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Los Harvard boys

Todo indica que la reunión de los muchachos bolivianos sofisticados (ya entrados en la senectud) y llevándose de bandera un trio de ñustas para justificar la presencia simbólica del plurinacionalismo, pero más bien haciéndole un guiño al multiculturalismo blanco cuyo fracaso tanto en Europa como en la tierra de Toro sentado es evidente; no obstante a pesar de ese rotundo grotesco en la pretendida inclusión del diferente, hay quienes desde el sur se obstinan en replicarlo.

Pudieron los Boys conservadores haberse reunido en algún Centro de Educación Pública
Superior en nuestro país, pero de manera obscena viajaron a hacer una muestra de antropología capitalista en una Institución privada como es la Harvard University de Cambridge, Massachusetts, Estados Unidos ¿Cuál fue el motivo de dicha tertulia burocrática? ¿Qué hay detrás de Pato Donald y el Tío Rico junto a sus cortapalos? Sin duda, más allá de las interpretaciones sociológicas que abundan en la paranoia de la racialización, o la izquierda o derecha, lo que esconden es mucho más profundo y tiene que ver con un orden internacional injusto.

Por cierto el fracaso del modelo socio productivo de los socialistas del siglo XXI, de la mano de los Evo Morales pasando por el afeminado García Linera hasta los Choquehuanca y el último bastión con el economista de ultratumba, Luis Arce, se tomó el tiempo de dos décadas hasta dejar en ruinas la economía del Estado Pluri. Esta situación, ha dado pie a resaltar la capacidad que tiene el capitalismo y su economía libre de mercado para generar riqueza y a grandes raudales por medio del fantasma de las transnacionales dedicadas al rubro de las energías, agroquímicos, biotecnología, farmacéutica y la revolución tecnológica. Pero, a pesar de ese frenético avance, la crisis mundial, que los Harvard Boys bolivianos y sus ñustas, hoy aplaudidas por ese rancio feminismo adefesio de la señora de la escoba, que más parece una caricatura mal hecha de la Warner Bros, no son capaces de ver, las dimensiones de tal crisis. El sistema capitalista hoy más que nunca se funda en una cultura de la producción de consumo ausente de referentes éticos humanos.

El cacique Marcelo Claure quien apoya y financia el «Laboratorio de Crecimiento» (Growth Lab) que es un centro académico de Harvard dedicado a la investigación y propuesta de políticas económicas, no tiene otro objetivo para Bolivia sino el del capital cuya máxima es ganar más. Seguramente, los cortapalos que asistieron a Massachusetts anotaron bien cuál es la receta para hacer frente a la crisis de divisas que azota al país; y ésta no es otra cosa que aplicar, si es que los socialistas dejan el poder,  como inyección sin vaselina la lógica especulativa (como de hecho está ocurriendo en el mercado boliviano) a la actividad productiva. Para los Harvard Boys vale mucho más el capital al trabajo del obrero. Y el cacique benefactor sabe muy bien que el mercado financiero sin fronteras es un botín nada despreciable, porque pone el énfasis  en las inversiones donde las leyes son difícilmente contraladas por los estados inútiles como el nuestro.

Las reglas del mercado no son suficientes porque degeneran en alarmantes distorsiones, sobre todo de naturaleza moral y cultural. A pesar de la crítica y el sueño del Manifiesto Comunista, no hay duda de que la economía de mercado es capaz de producir riqueza, pero su talón de Aquiles radica en que por su naturaleza prescinde de normas éticas fundamentales como la primacía del bien común, la prioridad del trabajo sobre el capital y, en última instancia, no tiene intrínsecamente la voluntad de repartir equitativamente y de forma solidaría los bienes que produce.

Ninguno de los candidatos que se apegan al modelo, basados en el principio de solidaridad con los más necesitados, por ejemplo, ha manifestado su deseo de reducirse el sueldo al 50% además de ministros, vices, senadores y diputados. Tampoco se han referido aunque sea de pasada, por la desburocratización del Estado, que los socialistas terminaron por expandir. La cultura económica y liberal es esencialmente individualista, utilitarista y tecnocrática, en la que no hay cabida para los valores de la persona, su conciencia moral y religiosa, pues está por encima de ella, la eficacia y la innovación tecnológica. Fruto de esa perversión económica-política, el partidismo en Bolivia ha caído en clanes familiares. Estamos muy lejos de hacer que la política sea de todos y de nadie. Hoy los partidos políticos no son sino un patrimonio familiar, por tanto, esa es la concepción de la política en el imaginario de los políticos de este país. Y los Harvard Boys y sus ñustas, seguro regresaron con las medidas bajo el sobaco esperando la hora de ponerlas en práctica.

Iván Jesús Castro Aruzamen

Teólogo y filósofo

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