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El hombre moderno en su soledad (I)

Hace un cuarto de siglo, el año 2000, Ernesto Sabato publicó uno de sus últimos libros; se trata de un ensayo dividido en seis partes (cinco “cartas” y un epílogo): La resistencia (Seix Barral). El libro plantea varios cuestionamientos sobre la degradación, la soledad y el empobrecimiento cultural y espiritual a los que ha llevado al mundo el hombre moderno, o a los que ha llevado al hombre moderno el mundo. “El mundo cruje y amenaza con derrumbarse, ese mundo que para mayor ironía es el resultado de la voluntad del hombre, de su prometeico intento de dominación”, advierte el autor argentino en una de las páginas. ¿Hacia dónde avanza el hombre? ¿Hacia dónde lo lleva al mundo? ¿La diosa Razón fue liberadora? ¿No fue más bien esclavizante? ¿La realidad de hoy, marcada por la depresión en los jóvenes, las relaciones líquidas y la relativización de los valores absolutos de nuestros mayores, es la que realmente queremos?

Ya en la madurez de la vida, Ernesto Sabato confiesa que ni la ciencia, ni el surrealismo, ni su entrega a la causa revolucionaria o de izquierdas han podido saciar su sed de absoluto, de plenitud. Esta confesión nos lleva a recordar aquel aserto de Blaise Pascal que dice que en el corazón de todo hombre existe un hueco con forma de Dios. Esto es, un espacio que ninguno de los placeres mundanos -intelectuales o materiales- puede colmar, un lugar que no puede ser llenado por nada más que por el Espíritu de Dios. Los filósofos del siglo XVIII creyeron que la razón alcanzaría la felicidad, pero, al menos hasta ahora, eso no ha sido así. La voz de Sabato, por tanto, es la voz de millones de seres humanos que en este primer cuarto del siglo XXI no han encontrado más que perdición y soledad, en el vaivén de los progresos médicos y de telecomunicaciones que se anuncian en las revistas académicas y los medios, seres humanos que, quizá por vergüenza, no admiten que necesitan religión.

Los valores compartidos y sagrados de ayer han quedado en el olvido; son tomados como ridículos o anticuados, cuando mucho como piezas de museo que hay que estudiar como el testimonio de un ayer que ya no será más. Según el autor argentino, es en las ciudades monstruosamente grandes y pobladas, como Buenos Aires, donde las personas se hallan más solas que nunca. Las plazas, los parques, los autobuses y los subterráneos están llenos de gente deprimida y solitaria; quizás piensan que son plenos, pero andan por las calles, por los cafés, por los cines, por los burdeles, anhelantes de colmar ese vacío del corazón del que nos hablaba el pensador francés.

Según Sabato, el mito y el arte tienen la virtud de expresar realidades que la filosofía, la ciencia y el tratado no podrán expresar nunca. Y es verdad. ¿No es el Cantar de los cantares, historia mítica y pieza artística a la vez, una pieza que muestra una escena hermosa y real del amor y que no podría ser expresada por la lógica y la razón? ¿No es la historia del Génesis la interpretación más acabada y maestra de la soberbia humana, el ansia por el conocimiento, la enajenación y el desgarramiento que actualmente vivimos y la vergüenza que sienten los hombres cuando se ven descubiertos cometiendo pecado? El hombre moderno se ha subido a las alturas del orgullo, labrándose él mismo su propia desventura y soledad. En realidad, los más grandes conceptos que tiene el corazón del hombre, como la Belleza, el Honor, la Caridad o el Amor, son refractarios a la racionalización, inasibles a la lógica; ¿cómo, entonces, esperar que la razón los explique o, peor aún, que encuentre fórmulas para que se hagan realidad en la vida cotidiana?

Indica Sabato que, pese a que la religión perdió influencia y crédito entre las personas, en los últimos tiempos se percibe un hambre por retornar a aquellas verdades del espíritu tan menospreciadas por los modernos sabios de laboratorio y los filósofos racionalistas. El hombre se da la vuelta y mira aquellos edificios milenarios hechos de palabras “en busca de Alguien que lo pueda sostener”, en busca de un sentido, pues ¿hacia dónde va todo esto, nuestra propia vida y la del mundo, si no es con Dios? Ese “Alguien” no es otro sino Jesucristo, que encierra la verdad última del camino de la vida.

Seguiremos reflexionando sobre este buen libro la semana próxima…

Ignacio Vera de Rada es politólogo y comunicador social

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