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Imperialismo global: La lucha de los pueblos contra la opresión mundial

Alex A. Chamán Portugal

En la fase superior del decadente capitalismo monopolista, el imperialismo estadounidense, el régimen sionista de Israel y la Unión Europea (UE) conforman una triada criminal que impone una dominación multidimensional sobre los pueblos del mundo. Esta alianza, sostenida por la explotación de las clases sociales dominantes y el poder del capital financiero, despliega un depredador sistema de saqueo de recursos naturales, infames agresiones militares, terrorismo económico y feroz manipulación ideológica. Su objetivo es claro: perpetuar el injusto modo de producción capitalista y su fase imperialista a través de la división internacional del trabajo, avasallando a las naciones oprimidas y reprimiendo a los pueblos de todo intento de emancipación.

En el marco de la gran ley de la lucha de clases, esta alianza reaccionaria representa al principal enemigo de los pueblos, tejiendo una red de violencia genocida expansionista, expoliación descomunal y desigualdad insultante que sofoca la soberanía y dignidad humanas. Este artículo desglosa las distintas aristas de esta maquinaria imperialista, rinde homenaje a la resistencia popular y llama a la acción emancipadora por un superior modo de producción.

1. Colonización y neocolonización

El imperialismo ha evolucionado desde la ocupación colonial directa hacia formas más sutiles, pero igualmente letales de dominación. A través de la deuda externa, tratados comerciales desiguales, el control de mercados, imposición de gobiernos lacayos, Estados Unidos, Israel y la Unión Europea perpetúan el expolio de recursos como el petróleo venezolano, el litio boliviano o el coltán congoleño (Galeano, 1971). Instituciones como el FMI, el Banco Mundial y la OMC operan como brazos ejecutores de esta esclavitud financiera en favor del establishment, imponiendo crueles políticas neoliberales atentatorias a los Estados Nación y las masas populares, puesto que desmantelan servicios públicos y destruyen derechos fundamentales, así como, conculcan esenciales libertades demo liberales como libertad de pensamiento, conciencia, expresión y organización.

Las políticas de saqueo presentan varias dimensiones:

  • Control económico: Organismos multilaterales imponen ajustes estructurales que privatizan bienes comunes, como el agua en Bolivia o el petróleo en Iraq (Chomsky, 2017).
  • Golpes de Estado y gobiernos títeres: Desde Allende (1973) hasta Evo Morales (2019), las potencias instalan regímenes serviles que entregan recursos y reprimen al pueblo (Vilas, 2019).
  • Deuda externa: Utilizada como herramienta de chantaje y condicionamiento para obligar a privatizaciones y flexibilización laboral, como en la mayoría de la naciones oprimidas.

2. Guerras de rapiña e imposición de gobiernos serviles

Las invasiones militares, bajo el disfraz de «democratización» y “libertad”, han dejado huellas imborrables en Irak, Afganistán, Libia y Siria, provocando millones de muertes, decenas de millones de heridos y naciones destruidas (Chomsky, 2015). El régimen sionista de Israel, como enclave del imperialismo, ejecuta un inmisericorde e impune genocidio sistemático en Palestina, armado por Estados Unidos y con la complicidad silenciosa de la Unión Europea (Pappé, 2018). Golpes de Estado como los de Chile (1973) y Honduras (2009) facilitan la penetración imperialista mediante el acceso de las empresas transnacionales para apropiarse de los recursos y consolidar el control geopolítico del capital (Petras, 2016).

3. Bases militares y terrorismo de Estado

El genocida imperialismo yanqui ha convertido el planeta en un tablero de ajedrez militarizado, con más de 900 bases desplegadas en 80 países, cada una de ellas un enclave de dominación que garantiza el saqueo neocolonial y la represión de las luchas populares. Estas bases son instrumentos de terror diseñados para sofocar cualquier atisbo de resistencia anticapitalista, antiimperialista o revolucionaria. El Pentágono teje una red de hierro que estrangula la soberanía de los pueblos, protegiendo los intereses de las corporaciones transnacionales mientras aplasta -a sangre y fuego- movimientos sociales, asesina líderes populares y garantiza el flujo de petróleo, minerales y mano de obra barata hacia los centros del capitalismo global.

