Andrés Canedo / Bolivia
Todavía
te recuerdo en las noches
y en la dimensión acre de los días.
Pero me gusta amarte,
así, aun sin esperanzas
y dejar que caigas,
de repente,
en la fuente clara,
de mi memoria que te acoge.
Tu nombre
He aprendido, aunque talvez sólo sea un truco de mi mente,
que las palabras pueden acariciar la carne,
hacerla vibrar, estremecerse con delicia en ese lugar de tu vientre.
Pero claro, no estás aquí y todo parece ilusorio,
aunque me escribas palabras ardientes,
letras que dicen, pero quizá no dicen
y se quedan como rastros que se pierden
en los muros del tiempo y de la noche.
Entonces, yo apenas puedo saber de este mi amor vivo,
vigente, ardiente, permanente,
que recorre las calles de la ciudad
y embellece sus paredes con murales, con carteles,
que repiten siempre, siempre,
únicamente tu nombre,
eso que eres tú y te sintetiza
y que es mi sueño y mi bandera.