Cuerpo presente
En la muerte de Jaime Saenz esta
evocación de imágenes de su alma
—imagen de su cuerpo presente.
Para la tía Esther
I
Viento de agosto.
Y los cielos se extienden en luz,
Se abren sin fin,
Música del Altiplano.
¿Quién el instante
Del desplazamiento de la vida
Arrancaría una palabra
Del lado de su caída
Y diría: nadie ama y las cosas son las que aman?
Aquí estamos
En la profunda congoja
Del júbilo.
II
El viento es voz
En el jardín que desciende:
Sangre oscura retumbando
En un viaje de la muerte
Hacia su cuerpo.
El cuerpo de oscuridad
Dolor de la vida
como una luz;
Arquitectura del frío
Hondas manos de poesía
Ojos de la noche.
El cuerpo
Vivirá sin tregua
En el alma del mundo,
Conocerá sin terror el terror del universo:
Aquel que vuelve
Para sacarse el cuerpo.
III
El fuego late en la lejanía:
Durante las noches de invierno
Aparece en lo alto de la ciudad
—vuelve a las orillas del abismo
Transfigura los vientos;
El cuerpo en el fuego
Exalta el delirio de las rosas
Y el jaguar en las calles de humo grita.
Ah, río de los párpados que se abren y se cierran:
El día, la noche, el día, la noche;
Y tú, miríadas de soles en una gota de agua,
Cuerpo cayendo profundamente en algo
que se aleja de él.
“No tengo principio ni fin”
Canta la vida en el amanecer de su pasión,
Y el eco se refugia en las concavidades:
Los relojes y el cuerpo y las montañas y la palabra
Siembran su belleza
En la tumba recién abierta.
IV
A los pies del Illimani
La ciudad mana un rumor musical que devora
Toda luz
Cuando el viento de la noche
Hiende la tierra y retorna a la matriz
—el abismo estalla en la piedra.
¿Quién esparce imágenes luminosas
Al mediodía en la noche acezante
Se hunde en el amor
Habla con la voz perpetua de la memoria
Dice no hay nada que decir no he venido
De ninguna parte no estoy no soy quien creen
No conozco en mí sino unas manos descarnadas
Por la mirada de tus ojos?
V
El origen es inmediato:
La luz del cielo ante la muerte
En el silencio que reverbera;
El olor de la antigüedad
Y el aroma del aguardiente
Y el aire de los lirios
Desvelan la vida;
Luz del cielo abierto
En los ojos,
Cielo subiendo al abismo,
Y afuera
El callejón
Y el polvo de los senderos
Y los senderos del polvo.
La luz eterna de un amor perdido en el cielo vacío
—las hojas de coca resuman la savia del pueblo:
En el atardecer la ciudad de La Paz recibe
Las tinieblas
Donde mora tu ser por el mundo.
(De Cuerpo presente)
(De La poesía del siglo XX en Bolivia, Antología esencial, de Homero Carvalho, publicada por la prestigiosa Editorial Visor, de España, 2015, en su colección Estafeta del viento que reúne a antologías de todos los países de Iberoamérica y que ha permitido que Bolivia esté en la librerías y en las ferias internacionales del libro del mundo entero).
Álvaro Díez Astete – (La Paz, Bolivia, 1949)
Álvaro Diez Astete, antropólogo de profesión busca crear un diálogo entre autor y lector desde lo más profundo de la oscuridad deviniendo en iluminación. Sus versos son como conjuros contra la muerte.
Obra literaria
Viejo vino, cielo errante (1981), Abismo (1988), Cuerpo presente (1989), Púrpura profunda (1993), Homo demens (2000), Sonetos bizarros y otros poemas (2003); Escritura poética elemental (2003).