El terrorismo de Estado es la doctrina oficial del imperialismo. La CIA, junto a sus tentáculos «humanitarios» como USAID y la NED, ha perfeccionado el arte de fabricar monstruos para justificar sus guerras de rapiña. Al Qaeda, ISIS, los Contras, los mercenarios en Siria y las bandas neonazis en Ucrania son sus creaciones estratégicas (Chomsky, 2017), herramientas desechables utilizadas para:

  1. Desestabilizar gobiernos soberanos que se niegan someterse ante el imperialismo (Cuba, Irak, Libia, Siria, Nicaragua, Venezuela, etc.).
  2. Justificar ocupaciones militares bajo la farsa de la «guerra contra el terrorismo».
  3. Dividir, debilitar y aplastar movimientos revolucionarios, sembrando el caos sectario donde haya unidad popular.

Mientras tanto, el régimen sionista de Israel, financiado con 3.800 millones de dólares anuales del contribuyente estadounidense, opera como el brazo armado del imperialismo en Oriente Medio, ejecutando un genocidio metódico contra Palestina. Cada bomba lanzada sobre Gaza, cada muro construido en Cisjordania, cada niño asesinado a sangre fría, es un eslabón en la cadena de limpieza étnica que busca exterminar no solo a un pueblo, sino a su derecho a existir (Pappé, 2018).

Y en este escenario, la Unión Europea, con su hipocresía revestida de «derechos humanos», militariza sus fronteras con alambre de púas, drones y guardacostas asesinos, convirtiendo el Mediterráneo en una fosa común para migrantes africanos y asiáticos. Las mismas potencias que saquean el Sur Global con tratados comerciales desiguales, luego criminalizan a quienes huyen de la miseria que ellas mismas han creado. Cada cuerpo que flota en el mar, cada niño enjaulado en un centro de detención griego, es un crimen del capitalismo europeo.

4. Sanciones y bloqueos como guerra económica genocida

Las sanciones y bloqueos imperialistas son una forma de guerra económica genocida, diseñada meticulosamente para asfixiar a pueblos enteros que osan defender su soberanía. Al impedir el acceso a medicinas, alimentos y tecnología esencial, estas medidas -ilegales según el Derecho Internacional- han causado estragos calculados: Cuba perdió 144 mil millones de dólares en seis décadas, Venezuela sufrió 40,000 muertes evitables entre 2017-2018, e Irán enfrenta crisis médicas al ser privado de insumos vitales (Acosta, 2021; CEPR, 2019).

La hipocresía del sistema capitalista es obscena, ya que mientras la Unión Europea acusa de «antisemitismo» a quienes denuncian al régimen genocida y sionista de Israel, Estados Unidos y sus aliados violan sistemáticamente la Carta de la ONU y la Convención contra el Genocidio. Sus sanciones se constituyen en armas de destrucción masiva que matan lentamente, demostrando que el cruel imperialismo no necesita tanques cuando puede estrangular economías y condenar a pueblos enteros a la miseria y hambre.

No obstante, lo anterior, los pueblos resisten con ingenio y dignidad. Por ejemplo: Cuba creó sus propias vacunas COVID, Venezuela desarrolló redes comunales de alimentos, e Irán fortaleció su industria médica. Como enseñó la historia, estos crímenes no quiebran a los pueblos, sino que destapan el terrorismo del capitalismo e imperialismo y alimentan la solidaridad entre los explotados y oprimidos. El bloqueo es el arma de los cobardes, pero la resistencia es el alma de los pueblos dignos.

5. Guerra mediática, hegemonía cultural e ideológica

Detrás de los medios masivos de manipulación se esconde una tenebrosa maquinaria de desinformación que opera con precisión política y militar en salvaguarda del statu quo y en menoscabo de las luchas de los pueblos del mundo por justicia y emancipación. Como denunciaron Herman y Chomsky (1988), los filtros mediáticos convierten masacres en «errores tácticos», bloqueos en «sanciones inteligentes», y gobiernos soberanos en «dictaduras». El periodismo burgués viabiliza una sofisticada guerra psicológica en tiempo real, donde cada adjetivo es una bala y cada omisión, un crimen.

