La virgen puta. Una novela negra y punk por entregas de Patxi Irurzun con ilustraciones de Juan Kalvellido.
«Felisín: la llave está debajo de la alfombrilla», estaba escrito en una nota pegada a la puerta. Cuando salí de casa esa mañana no había ni alfombrilla ni puerta.
No me costó demasiado abrir. Normalmente las cerraduras se me ponían chulas, pero aquella giró suave y silenciosamente.
Dentro encontré las habitaciones a oscuras. Sólo, en el salón, parpadeaban las luces verdes y rojas de una columna musical al compás de una canción lenta de los «Angelic upstars». Me acerqué a tientas y en el camino tropecé con un mueble. Era una mesa de ordenador. Tampoco cuando salí de casa esa mañana había ni columna musical ni ordenador.
Me pregunté de qué manera había conseguido todo aquello Lorea y por un momento la desprecié. Después me coloqué junto al sofá y miré cómo dormía. Parecía una niña. Sólo una niña hubiese dormido tranquila con aquella nota en la puerta.
Las cosas habían cambiado tanto en sólo tres días… Gracias a ella yo no continuaba sentado en el bar de Beni bebiendo una cerveza detrás de otra, pero tampoco estaba seguro de haberme levantado en la dirección correcta ¿Qué necesitaba yo para ser feliz?
Vi varias bolsas de comida en el suelo. Rebusqué entre ellas y encontré una botella de güisqui. La abrí y le pegué un lingotazo. De momento aquello seguía siendo lo único que me ayudaba a no sentirme demasiado infeliz. Algo no marchaba bien.
Bueno, aquel tampoco había sido un día como para pensar lo contrario.
Mucho me temía que me iba a resultar difícil dormir, así que cogí la botella y me senté junto a la cadena. Me gustaba aquella canción: «Solidarity». A veces un punk también tenía derecho a ponerse tierno.