Viviana Gonzales
Vi el populoso mar, vi el alba y la tarde, vi las muchedumbres de América…
El Aleph
Jorge Luis Borges
Enraizarme desde la semilla de un Toborochi
ser el amo del horizonte,
la negra espesura del tiempo,
yo soy el que disipa serpientes doradas
he abierto el estómago de los mares
tus ríos
el bosque primero del dios creador.
Cubierto de hollín de hombre
me siento a alimentar bocas chillonas
cerdos mutilados al atardecer;
hay un manantial afuera
creado por lágrimas de pueblos primitivos
el llanto es el resultado de la muerte
que intenta extinguir la luz
yo soy capaz de ver otra
y otra
y otra
una siempre más intensa.
No habrá fin
si principio.
Los rastros del verdugo que noche a noche
arranca las vestimentas de mi hembra
son las huellas del hambre en la tierra
los caminos de la miseria
el despilfarro,
la abundancia hecha de monedas de oro.
Sedienta y malherida intenta clamar al tiempo
nombrar mi espíritu
para apagar la llama de los ojos del señor
de los cuatro poderes.
Tú eliges la mano que crea la herida
volteas la mirada al cielo
para encontrar pájaros con penachos plateados;
es muy grande el número de pigmeos
que perfilan su vientre
como parte de la semilla perpetua;
desde las parcelas de la eternidad
te llama un hombre sencillo para hablar de salvación
pero no has comprendido aún la calma
la pausa
el silencio.
De vez en cuando río
aunque más cercano al mar
un desfiladero con pieles y aves moribundas
se abre paso en esa especie de montaña sumergida;
hay un lago como una nota
como el minúsculo cilindro
de una máquina temporal.
Reconoces el momento de cruzar,
atravesar la frontera que divide lo eterno
del náufrago perpetuo que te habita,
es hora de llegar al verde bosque
adentro está el dios sagrado hijo del trueno:
has revelado el secreto.
Eres el elegido.