Hollywood y las Redes Sociales hacen de la alienación una Mercancía. Mientras la mayor parte de las películas cínicamente enaltecen a Estados Unidos y la presentan como la nación salvadora del mundo, TikTok adoctrina a los jóvenes en el culto al ego y el consumo compulsivo. El activista Raúl Zibechi (2020) lo explica claro: «El capitalismo no solo roba tu trabajo, también secuestra tus sueños». Las plataformas digitales no son neutrales: el algoritmo de Meta borra cuentas palestinas mientras amplifica discursos de odio sionista. En las favelas de Río de Janeiro, los niños ya no quieren ser Pelé, sino narcos o influencers; en las escuelas de Madrid, los libros de texto llaman «descubrimiento» a la colonización genocida de América. Esta es la hegemonía cultural e ideológica de la burguesía en franca descomposición.

Educación burguesa colonizadora para amputar concepciones científicas y transformadoras y plantar mediocridad y sumisión. Paulo Freire (1970) lo advirtió: «La educación dominante es un acto de depositar, donde los educandos son recipientes vacíos». Hoy, las universidades son fábricas de tecnócratas que aprenden a calcular ganancias, pero no a cuestionar el decadente sistema y sus marcadas relaciones de explotación. En Perú hay textos escolares que siguen enseñando que «los españoles trajeron civilización», mientras borran las ejemplares rebeliones indígenas. En África, las becas de la Unión Europea imponen currículos que celebran al «mercado libre» pero omiten que Europa saquea el continente. La verdadera batalla no está solo en las calles, sino en las aulas donde se libra el derecho a recordar, a pensar crítica y propositivamente, a interpretar la compleja realidad con nuestros propios saberes. Como agitaban los estudiantes chilenos en las luchas del 2011: «No es educación, es adoctrinamiento capitalista». O la consigna de los universitarios peruanos durante la lucha popular del 2023: ¡La juventud consciente, jamás será sirviente”

6. Genocidio y ecocidio como armas de destrucción planificada

El capitalismo, en su fase más deshumanizada, no solo asesina con balas y bombas, sino con políticas reaccionarias que condenan a miles de millones de seres humanos a la más espantosa explotación, miseria, enfermedad y desesperación. El imperialismo, parásito voraz que succiona la vida de los pueblos, perfecciona sus métodos de exterminio, pues no siempre requiere campos de concentración fascistas cuando puede imponer bloqueos o sanciones asfixiantes, envenenar ríos con desechos industriales o arrasar bosques enteros en nombre del «progreso».

Palestina, Yemen, Haití, Ruanda, etc., padecer genocidios, mientras se desmantelan ecosistemas como la Amazonía, el Congo o el sudeste asiático (Klein, 2014). Estas tragedias no son accidentes, sino parte de una siniestra estrategia que busca eliminar resistencias populares y uniformar la cultura de la resignación bajo lógicas mercantiles. El capital necesita tierras vacías, pueblos silenciados y mentes domesticadas. No olvidemos la sentencia de Carlos Marx, gran maestro del proletariado, cuando aseveraba que el capitalismo destruye la naturaleza y las fuerzas productivas.

La uniformización cultural, la destrucción de identidades colectivas y la mercantilización de la vida son pasos necesarios para su dominación total (Fanon, 1961; Luxemburgo, 1913). Debe enfrentarse la amputación de la conciencia y la domesticación en marcha.

7. La explotación laboral como eje del capitalismo transnacional

El capitalismo globalizado ha convertido los cuerpos de los trabajadores en mercancías desechables. Millones de obreros son obligados a laborar en condiciones de semiesclavitud: jornadas extenuantes, salarios de hambre y carencia de derechos laborales y beneficios sociales (Sassen, 1998). Los ignominiosos tratados de libre comercio, firmados por gobiernos lacayos proimperialistas, no son más que herramientas para legalizar este saqueo y explotación. Mientras las empresas transnacionales acumulan ganancias récord, los trabajadores mueren en fábricas colapsadas. Esta no es la «economía del progreso», sino la barbarie capitalista organizada.

