Caspa de ángel: introducción contundente de Bolivia a la literatura del narcotráfico

Márcia Batista-Ramos

A partir de fines de la década de los 60 del siglo pasado, se publicaron algunas obras literarias referentes al tema del narcotráfico, en México. Gradualmente las narrativas sobre la temática fueron incrementándose de norte a sud, a la medida en que el crimen organizado relacionado con la elaboración y distribución de drogas fue creciendo en la región y, trayendo consigo la pérdida de valores e influyendo en una parte significativa de la sociedad, al tiempo que hizo la juventud más vulnerable.

Caspa de Ángel: cuento, crónica y testimonio, es la introducción contundente de Bolivia a la literatura del narcotráfico, aunque de manera tardía, pero, que logra equipararse a la temática regional y llamar la atención a nivel mundial para la literatura que se hace en Bolivia; en ese momento alejada de la tradición, sumergida en la problemática que atañe al mundo globalizado, con el serio riesgo de las consecuencias de encontrarse consigo misma, donde se entrelazan las historias verdaderas y las historias ficticias, entretejiendo un testimonio histórico, de una época presente que todos esperamos que se quede en el pasado, por lo triste, vergonzosa y fea que es.

Al ser la descripción de un fenómeno vivo, muchas veces, ese subgénero narrativo, da la impresión de ser sensacionalista o superficial y, de incentivar el morbo por el mundo delincuencial como ejemplo de vida (haciendo del delincuente el héroe, la figura estelar), como se ve en producciones literarias y sobretodo televisivas de otros países de la región.

Empero, la Antología Caspa de Ángel, logra retractar el narcotráfico y sus imaginarios culturales, a través de autores que poseen una narrativa intelectualmente madura y socialmente situada, con una postura firme frente a la violencia y destrucción de la vida; que logran narrar los hechos que atañen a un país productor de droga, lo que constituye una fase de suma importancia dentro la cadena narco delictiva, que se proyecta sobre Bolivia y Latinoamérica como un problema endémico, sumado a que es uno de los fenómenos más significativos de la globalización actual.

Sostengo que, la literatura del narcotráfico aparece, más que introduciendo cambios en la manera de contar, aparece introduciendo cambios en el qué, contar. Al mostrar una realidad lamentable, del mundo del crimen organizado, dónde el individuo se deshumaniza totalitariamente, llegando a asumir el estatus de objeto, al buscar la satisfacción económica inmediata sin importar los medios y, por ende, el otro.

La denominada literatura del narcotráfico es un subgénero narrativo con reglas propias; algunas tienen una trama fácilmente identificable y otras lo disfrazan a través de una ficción más marcada.

Esa mirada, tan necesaria, al lado oscuro de nuestra sociedad, permite cuando cavilamos al respecto, que nos percatemos de que, por lo general, son historias violentas de gente simple, embrutecida por el poder y el dinero, en la mayoría de los casos; los otros, lo menor de los casos, son personas sumidas en la dependencia esclavizante del vicio. Triste, desde cualquier prisma que se mire. Pero, dolorosamente real.

El comportamiento simbólico de los narcotraficantes, ocupa un lugar de destaque en la sociedad Latinoamericana; especialmente como experiencia de ascenso social relámpago, envuelto por una cultura de ostentación; que genera curiosidad y un cierto fascino del restante de la población, que ambiciona estar al tanto de la vida y la obra de esos personajes, que logran perforar espacios deportivos y políticos, entre otros. Que llaman la atención, con sus derroches, oralidades y visualidades inauditas, muy comunes de las colectividades que nunca tuvieran nada.

La narrativa incluida en esta antología, recoge de manera central o parcial la producción, distribución y uso de drogas, no como un listado de miserias observadas, tampoco creando un pseudo heroísmo en personajes delincuentes; por el contrario, con mucha imaginación y arte, aportando, en gran manera, desde el punto de vista estético-literario, sumados al registro testimonial-histórico, donde destacan: Sandra Concepción Velasco con el cuento “Trino”; Juan Claudio Lechín Weise con los cuentos “El Narcotraficante” y “El linchamiento de Epizana”; entre otros destacados autores.

La construcción del pensamiento crítico en una sociedad, solo es posible cuando no se obvia ningún aspecto que le es inherente al lapsus histórico que se desarrolla y la literatura es un faro que alumbra caminos en la noche; porque la literatura confronta a las personas con distintas visiones de mundo, con diversas interpretaciones de la realidad, dirigidas a desafiar sus esquemas mentales, creencias y valores, ya sea produciendo un cambio permanente o temporal de los mismos o incluso, reafirmándolos .

Puesto que el pensamiento crítico abarca la contextualización, es decir, sitúa las circunstancias en las que se desarrolla un hecho y también la asociación con otros aspectos correlacionados; de manera que, conduce a la construcción de una crítica social, que podrá usar principios, esquemas conceptuales o teóricos para analizar y explicar las estructuras sociales.

