No me gusta la chicha porque me cae como una patada en los huevos, me hace mal el brebaje ese y se supone que uno chupa por deleite, sino, serías un feto snob o un alcohólico inservible ¿entienden? No es que no me gusta porque soy racista, no sean pelotudos.
No me gustan las chicherías porque son incómodas, los baños no brindan la seguridad que se requiere para cagar u otras actividades lúdicas y porque suelen estar, por lo menos en el área urbana, repletas de fetos snobs o alcohólicos inservibles, claro, entonces para eso prefiero chupar en mi casa. No es que no voy por burgués imperialista, no seais cretinos.
No me gusta el folklore porque es como escuchar a Julio Iglesias con zampoña, no me mueve la «poética» repetitiva de tanto lamento amoroso o de tanto grito eufórico para celebrar el sol de septiembre o el encanto de su altiplano lleno de paja brava. Me parecen pajas…bravas. Y por eso no escucho, opas, no es porque soy un alineado facho, no se pasen de vergas.
No me gusta celebrar las fiestas cívicas porque el civismo de las «patrias» es una cojudez conceptual, típicamente propio de las mentes incapaces de autocrítica y, en última instancia, de ukhu runas provincianos que creen que desfilar y envolverse con un trapo tricolor los hace útiles y patriotas. Allá ellos, tampoco me molesta que lo hagan, es su pedo. Pero no por eso soy traidor a la patria, no hay que ser ignorantes.
Como la inmensa mayoría de ésta Nación, soy heredero mestizo de saberes ancestrales, valores occidentales y proyectos de la Ilustración y me gusta tomar Whisky, escuchar a Miles Davis y leer a Shakespeare. Pero a diferencia de otros mestizos ilustrados, a mi no me averguenza eso, es mas, lo disfruto soberanamente y sin complejos de patriotismo pacato o de trauma antropológico de izquierda caduca.
En cambio, me gustan Simeón Roncal y Adrián Patiño, leo y enseño mucha literatura nacional, soy cultor de varios grupos de rock y de metal bolivianos, veo y apoyo a la puta selección del orto que nos gastamos y morfo todos los picantes y comidas típicas mientras no sean de conejo, animal flemático ese, y no tengan chuño, engendro cochino de los mil demonios. Así, sin necesidad de sacar mi bandera y poner la foto de mi tutuma llena de pis de mono, soy parte de este País tan raro y… Vázquez dixit… «tan sólo en su agonia».