Si al alcalde de La Paz no le pican las orejas, es que porque vive en un universo paralelo que lo hace inmune a la crítica. Lo que yo oigo en la calle, en el transporte público, en la radio y entre los amigos, es que no hay memoria de un peor alcalde en la última mitad de siglo. Quizás hubo uno “más peor”, aquel que metió sus manos en la caja de caudales y se escondió en un ropero cuando la policía fue a aprehenderlo.
El alcalde actual está enfermo. Gravemente enfermo. Padece una extraña enfermedad con piel rígida y olor a alquitrán: asfaltitis aguda. No puede pasar por una calle ya pavimentada, que le viene un ataque incontrolable de poner otra capa de asfalto encima. Sueña con calles con tres o cuatro carpetas asfálticas, pero sus sueños son pesadillas para los ciudadanos que padecen los efectos secundarios de esa enfermedad incurable.
En mayo se le ocurrió desbaratar las aceras y volver a pavimentar la calle 21 de Calacoto y cuatro cuadras de la avenida Ballivián. Los vecinos se preguntaban qué tenían de malo esas vías, pues no había sifonamientos, ni daños en la plataforma. Las obras se hicieron en pleno día, causando problemas de tráfico, en lugar de aprovechar las noches para pavimentar, como se hace en países civilizados. Los peatones teníamos que cruzar la avenida “a la quete” sobre el alquitrán pegajoso, porque no tuvieron el buen sentido de habilitar pasillos para el tránsito peatonal. Los guardias municipales se veían incapaces de controlar el caos vehicular, sólo charlaban en las esquinas, como siempre hacen. Los vehículos de la alcaldía entorpecían aún más la circulación, estacionándose en las paradas del PumaKatari y otros sitios inconvenientes.
En el ángulo de la calle 8 de Calacoto y la plaza Humboldt, podían haber aprovechado la ocasión para realizar un nuevo diseño del área, para impedir que se detengan en plena esquina los minibuses que van a Rio Abajo, pero perdieron la oportunidad porque no tienen noción de las necesidades reales y de cómo encarar los problemas. Otros dos casos similares: ¿Por qué no rediseñan la cueva de San Jorge y detrás de la UMSA, donde nadie respeta los semáforos?
Mientras asfaltaban con gran alarde publicitario, descuidaron otras obras que sí son urgentes, por ejemplo, la muy postergada vía que unirá por encima del doble embovedado del río Choqueyapu, la avenida del Poeta con Obrajes, a pocos metros de la curva de Holguín, obra de infraestructura iniciada por el ex alcalde Luis Revilla, hoy perseguido político del MAS. El Negro Arias ya “inauguró” dos veces con mucha alharaca ese tramo, pero no pasa nada. Si sobrevolamos el lugar en la línea celeste del teleférico, no veremos más de 5 o 6 obreros “trabajando” (es un decir, porque pasan más tiempo comiendo), y un par de máquinas moviéndose como tortugas por ese cañadón donde quisiéramos ver de una buena vez un centenar de trabajadores que garanticen algún avance. Son apenas 950 metros de extensión, menos que todo el asfalto vertido en varias semanas sin motivo.
Esa sí parece una obra necesaria, hasta podríamos concederle el pomposo rótulo de “súper obra” que tanto le gusta al alcalde, a la medida del límite superior de sus ambiciones ediles. Esa ruta desahogaría el tráfico de la avenida Libertador, frecuentemente interrumpido por los derrumbes y las caídas de piedras que ponen en peligro a los vehículos y a sus ocupantes. ¿Está esperando Arias otro derrumbe? Quizás es un buen negocio, no lo sé.
¿Qué decir sobre el cauce del río La Paz, que se desbordó con graves consecuencias para todos los que transitan hacia Mallasa por el tramo de la avenida Siles Zuazo? Ahora hay máquinas trabajando, empujando piedras de un lado a otro del rio, pero no vemos avance en la reconstrucción de la plataforma y en la reconducción del cauce mediante diques de cemento (como los que hizo Revilla en Irpavi) o siquiera gaviones. Sólo vemos cascajo suelto. Luego de una breve lluvia se desbordó el rio Remedios en Bajo Següencoma porque (según dicen los vecinos) la alcaldía tapó ese cauce en lugar de entubarlo.