De ahí, deriva la importancia del legado de Homero Carvalho Oliva, como primer antologador en compilar la temática de la literatura del narcotráfico, que permite visibilizar el fenómeno del narcotráfico desde el punto de vista de su producción, comercialización e incidencia social en Bolivia, un país productor y exportador de droga. Convirtiendo la literatura en alegato de una época compleja y por demás, heterogénea culturalmente en que el crimen organizado cobra protagonismo de estrellato en algunas esferas sociales, desafiando la ficción donde la realidad la sobrepasa en años luz.

A partir de la antología que tenemos en manos, es posible analizar y construir modelos teóricos, conceptuales, interpretativos y explicativos de los fenómenos inherentes y adyacentes a la problemática del narcotráfico en Bolivia y en la región; porque a través de la literatura se pudo exponer los modos de construcción, las contradicciones y los intereses subyacentes a la problemática del narcotráfico; lo que contribuye a la construcción de una crítica social interna.

En la primera parte de la antología, encontramos cuentos en que abundan elementos que revelan una cosmovisión contemporánea, donde nuestra sociedad aparece hondamente cuestionada por las diferencias socio-económica-culturales en que está fundada. Existe un profundo escepticismo acerca del orden social que rodea a los personajes en los diferentes cuentos.

En el mundo representado a través de sus ojos, la vida se ha convertido en una especie de juego estoico en donde los personajes no se conforman con el entorno gris y mediocre en el cual desarrollan sus actividades y buscan nuevos horizontes, arriesgando la propia vida, en el mundo del crimen. Otros extasiados por los placeres diáfanos que las drogas proporcionan momentáneamente y algunos, víctimas de la maldad atroz de los criminales que componen esa esfera.

Como las fronteras entre la narrativa factual y ficcional son inconsistentes, en los diferentes cuentos, se percibe de forma recurrente, matices del fenómeno del desencanto relacionado con factores como el nihilismo, la secularización, el imaginario colectivo y el estado de ánimo social.

Más que ningún otro género literario, el cuento sirve para reforzar en el lector la idea de que vivimos inmersos en un espacio físico y sociocultural paralelo, ya que la realidad descrita no condice con la realidad experimentada en el día a día de las clases medias, aún que todos sabemos que el mundo paralelo está ahí, pero, no se visualiza con la misma profundidad con que es narrado. Más aun, el cuento ha de contribuir en gran medida, a la comprensión del público lector, de la construcción social que se está edificando en el siglo XXI en toda Latinoamérica.

De manera general, cabe afirmar que los cuentos que son parte de esta antología de per se son un gesto crítico a la sociedad y a la forma de narrarla.

No cabe duda de que cada autor tiene voz personal y explora su propia estética, alcanzando niveles destacados en sus narrativas; como el caso de Silvia Rózsa Flores.

La segunda parte de esta antología presenta crónica narrativa, que es un género intersticial surgido entre los campos del periodismo y la literatura. Para Carlos Monsiváis: una crónica es una “reconstrucción literaria de sucesos o figuras, género donde el empeño formal domina sobre las urgencias informativas”.

En la presente antología recogimos importantes crónicas, donde destaca una hierofanía construida en base “a la narco” cultura y sustentada por sus adeptos como nos relata Cecilia Lanza Lobo, entre otros grandes cronistas.

Y la tercera parte de la Antología presenta un testimonio de Mauricio Reyes.

El testimonio es una categoría literaria muy reciente que apareció en los últimos cincuenta años y sirve para representar un acontecimiento o proceso violento realmente ocurrido, sea político o no, del cual el texto desea dar cuenta, visibilizar o construir su memoria.

El narcotráfico es un negocio cada vez más fragmentado, en constante mutación y continua expansión.

Precisamente por eso, la problemática del narcotráfico redefinió la realidad contemporánea, en la región y en el mundo. El fenómeno sigue vigente, no obstante, como todo movimiento histórico, la literatura del narcotráfico, se halla limitada por la temporalidad. Y esperamos, que un día, no muy lejano, acabe; quedando apenas, como un recuerdo en los anaqueles del tiempo.

Dicho eso y, después de todo, lo que más me cautiva en Caspa de ángel-Antología de cuentos, crónicas y testimonios del narcotráfico, es su enfoque realista. Esa mirada honesta hacia adentro, esa capacidad de desnudarse frente al otro y mostrar toda la fealdad y cicatrices, sin pudor, construyendo un importante corpus narrativo sobre el narcotráfico. Los textos compilados, jamás justifican el narcotráfico, pero, al mostrar las personas que se enfangan en esas faenas, desentrañan una faceta desgarradamente humana del crimen organizado.

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