Antes del silencio es bueno recordar que ya nos dijeron lo suficiente para ya no creer más en ellos. Lo que dijeron proteger, lo incendiaron. Lo que juraron respetar, lo violaron. Lo que prometieron combatir, lo alentaron. Lo que gritaron erradicar, lo institucionalizaron. La madre tierra devastada, la Constitución y las leyes avaslladas, la pobreza y el desempleo sin cambio alguno y la puerca corrupción por todo lado, por todas sus voces, por todos sus silencios.
Antes del mutismo obligado es menester advertir que sólo algunos seremos castigados si rompemos el silencio electoral, porque ellos seguirán gastando y difundiendo millones en propagandas ególatras y mentirosas, seguirán hasta las últimas horas entregando canchitas y regalando cocinitas, seguirán pidiendo el voto para el mesías que tiene poder sobre la luna y las estrellas y seguirán sembrando el odio hasta después del silencio.
Antes del silencio, es imperativo darse cuenta que la guerra sucia continuará aún el día de la votación, que no darán tregua en seguir apelando a la injuria, a la mentira, a la desinformación, a las desesperadas y – a este punto- ridículas cantaletas en contra de su enemigo. Porque el mundo para ellos es eso, una división entre sus funcionales amiguitos y el resto de sus críticos que siempre seremos sus enemigos, antes y después de su silencio.
Antes del silencio, sin embargo, estará claro para la mayoría de los bolivianos que el destino de los desesperados ya fue jugado. Que hagan lo que hagan, y pese a todo lo que hicieron, la rueda del destino se ha volcado para ellos y que les espera un silencio mayor en el corazón de las tinieblas que es el corazón de la derrota. Antes del silencio, ya cada uno de nosotros, los que votaremos contra éste hastío y ésta infamia, ya estamos en pleno grito y en plena algarabía porque el domingo, ganará la única opción incuestionable, la que no tiene miedo, la que pondrá fin a éste Gobierno y lo hará a partir de este mismo instante, antes del silencio.