Las prioridades del alcalde de La Paz son desatinadas y no coinciden con las de los ciudadanos. Cada vecino conoce en su distrito las necesidades más urgentes, pero parece que el alcalde no consulta, o que sus asesores quieren que pise el palito de la impopularidad. Le aconsejan muy mal, y él obedece. La lógica del alcalde (si acaso existe alguna) no resiste el menor análisis. ¿Para qué “arregla” plazas, calles y avenidas que no tienen mayores problemas? ¿Qué le picó para meterse con la plaza Abaroa y gastar tanta plata en arreglos cosméticos? ¿No era mejor arreglar el parque de Las Cholas, dañado el 29 de marzo de 2023 por la caída de un enorme eucalipto? Todavía está ahí parte del tronco caído y un techo dañado.
Seguramente hay explicaciones y excusas: “Son proyectos y presupuestos distintos”, “El Concejo Municipal pone trabas”, “El MAS nos acosa con juicios” o “Me han traicionado”, pero por lo visto todavía tiene una buena partida presupuestaria para propaganda.
Si le sobran centavos, sugiero que haga repintar todos (repito: todos, no sólo en las avenidas con semáforos) los pasos de cebra que están abandonados desde hace años, pintados de vez en cuando por migrantes venezolanos que se ganan unas monedas, pero emplean pintura que no aguanta, en lugar del material recomendado para la señalética horizontal.
Sugiero también que renueven los basureros de lata desfondados, que no prestan ningún servicio (y dan vergüenza), y que instalen más islas de separación de residuos en lugar de quitarlas (retiraron la de la avenida Arequipa). Otra sugerencia: que mejore la señalización horizontal y vertical en las paradas del Pumakatari y que ubique guardias municipales para resguardarlas, en lugar de que sigan engordando detrás de sus escritorios.
Los vecinos extrañamos las cebras que educaban a conductores y transeúntes, y también los domingos peatonales cuando se reservaba uno de los carriles de la avenida Costanera para que ciclistas y peatones pudieran hacer ejercicios en un espacio libre de motorizados. Eso ya no existe. Las ferias culturales que se organizaban en el Prado no tienen la amplitud de antes y ya no acaecen todos los domingos. Menos mal que la “Larga noche de los museos” que emprenden instituciones ciudadanas (con apoyo de la alcaldía), representa un respiro cultural.
Hemos perdido lo bueno que teníamos en la administración anterior, como la gestión del estacionamiento en las calles. Arias despidió a los jóvenes que se ganaban unos pesos cobrando a los automovilistas para que estacionen en lugares apropiados y no en cualquier lado. Esos jóvenes se pasaban todo el día cuidando los vehículos y eso tenía otras ventajas: además de estacionar de manera ordenada, no era necesario que los dueños activen las alarmas estridentes que suenan sin motivo y molestan al vecindario a lo largo del día, haciendo de La Paz una ciudad ruidosa y desagradable (no existe control de contaminación auditiva, ni fiscalización, ni sanciones). Al presente, los vehículos estacionan en cualquier parte, sobre las aceras, en avenidas donde está prohibido, en salidas de garaje y en paradas del PumaKatari. Los guardias municipales no son siquiera capaces de cuidar el proyecto de transporte público de la propia alcaldía. Entre las muchas promesas incumplidas, estaba la de sustituir a esos jóvenes guardianes despedidos de un día para otro, “cuanto antes” por parquímetros automáticos (lo que implicaría contratar personal para que controle si los indisciplinados conductores cumplen las normas y ponen monedas en el parquímetro).
De torpeza en torpeza, no le va bien al alcalde. Y lo anterior no es sino la punta del iceberg. Basta ver lo que está sucediendo con la corrupción en el ámbito de la construcción (Loritas y otros bribones) y con el catastro municipal “voluntario” que se aplica experimentalmente en Obrajes (donde menos problemas van a encontrar). Deberían empezar en las laderas de la ciudad, podrían hacer un mapeo exhaustivo desde las cabinas del teleférico, desde donde se pueden ver todas las irregularidades inimaginables.
La ciudad se va a pique por el oportunismo político y por los esfuerzos infructuosos de cultivar una imagen que no responde a la realidad, tal como hace el gobierno nacional. En vez de “por el bien de todos” el lema de la alcaldía debería ser: “hágase odiar”.