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Los motivos del lobo

Santos Domínguez Ramos

NATURALEZA VIVA

Sé que la ciencia llama

las cosas por su nombre y se equivoca

con cifrar en la arista su virtud.

La palabra consiente,

sin embargo, su esquirla, desbarata

su trabazón, la estambre de sus sílabas

para entregarse así a la lengua

impura de los hombres.

Porque es ella, la propia

naturaleza quien lo busca.

Ella que, desde siempre,

ha fingido el deseo con la fruta,

intentando soñarse en el lenguaje.

Con ese pórtico poético abre José Antonio Ramírez Lozano su último libro, Los motivos del lobo, Premio de poesía Tomás Morales 2024.

Un libro que organiza sus poemas breves en un zoológico de fondo humano y moral, como el de las fábulas, entre el amplio catálogo de Especies protegidas, de la ostra al ratón que quiso ser murciélago, y la media docena de Ejemplares únicos, como el tosítoro, que

Vuela sin alas y es

tan leve su graveza

que se tiene en el aire

impulsado tan solo

por su propio estornudo.

Vivir de resfriarse

e hibernar en estío.

Si ajena su virtud,

expuesto ya a la mano

terrible del furtivo.

Bajo ese esquema fabulístico, la capacidad imaginativa de Ramírez Lozano y su voz inconfundible hacen desfilar por este circo poético un carrusel zoológico sobre el que proyecta su ironía y su compasión, su reflexión ética y existencial sobre el hombre y su celebración del mundo: un calamar inmigrante que trabaja a tiempo parcial en una tintorería de Algeciras y un lirón envidioso, la gallina de los versos de oro y el búho arzobispal, la rana vieja de la pila del agua bendita y la serpiente monda de manzana, el escarabajo que sale del armario para ser una mariquita más (¡ay, las mariquitas poéticas y los poetas mariquitas y prosaicos!) o esta última mosca suicida:

Esta última mosca

de la casa voló

del frutero al espejo del salón

y se estuvo mirando

por no saberse sola.

Pero el azogue es turbio

como el tiempo que, ingrato,

impone su futuro

con los insecticidas.

No encontró cagaditas de otras moscas

ni en la vajilla ni el calendario.

Eso la desoló.

Así que se posó en la lámpara

y se anudó las alas,

y se arrojó a la sopa al medio día.

Clausura el libro y le otorga título la variación franciscana de Los motivos del lobo, una actualización del conocido tema rubeniano que se cierra con este instintivo aullido de protesta del lobo:

Y, cuando el santo alza

la cruz, desesperado, el lobo aúlla

palabras que aquí quedan:

– Francisco, la bondad

ha perdido a los hombres que en su dulce

mansedumbre consienten

la gran debilidad que los corroe,

vendidos al consumo como están

de sus propios engaños,

de espaldas al instinto, convencidos

de esa absurda indulgencia

con la horda invasora que algún día

acabará con ellos.

Déjame ser feroz, ángel horrendo

de los bosques, reclamo

preclaro del arrojo entre la flor

terrible de la pólvora.

Y tú vuelve a tu ermita,

renuncia de una vez a tu milagro.

Este no es ya tu tiempo, Poverello.

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