Presencia de la montaña
El Illimani se está –es algo que no se mira.
En el Illimani, el cielo es lo que se mira; el espacio de la montaña. No la montaña.
En el cielo de la montaña, por la tarde, se acumula el crepúsculo; por la noche, se cierne la Cruz del Sur.
Ya el morador de las alturas lo sabe; no es la montaña lo que se mira.
Es la presencia de la montaña.
(De Imágenes paceñas)
Eres visible
Permaneces todo el tiempo en el olor de las montañas
cuando el sol se retira,
y me parece escuchar tu respiración en la frescura de la sombra como un
adiós pensativo.
De tu partida, que es como una lumbre, se condolerán estas claras
imágenes
por el viento de la tarde mecidas aquí y a lo lejos;
yo te acompaño con el rumor de las hojas, miro por ti las cosas que
amabas
—el alba no borrará tu paso, eres visible.
(De Visitante profundo)
Como una luz
Llegada la hora en que el astro se apague.
quedarán mis ojos en los aires que contigo fulguraban.
Silenciosamente y como una luz
reposa en mi camino
la transparencia del olvido.
Tu aliento me devuelve a la espera y a la tristeza de la tierra,
no te apartes del caer de la tarde
—no me dejes descubrir sino detrás de ti
lo que tengo todavía que morir.
(De Visitante profundo)
A ti
Al calor de tu forma progresa mi sangre, en el aire de sueño
el clima para lo solo eres tú
—una sombra canta para ti en el fondo del agua al compás de mi corazón
y en tu mirar mis ojos están silenciosos por la música
al soplo de la luz,
en el cielo y en la oscuridad.
Esta noche reúno tu forma,
el eco de tu boca en medio de una olvidada canción;
—y te doy un abrazo.
(De Visitante profundo)
Ven
Ven; yo vivo de tu dibujo
y de tu perfumada melodía,
soñé en la estrella a que con un canto se podría
llegar
—te vi aparecer y no pude asirte, a turbadora distancia te llevaba el canto
y era mucha lejanía y poco tú aliento para alcanzar a tiempo un fulgor de mi corazón
—el que ahora estalla ahogado por alguna lluvia compasiva.
Ven, sin embargo; deja que mi mano imprima inolvidable fuerza a tu olvido,
acércate a mirar mi sombra en la pared,
ven una vez; quiero cumplir mi deseo de adiós.
(De Visitante profundo)
(De La poesía del siglo XX en Bolivia, Antología esencial, de Homero Carvalho, publicada por la prestigiosa Editorial Visor, de España, 2015, en su colección Estafeta del viento que reúne a antologías de todos los países de Iberoamérica y que ha permitido que Bolivia esté en la librerías y en las ferias internacionales del libro del mundo entero)
Jaime Saenz – (La Paz, Bolivia, 1921-1986)
Jaime Saenz, el gran poeta paceño, elevado a la categoría de mito urbano, su poesía es de las revelaciones, de la noche, de los márgenes de la ciudad, así como de la vida y de la muerte. En su poesía hay algo enigmáticamente oscuro y misterioso que seduce. Su poema Presencia de la montaña, no es solamente alegórico al Illimani, sino a todas las montañas de Los Andes bolivianos. El escritor y crítico Adolfo Cáceres Romero, afirmó que “Saenz era un poeta expulsado del paraíso y por eso escribía como escribía, desencantado de la utopía”. Es sin duda alguna la piedra de toque de la literatura Occidental de Bolivia. Su novela Felipe Delgado, figura entre las 15 novelas fundamentales de Bolivia
Obra literaria
El escalpelo (1955), Muerte por el tacto (1957), Aniversario de una visión (1960), Visitante profundo (1963), El frío (1967), Recorrer esta distancia (1973) y la recopilación Obra poética, que apareció en 1975. Su novela Felipe Delgado fue publicada en 1979.