8. Criminalizar para dominar, efectivo manual del imperialismo

Cuando los pueblos rompen las cadenas de opresión, el capital responde con campañas de estigmatización, persecución, encarcelamiento y asesinatos. Puede citarse innumerables casos en que los medios corporativos de manipulación convierten a luchadores sociales en «vándalos», “extremistas”, «terroristas», y a gobiernos soberanos en «dictaduras». Venezuela sufre un bloqueo criminal por atreverse a nacionalizar su petróleo; Palestina es acusada de «violencia» por resistir el exterminio genocida sionista; y los mapuches chilenos y argentinos son perseguidos por defender su tierra de las forestales (Zibechi, 2012). Esta criminalización no es espontánea, puesto que responde a un inicuo plan meticuloso para aniquilar disidencias. Como enseñaron las dictaduras latinoamericanas primperialistas, primero se sataniza, luego se encarcela o desaparece. La diferencia hoy es que las redes sociales también son campos de batalla: algoritmos y bots amplifican la desinformación para justificar represión.

9. La resistencia como acto de dignidad colectiva

Frente a esta injusta guerra, las naciones oprimidas, los pueblos del mundo, los luchadores sociales y revolucionarios no claudican, sino que persisten en sus justas gestas. Cada lucha, por pequeña que parezca, es un golpe al oprobioso sistema. Porque como demostró la Comuna de París, la revolución bolchevique de la ex Unión Soviética, la revolución popular socialista China, la revolución cubana y muchísimas otras epopeyas populares, cuando el pueblo se organiza, ni los ejércitos más poderosos pueden detenerlo. La tarea es clara: internacionalizar la solidaridad, sabotear la maquinaria genocida del capital y, sobre todo, arrebatarles sus armas más letales: la manipulación, el control y el miedo.

Conclusión

Frente a la barbarie capitalista e imperialista, los pueblos del mundo responden con dignidad, lucha y optimismo. Cuba socialista, la Revolución Bolivariana, la resistencia palestina y las insurgencias populares en Asia y África nos enseñan que la solidaridad internacionalista y la organización proletaria son las armas de los oprimidos. Las resistencias y luchas populares no son una utopía, sino una necesidad urgente ante el caos generado por el desmoronamiento del insepulto sistema capitalista.

Referencias

 

Acosta, A. (2021). Bloqueo: Crimen contra la humanidad. Editorial Ocean Sur.

Atilio, A. (2019). América Latina en la geopolítica del imperialismo. Ediciones Continente.

Borón, A. (2020). América Latina en la encrucijada: Imperialismo y resistencia. Fondo Editorial Simón Bolívar.

Chomsky, N. (2015). Hegemonía o supervivencia: La estrategia imperial de Estados Unidos. Ediciones B.

Chomsky, N. (2017). ¿Quién domina el mundo?. Ediciones B.

Dussel, E. (1994). 1492: El encubrimiento del otro. Nueva Utopía.

Fanon, F. (1961). Los condenados de la tierra. Éditions Maspero.

Freire, P. (1970). Pedagogía del oprimido. Siglo XXI.

Galeano, E. (1971). Las venas abiertas de América Latina. Siglo XXI.

García Canclini, N. (1995). Consumidores y ciudadanos: Conflictos multiculturales de la globalización. Grijalbo.

Herman, E. S., & Chomsky, N. (1988). Los guardianes de la libertad. Crítica.

Johnson, C. (2004). Las lágrimas del imperio: Las bases militares de América Latina en el mundo. Debate.

Klein, N. (2014). Esto lo cambia todo: El capitalismo contra el clima. Paidós.

Lenin, V. I. (1917). El imperialismo, fase superior del capitalismo. Ediciones en Lenguas Extranjeras.

Pappé, I. (2018). La limpieza étnica de Palestina. Akal.

Petras, J. (2016). El imperialismo en el siglo XXI. Ediciones Luxemburg.

Sassen, S. (1998). Globalización: Sus ganadores y perdedores. Fondo de Cultura Económica.

Vega Cantor, R. (2017). Imperialismo y guerra global. Ediciones Pensamiento Crítico.

Vilas, C. M. (2019). Imperialismo y dependencia en América Latina. CLACSO.

Zibechi, R. (2020). Los desbordes desde abajo. Desde Abajo.

Zibechi, R. (2012). Territorios en resistencia: Cartografía política de las periferias urbanas latinoamericanas. Ediciones Desde Abajo.

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