A pocos días de concluir el 2024, seguramente las evaluaciones de diferentes sectores serán lapidarias, funestas y poco esperanzadoras: Fue un año para el olvido y de la violencia, cuyos 365 días estarán registrados por la agudización de la crisis global en Bolivia. Crisis económica, social, política, institucional, ambiental. Un año de las lenguas de fuego que nos dejó más de 10 millones de hectáreas de bosques quemadas y millones de animales calcinados, carbonizados. Una gestión municipal del alcalde de Santa Cruz de la Sierra marcada, sellada e inundada por la corrupción.
Un año difícil, intenso, violento que tuvo como corolario un bloqueo de carreteras altamente político para favorecer las ambiciones de poder de una sola persona, que llevó al país a la agudización de la crisis económica, que afrontamos para concluir el 2024 y que al parecer los aguinaldos ya no serán destinados para regalos, sino para los productos de la canasta familiar.
Claro a ello hay que agregar el escenario internacional, cargado también de hechos fuertes, como las guerras entre países, los altos niveles de migraciones, las violencias en las ciudades, etc.
La protagonista del hermoso libro Ancho mar de los Sargazos de Jean Rhys, señala: “Durante cinco años. Se dice pronto. Pero se tarda mucho en vivirlos. Años de desolación”. Fue escrito en 1966 y se centra en los altos niveles de racismo, desigualdad y de odio en las sociedades.
Traemos a colación esa cita no para cargar más al pesimismo, ni a la desesperación, sino para impulsarnos y no dejarnos vencer por los agoreros del desastre, del caos, de los discursos de que Bolivia es un país inviable, que es un Estado fallido o narcoestado, que no vale la pena esforzarse por vivir y emprender en las ciudades bolivianas, de que es mejor que los jóvenes migren a otros países, con la esperanza de un buen trabajo, ingresos y triunfar en los ámbitos donde se puedan desenvolver o demostrar sus capacidades y talentos.
Los profetas del apocalipsis boliviano están a la orden del día, aprovechando cada espacio que les ofrecen los medios de prensa y las redes sociales para alimentar los mensajes de destrucción, de odio, de enfrentamiento entre unos y otros. Ojo que estos profetas no tienen color político, son de la derecha, izquierda, conservadores, progresistas, revolucionarios, contrarrevolucionarios. Porque se vienen tiempos electorales y para ello todo vale, y mucho mas impulsar el sentimiento colectivo de que nada sirve en la actualidad y que urgen cambios radicales en la forma de gobernar y de hacer politica.
A pesar de la crítica situación en la que nos encontramos y que debemos afrontarla, desde una posición altiva, asumiendo que cada uno de nosotros es un boliviano en esperanza, de los grandes retos, de la fortaleza y de la entereza: Bolivia, nuestro país es más grande que todos estos que están peleando por una candidatura presidencial; que es más digna que todos los corruptos juntos que se han enriquecido gracias al Estado; que es más hermosa que los carajazos y los arañazos de los legisladores; que es más íntegra que los fiscales y jueces que siguen de rodillas ante el poder; que es más fuerte y verde que los incendiarios que cada año se preparan para dejarnos lenguas de fuego; que es más poderosa que los narcotraficantes que siguen impunes y operan desde determinadas zonas que son impenetrables para la policía, como el Chapare; que es más bondadosa que los privilegios y mezquindades de ciertos sectores favorecidos que no pagan impuestos y tienen el aval político para sus negociados; que es más justa que el sistema judicial que libera a narcos, corruptos, pedófilos, violadores, etc; que es más tolerante que todos aquellos que alzan las banderas de la discriminación y odio racial, cuando sus intereses son afectados; que es más respetuosa de los derechos humanos, que aquellos que usan los derechos como favores políticos y padrinazgos; que es más nuestra, si nuestra de cada uno de los más de 10 millones de bolivianos y no de un determinado partido político ni cierta casta social-política que se viene acostumbrando a vivir del Estado.
Bolivia es un país viable, pero necesita del concurso del conjunto de hombres y mujeres, de participar y de ejercer la política, porque la política ha dejado de ser un privilegio de los políticos. Dependerá de cada todos involucrarnos y no dejar que la historia la definan unos cuantos.
Esa es nuestra Bolivia y no nos queda cruzarnos de brazos, ni vivir de limosnas, ni estar indiferentes, ni ser cómplices ni encubridores, sino que actuar como lo hicieron muchos hombres y mujeres que vivieron las peores atrocidades que nosotros, como guerras mundiales, genocidios, masacres, siendo un claro ejemplo Stephane Hessel, uno de los redactores de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que nos dejó esta invitación y un “mensaje de indignación consiste en decir que hay que negarse a aceptar lo inaceptable. Os deseo a todos, a cada uno de vosotros, que tengáis vuestro motivo de indignación. Es algo precioso. Cuando algo nos indigna, como a mí me indignó el nazismo, nos volvemos militantes fuertes y comprometidos”.
Pues, yo soy un boliviano de esperanza, o para decirlo junto al poeta Raúl Otero Reiche, Bolivia es un rio de pie:
“Mi corazón es la colmena
y mi cerebro el hormiguero.
Vibran mis músculos de boa,
se abren cantando mis arterias.
Mis labios sangran en el grito de luz y aroma
del clavel.
Yo soy el hombre de la selva,
perfume,
cántico y amor, pero encendido de relámpagos,
pero rugiendo en huracanes.
Yo soy un rio de pie”.