Marginalidad política de Chuquisaca a nivel nacional
Para hablar de la marginalidad política de Chuquisaca podría referirme a dos eventos. Primero, quizás el más obvio, el desplazamiento geopolítico de las élites chuquisaqueñas por la derrota en la Guerra Federal (1899) y la pérdida de la sede de gobierno en Sucre y, a mediados del siglo XX, la integración entre Occidente y Oriente, o sea, la consolidación de lo que ahora se denomina “eje central”: el eje económico Sucre-Cochabamba-Santa Cruz cede al eje La Paz-Cochabamba-Santa Cruz. Esta explicación podría ser un tanto economicista, porque supondría que el protagonismo de una región depende de su integración a un centro económico: Tarija fue una región periférica que, a pesar de recibir regalías por concepto de hidrocarburos en la última década, sus políticos tampoco gravitan en política a nivel nacional. Por supuesto, Jaime Paz Zamora y Virgilio Lema son dos candidatos a presidente tarijeños, pero el primero tiene una larga trayectoria en política –razón probable por la que es “invitado” a Partido Demócrata Cristiano- y el segundo, es una figura nueva, aunque bastante reconocida en su región, pero no es un político que haya tenido incidencia alguna en su región ni se adscribe a alguna agenda regional.
Si esta es una visión economicista, quiero decir con eso que es un análisis que se queda a “medias”, que no explica todo el panorama. Por esto, me gustaría referirme a otro evento: la Ley de Participación Popular de 1994 y la incorporación de circunscripciones uninominales, también en 1994. El hecho de reconocer a las comunidades indígenas, campesinas y urbanas, pero además de dar énfasis a la planificación y democracia participativa, significaba territorializar la política. En otras palabras, que los partidos políticos de ese entonces debían desarrollar estrategias para crear vínculos más estrechos con la sociedad a la que decían representar. Aquí viene lo problemático. Si se trataba de territorializar la política, esto conlleva la desconcentración en la toma de decisiones al interior de los partidos políticos –en un país que caracteriza históricamente por el caudillismo- y trasladarla a liderazgos locales, así como la elaboración de propuestas de gobierno bien concretas para municipios o, en todo caso, regiones fuera de lo nacional. Es bien probable que los partidos nacionales, por razones expuestas antes, hayan focalizado sus intereses en regiones más importantes que otras, pero que en estas regiones había mejores términos de negociación que otras: un agrosoyero cruceño tiene mejores condiciones que, por ejemplo, un castañero pandino, un minero orureño que un ganadero chaqueño y así, sucesivamente. La territorializacion de la política es un fenómeno que no se da con la misma intensidad en todas partes: mientras significó la incorporación de nuevos actores a la gestión pública, como los indígenas o campesinos, los actores regionales no entendieron correctamente las claves del nuevo momento.
En otras palabras, la territorializacion de la política significó un distanciamiento de los partidos políticos nacionales de referentes mucho más sociales (o focalizados) y conlleva a una suerte de “desideologización”: los actores políticos, entonces, no concretan agendas en consenso, sino apenas “obras”.
Esto mismo pasa en Chuquisaca: en primera instancia, es una región desplazada económica e históricamente. Pero esto no explica casi nada sobre su marginalidad. En realidad, la marginalidad política de Chuquisaca tiene un origen más cercano: cuando los partidos, desde 1994, desconcentran sus decisiones para “acercarse” a la sociedad, a través de las OTBs y circunscripciones uninominales, las élites locales se dedican a las obras y no a buscar mecanismos de consenso ya sea entre direcciones de partidos, o entre partidos y sociedad. O sea, se lee equivocadamente que la única fuente de legitimidad es la delegación del voto, y no tanto, que la legitimidad de un actor político radica en su proximidad con el electorado, o bien, en cómo rinde cuentas a la sociedad. Si somos un poco más rigurosos encontramos que la desideologización en Chuquisaca –que no quiere decir que los políticos deban adscribirse a la izquierda o derecha, sino a una interpretación de su sociedad y cómo cambiarla- todavía es una constante.
¿Qué hacer para remediar la marginalidad en Chuquisaca?
Si bien se dice que Sucre o Chuquisaca es una sociedad muy politizada –por eso de que es “rebelde” y “libertaria”- en realidad, son muy pocos los mecanismos de control a los representantes. Pero esto varía: en representantes por el Movimiento Al Socialismo, la rendición de cuentas a las “bases” es una constante, entre negociación y negociación, aunque esto tiene que ver con que los representantes del MAS corresponden a bases populares, o sea, con intereses delimitados (transporte pesado, por ejemplo). En la oposición es más difícil: el hecho que represente, generalmente, a la clase media, que es difusa y relativamente amplia, ya es un desafío. Aquí, instituciones como el Comité Cívico podrían remediar esta situación, pero CODEINCA es débil y responde a intereses muy personales. Cuando hablo de mecanismos de control, lo hago porque la rendición de cuentas mejora la calidad de la representación, delimita intereses sociales específicos y genera mayor protagonismo porque el representante logra mayor representatividad del representado.
Comparemos, por otra parte, la clase política chuquisaqueña con la paceña. En La Paz, los representantes ejercen algo como una “representación difusa” (Zegada & Komadina, 2014) en el sentido que, si bien son elegidos por determinadas circunscripciones de su región o ciudad, parecen muchas veces representar intereses nacionales. No han existido políticos chuquisaqueños que jueguen con esa ambigüedad recientemente, entre representar intereses regionales y nacionales, y es probable con que esto tenga que ver, por un lado, con la condición de región periférica, por otro, que por esto de la “desideologización”, la gestión de los representantes se enfoque demasiado en las obras (entrega de obras, fiscalización, etc.) y no tanto en propuestas regionales, nacionales o internacionales.
Por último, la desideologización también significó que partidos chuquisaqueños de alcance nacional se hayan desplazado a un ámbito más local (Movimiento Bolivia Libre, por ejemplo). Pero esta no debería ser una limitante: el partido Nueva Fuerza Republicana fue, en principio, un partido regional cochabambino que, por el éxito de Reyes Villa en la alcaldía de Cochabamba, fue impulsado como partido nacional. Si bien fue un partido funesto en la historia política boliviana, revela una clave: la voluntad política de las élites locales por consolidar proyectos nacionales. Esto no existe en Chuquisaca últimamente.
Remediar la marginalidad chuquisaqueña pasa por generar más consensos entre partidos y sociedad civil, más mecanismos de control y rendición de cuentas. Un ejemplo de consenso es una especie de “pacto social” entre instituciones públicas, privadas chuquisaqueñas, actores sociales y actores políticos con objetivos y metas bien específicos.